_
_
_
_

A perra chica la palabra

La Real Academia Española pone hoy a la venta la primera edición popular de su diccionario, al precio de 4.600 pesetas

La publicación de un diccionario de la lengua es siempre un gran acontecimiento, sobre todo si se vende a perra chica la palabra y se edita en rústica y formato reducido que facilite su manejabilidad. La Academia Española merecería los unánimes agradecimientos por eso.Y, sin embargo, se la denosta por algunas lagunas e imprecisiones que nadie hubiese podido advertir si no fuera por el minucioso rastreo que hacen de su extenso vocabulario puntillosos especialistas.

La tarea requiere su tiempo, naturalmente, y sabiduría. Son 83.500 los vocablos, la mayor parte de los cuales al común de los ciudadanos les trae absolutamente sin cuidado, pues no los ha oído nunca ni espera pronunciarlos jamás. En cambio muchos se llevarían sorpresas si consultaran en el diccionario algunos de los que utilizan habitualmente. Hay una obsolescencia y un punto álgido, por ejemplo, que han irrumpido en el discurso cotidiano, y pretenden expresar lo contrario de lo que significan.

No son palabras nuevas; antes bien, son viejas, y diccionarios del pasado siglo las recogían con la advertencia de que habían caído en desuso. Unos años atrás han vuelto, no se sabe muy bien el motivo, igual que lavandería estaba anticuada allá por el XVIII y cercano el XXI se considera palabra de gran modernidad.

Los académicos siempre han sentido la preocupación de modernizar el lenguaje, acomodándolo a la realidad de su tiempo, pero corren el riesgo de confundir la evolución con la moda, las exigencias sociales con las imposiciones de los grupos de presión. Ahora parecen obsesionados por corregir los prejuicios machistas que influyeron en el lenguaje a través de los tiempos y feminizan todo lo feminizable, lo cual crea una discriminación en sentido contrario y un galimatías en las formulaciones verbales.

Admitido el femenino jueza (horrendo vocablo, por cierto), cabe preguntar por qué al juez no lo llaman juezo. Y si vale jueza, por qué no alféreza, femenino de alférez, o recluto, masculino de recluta. Y, de ahí en adelante, rentisto, pederasto, automovilisto, fiscala, ujiera, mecenazga, voces que la Academia no acepta en una extraña manifestación de incoherencia.

Esta premura feminista que les ha entrado a los académicos contrasta con las muchas vueltas que les daban a palabras perfectamente asentadas en el habla del pueblo. Ocurrió con coñac, que no les gustaba y propusieron la voz alternativa jeriñac. Mas hubieron de desecharla, ya que los españoles sacaron inmediatamente un chiste: llegaba uno a un bar, decía "jeriñac" y el camarero respondía: "Bajando, segunda puerta a la izquierda".

Son anécdotas, excepciones, hablar por no callar, cuestiones sin importancia, desde luego, pues el nuevo diccionario, en rústica y llevadero, tiene una utilidad de primer orden. Para curiosos, especialistas e inmortales, resultan insustituibles el Diccionario de Autoridades y el Etimológico de Corominas y Sala, que son auténticos tesoros, fondos de cultura, y leerlos constituye una delicia.

Para la ciudadanía de a pie, en cambio, basta el diccionario usual, que venden a 4.600 pesetas; ¿quién da más? Echadas cuentas, sale a cinco céntimos el vocablo. O sea, por una perra chica, cualquiera puede consultar álgido y, al enterarse de su significado, quedarse helado; es decir: yerto, del patatús. (De pata, m. fam. Desmayo, lipotimia).

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_