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Tribuna
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Monumento al entusiasmo ciudadano

No hay duda de que los ciudadanos de Barcelona y las cuatro administraciones consorciadas se han comprometido a rehacer el Liceo de la manera más rápida posible. Espero, además, que la reacción frente a ese incendio catastrófico sea el aglutinante de una recuperación del entusiasmo de la ciudad por sus grandes elementos de identidad y por la vida cultural en todos los campos.Asegurada, por lo tanto, la recuperación del Liceo, es importante que ésta se enfoque de manera que pueda ser rápida y que logre mantener su carácter de identidad y su integración y representatividad urbana.

Para ello es importante no dudar ni un momento sobre la validez de su actual emplazamiento. El Liceo es La Rambla y debe continuar siéndolo. Un gran teatro no es sólo una máquina autónoma muy compleja, sino también un monumento urbano que determina y cohesiona un barrio. Alguien, con grave error de perspectiva, insinúa que sería mejor construir un nuevo teatro en otro espacio de la ciudad, con parking amplio y con una pretendida modernidad monumental, seguramente tan desgraciada como la de la ópera de la Bastilla. Además de otros errores, esta decisión comportaría unos términos de ejecución tan largos y unos costes tan abrumadores que harían desaparecer definitivamente los actuales entusiasmos y compromisos públicos y harían imposible la recuperación de los valores simbólicos.

Oriol Bohigas es arquitecto y concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona

Nicolás Pastoriza (voz, percusión), Pablo Novoa (guitarra, percusión), Raf Villarino (teclados), Ricardo Moreno (batería), Santi Nouriño (bajo). 500 personas, entrada con invitación. Sala El Sol. Madrid, 1 de febrero.

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Los teatros que renacieron de la devastación

No tan sólo creo incuestionable la permanencia en La Rambla, sino la necesidad de reproducir exactamente lo que había sido la gran sala de butacas y palcos. Era, sin duda, la mejor sala ochocentista del mundo, o por lo menos la más bella y la de mayor calidad arquitectónica. Hay que recuperarla tal como era y evitar una larga y negativa polémica sobre su modernización estilística. Veo casi imposible que una apresurada modernización pudiera mejorar un modelo que, además, es muy fácilmente reproducible.

Porque hay que salir al paso de los que -sin ningún conocimiento teórico- afirman que es difícil hacer renacer las artesanías que hicieron posibles los antiguos ornamentos. Al contrario: hoy esta operación es muy fácil porque los nuevos materiales y las nuevas tecnologías permiten mejorar en precisión y abaratar en precio los viejos oficios, los cuales, por otra parte, siguen estando dispuestos para aquellos elementos que los requieran.

Muchos teatros de todo el mundo han sido víctimas de incendios catastróficos y la mayor parte han adoptado el criterio de seguir manteniendo su vieja imagen.

Mantener la vieja imagen no quiere decir, no obstante, no modernizar los elementos funcionales. El Liceo había ya aprobado un proyecto que tenía que empezarse de inmediato y que se había retrasado por diversas razones, entre las cuales contó la oposición de un sector poco afortunado de ciudadanos que se adjudicaban inútiles méritos académicos y ateneístas. Este proyecto preveía la ampliación y mejora del escenario, la aplicación de modernos sistemas de seguridad y la modificación de entrada y accesos. Este proyecto, en la medida de su mayor ambición, debe seguir adelante y hay que añadirle solamente la reconstrucción exacta -mejorada quizás en algunos detalles funcionales- del antiguo patio de butacas y palcos. Espero que ante la nueva situación y ante el clamor popular, esas academias y liceos que colgaron inmensos carteles contra el "Plan del Liceo" sabrán corregir adecuadamente su posición.

De todas formas, el Patronato del Liceo ya se ha pronunciado de una manera precisa y radical: el Gran Teatro se reconstruirá en el mismo emplazamiento y la sala de butacas reproducirá el antiguo modelo. Ahora sólo falta que no falle en ningún momento el apoyo económico y la eficaz organización. Y sobre todo, que no mengüe el entusiasmo de los ciudadanos y la conciencia de su responsabilidad colectiva.

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