Temblores financieros
EL TEMBLOR que ha sacudido la semana pasada los mercados de bonos, seguido del que se ha dejado sentir también en las bolsas de la mayoría de los países occidentales, ilustra bien sobre el elevado grado de integración financiera de la economía internacional. El inexplicado descenso en los precios de deuda pública, al menos en la magnitud en que se ha producido, ha impulsado a los inversores de todo el mundo a una reducción drástica de sus carteras de deuda. España, con una parte importante de su deuda pública en manos de inversores extranjeros, ha sido uno de los países más castigados.De otro lado, la inesperada y sorprendente subida de tipos de interés en Estados Unidos, el pasado 4 de febrero, también aportó su grano de inestabilidad a unos mercados financieros internacionales que venían apostando por tipos a la baja. Los críticos señalan que, aunque es razonable curarse en salud ante una posible escalada inflacionista derivada de la fuerte reactivación económica norteamericana, no existen evidencias suficientes de tensiones dé precios en aquella economía. Pero la posterior aparición de una tasa de crecimiento económico del 7,5% en el cuarto trimestre de 1993, muy superior a la prevista, terminó por generalizar la sensación de que las autoridades monetarias europeas seguirían a las norteamericanas en el endurecimiento del rigor monetario.
Las amenazas de represalias comerciales de la Administración estadounidense sobre Japón no han he
cho sino aumentar esa incertidumbre, a la que los grandes inversores institucionales se muestran extraordinariamente sensibles. La reunión de los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete, lejos de serenar los ánimos, ha vuelto a dar esa impresión de manifiesta incapacidad para arbitrar los mecanismos de coordinación internacional que exige la interdependencia económica y financiera internacional. Un último elemento contribuyó al desconcierto general: el crecimiento del dinero en circulación en Alemania durante el mes de enero (el 20,6%, muy superior al objetivo del Bundesbank del 4,5%-6,5%), que alejaba las posibilidades de continuidad en la política de bajada de tipos seguida hasta entonces.
La virulencia con que esa tempestad afectó a los mercados españoles no pareció importar al Banco de España, que volvió a reducir el precio oficial del dinero. La decisión de rebajar el tipo de interés en la subasta de certificados en medio punto porcentual (hasta el 8%),se hizo antes de que el Bundesbank decidiera qué hacer con sus tipos oficiales y en una coyuntura nada favorable, tras los datos de inflación de enero y las
previsiones sobre la correspondiente variación en febrero, que se dará a conocer hoy, lunes.
El hecho de que los mercados no reaccionaran de modo desfavorable a esa decisión autónoma del Banco de España, incluido el mantenimiento del tipo de cambio de la peseta, no garantiza su definitiva inmunidad. De la reconducción de la inflación durante los próximos meses hacia el objetivo marcado por el Gobierno dependerá el acierto final de esta inusual decisión del Banco de España y su continuidad en descensos adicionales del precio del dinero.
Mientras tanto, la confusión sigue siendo la nota dominante en la escena financiera, dentro y fuera de España. Los agentes económicos, incluidos los Gobiernos, están aprendiendo a vivir en un mundo distinto, sin duda más complejo, en el que la amplitud y la autonomía de los mercados financieros no encuentran su correspondencia en la capacidad y adecuación de los mecanismos de respuesta de las autoridades económicas nacionales. El reconocimiento de esa pérdida de soberanía económica en un contexto de manifiesta inestabilidad financiera reclama hoy más que nunca instancias de coordinación bien distintas a las existentes y, en todo caso, comportamientos de las economías más convergentes hacia un mayor saneamiento de las finanzas públicas y una menor variación de los precios.
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