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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vibrante De Kooning

Victoria Combalia

En su primera exposición individual importante en nuestro país, esta bella muestra De Kooning es, aunque pequeña, enormemente interesante. Exhibe las cincuenta piezas que posee el Hirshhom Museum de Washington -y me pregunto ¿qué mueso español tiene 50 Sauras, 50 Chillidas, 50 Arroyos, 50 Palazuelos, 50 Gordillos?-, entre las que pueden verse obras representativas de todos los períodos. Desde el Hombre sentado de 1939 hasta las últimas telas abstractas, pasando por los esmaltes en blanco y negro de finales de los años cuarenta, los dibujos gestuales de 1959, los dibujos hechos con los ojos cerrados, una serie de mujeres que le ocuparon tres décadas y varios ejemplos de escultura.Violentamente criticado en su momento por su abandono de la abstracción, De Kooning es un artista que no hará sino ganar con el paso de los años, y quien sabe si no llegará a eclipsar a mitos como el de Pollock. Hoy, con el retorno a un interés por los contenidos, la obra de Kooning se interpreta con ojos nuevos. Esto es lo que inmediatamente comprobará el público asistente, con la salvedad de que las dos interpretaciones poseen un interés muy desigual. En la propia muestra y en el catálogo, Judith Zilcer afirma que De Kooning "es uno de los pintores de la experiencia urbana" que- describe la vida cotidiana de la metrópolis y que incorpora elementos del trabajo publicitario en sus obras. Es, nos parece, una ligera exageración. Todo en los Estados Unidos, salvo Giorgia O'Keefe y dos o tres artistas más, es experiencia urbana, y no pensamos en De Kooning como en John Marin, sino como aquel artista cuyas distorsiones de la figura humana, especialmente la femenina, casi superan a las de Picasso. Por su parte, en un espléndido texto que hará época en el terreno de la metodología de la crítica de arte (y cuya traducción, lamentablemente, deja mucho que desear) Lynne Cooke analiza a De Kooning en el contexto del género pastoral, para las obras realizadas a partir del traslado del artista a Long Island. Cooke señala el conocimiento de la tradición por parte de De Kooning -la gran pintura italiana, Rubens- y cómo éste aplicó una estrategia que buscaba a la vez reforzar y desplazar su relación con la tradición. Cómo sus series de Mujeres de los años cincuenta se confrontan, agresivamente, con el espectador, mientras la de los sesenta y setenta, en cambio, muestran una invitación seductora.

Willem de Kooning

Colección Hirshhorn Museum. Centre Cultural Fundació La Caixa. Paseo San Juan 108, Barcelona. Hasta el 3 de abril de 1994.

Son, nos dirá, seres abiertamente sexuales, simple materia carnosa que el pintor expresa mediante medios únicamente pictóricos. De Kooning -nos dico Cooke- evoca la materia tal y como se la aprehende al tacto, dando la impresión de que todo el cuerpo está excitado y privilegiando el lado sensorial al hacer fundir la figura con su entorno.

Fluidez

No sólo es cierto, sino que aún hay más: los tres óleos sobre madera de 1965 nos muestran unas mujeres con los brazos alzados, en una posición que no sabemos si es vertical o echada y cuyos rasgos anatómicos se desparraman aquí y allá, tal como se desparraman los goterones de pintura que adquieren una cualidad metafórica de flujos y líquidos varios.

En De Kooning, todo fluye o es maleable, todo cambia de posición, todo se agita: el cubismo, a su lado, nos parece una deconstrucción de las figuras sumamente cartesiana. El sentido táctil de De Kooning es aún más evidente en sus esculturas, en las que el barro es horadado, plegado o expandido de forma tal que casi visualizamos el gesto de su mano, de su pulgar.

En ocasiones, como algunos de sus dibujos, estas obras fueron hechas cerrando los ojos, para que no fuera la vista la que le dictara la forma a seguir. El resultado es magnífico: superposiciones en los dibujos, turbulencias en las esculturas, y una sensación general de energía que no ahoga ni el sentido del humor ni una sensación de madurez pictórica y dibujística. Una maravilla.

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