Con 'Al otro lado del túnel' comienza bien la presencia del cine español en Berlín
El habilidoso australiano Peter Weir hace digerible la mediocridad de 'Fearless'
ENVIADO ESPECIAL Con la proyección anoche de Al otro lado del túnel, escrita y dirigida por Jaime de Armiñán, comenzó la participación española en esta Berlinale, que abarca cinco películas: dos en la sección oficial y tres en secciones paralelas. El filme de Armiñán se ve muy bien. Hace sonreir y se respira su inteligencia, pero en la zona crucial del desenlace decae la película. Por el contrario, en la mediocre Fearless, Peter Weir acumula en esa zona final tal traca de argucias visuales que arranca aplausos, siendo cine de menor calidad que el del español.
El paradójico contraste entre las calidades de ambas películas y su resultado inverso frente al público debiera dar mucho que pensar a muchos responsables de nuestros sistemas de producción, pues es un asunto que les concierne de lleno.La paradoja y la engorrosa pregunta que ésta provoca surgió ayer por sí sola: ¿Por qué una película como Al otro lado del túnel, inteligente, ingeniosa, primorosamente dialogada y correctamente filmada, que durante hora y cuarto hizo reir y respirar comodidad al público, baja el tono y pierde el hilo de interés en la media hora final, autocondenándose así a la respuesta inaceptable del silencio? ¿Y por qué, a la inversa, una obra vulgar, tosca, llena de diálogos pomposos y huecos, con una estructura plagada de engaños, sube el tono y el ritmo en la media hora final y logra de esta manera arrancar aplausos, llevándose el gato al agua?
Errores entre aciertos
Hay dos errores mortales entre los muchísimos aciertos de Al otro lado del túnel. El primero es la deficiente graduación de la escalada de su crescendo: cuando la fábula tenía la obligación inexcusable de atrapar y engatusar más al público, es precisamente cuando parece desinteresarse de él. El segundo se origina en que, en esa misma zona final, cuando los tres intérpretes protagonistas -Fernando Rey, Maribel Verdú y Gonzalo Vega- se reúnen y forman un conjunto es cuando peor se interrelacionan y su actuación pierde la electricidad. Ambas deficiencias hacen que el público olvide en la caída final las virtudes y las gracias que la han precedido. Y se lo reprocha en forma de silencio.Y hay, a la inversa, dos aciertos vitales entre la infinidad de mortales estupideces, engolamientos y trampas para engañabobos que llenan Fearless. El primero es el convincente y sólido engranaje final entre los tres intérpretes protagonistas: Jeff Bridges, Isabella Rossellini y Rosie Pérez (que aspira merecidamente por este trabajo a un oscar). El segundo es la perfecta factura y mejor graduación en forma de sorpresa visual que Peter Weir se guarda, en forma de cartas marcadas escondidas en la bocamanga, para cerrar su película. Estas dos virtudes hacen que el público olvide la enorme cantidad de engaños y estupideces que ha tenido que soportar en la hora y media precedente. Y se lo agradece con aplausos.
De esta manera, la película española, pese a que contiene mucho más ingenio y conocimiento, infinita más elegancia y, en definitiva, mejor cine que la norteamericana, creará en la gente muchas menos ganas de verla que esta última.
Terció entre las dos películas una procedente de China titulada El zorro rojo, que tiene dignidad y se ve con agrado
Babelia
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