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Clinton confía en que el Gobierno nipón abra su mercado

Antonio Caño

La Administración norteamericana confía en que su táctica de acoso y amenazas contra Japón, que ha demostrado un efecto contundente en la revalorización del yen, sirva para torcer el brazo al Gobierno nipón y obligarle a negociar una apertura más generosa de sus mercados a los productos estadounidenses. Esta disputa entre los dos colosos económicos, que recuerda la tensión militar de los tiempos de la guerra fría, puede agravarse más aún si el presidente Bill Clinton hace uso, como se teme, de una ley comercial norteamericana que le permite fijar plazos para sanciones en toda la gama de importaciones japonesas.El conflicto entre EE UU y Japón, dos importantes aliados estratégicos, parece haber entrado en una fase en la que nadie desea pelear, pero nadie puede evitarlo. Para el presidente Clinton debe ser duro hostigar a un primer ministro reformista que, a la larga, trata de dirigir su economía en una dirección beneficiosa para EE UU. Pero tanto Clinton como Mirihiro Hosokawa están presionados por sus opiniones públicas que les exigen firmeza frente al contrario.

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Las autoridades norteamericanas siguen sosteniendo que no tienen intención de iniciar una guerra comercial, pero lo cierto es que, tras el anuncio de que aplicarán sanciones comerciales contra Japón en 30 días, se van dando todos los pasos en esa dirección. El secretario de Comercio, Ron Brown, ha afirmado que "no existe un esfuerzo deliberado" por parte de su Gobierno de fortalecer el yen para encarecer así las exportaciones japonesas. La moneda japonesa, sin embargo, se ha apreciado en torno a un 6% desde que fracasaron el viernes pasado las negociaciones entre Clinton y Hosokawa, lo que, en realidad, es una forma ya de sanción contra los productos japoneses.

Los responsable económicos norteamericanos consideran que los japoneses no van a poder soportar por mucho tiempo esa presión sobre su moneda y se verán obligados a satisfacer las exigencias de EE UU: impulsar una política más decidida de crecimiento, incrementar la demanda interna y dejar paso a los productos norteamericanos.

Expertos en Wall Street advierten, sin embargo, que la alta cotización del yen provoca una distorsión en los mercados que los norteamericanos tampoco van a poder permitirse. El año pasado Estados Unidos ayudó en dos ocasiones a Japón a comprar yenes para contener el excesivo aumento de su cotización. Eso no parece que pueda ocurrir ahora. Al contrario, Washington se muestra en disposición de permanecer sentado mientras el mercado coloca al yen en una cifra entre los 102 y 104 yenes por dólar. Si esa táctica no fuese suficiente, la Casa Blanca podría apelar esta misma semana a la temida ley súper 301, que le da derecho a elaborar una lista de productos a los que se ponen dificultades en el mercado japonés y a imponer sanciones en proporción similar sobre productos nipones.

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