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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vencer o morir

En el siempre problemático trasiego de la novela, de la lectura al teatro, el personaje de la marquesa de Merteuil, nada goloso de los aplausos del público, pierde, en la adaptación de Hampton, gran parte de su protagonismo, si bien sigue dominando el juego, en beneficio de Valmont, que, por así decirlo, se pone las botas, y más al potenciar el inglés su aventura con la honesta Madame de Tourvel, que hará de él un héroe romántico, un Don Juan confeso, redimido in extremis por su amor hacia la honesta dama que acaba entregándosele. Que es la carta que jugará Pilar Miró.Mercedes Sampietro, con un ramalazo a lo Lana Turner, a la Milady de Los tres mosqueteros, ofrece una marquesa sólida, convincente, hecha de palabras, de retazos de sus cartas, bien escogidos por Hampton, pero que, por su misma brevedad, parecen más servir a la intriga de la obra que a su propia entronización como personaje extraordinario que es. Espléndida, sin embargo, la escena en que desenmascara al vizconde. Juanjo Puigcorbé es Valmont. El actor disfruta haciendo de actor. Interpretación muy personal, inteligente y de una gran brillantez.

Las amistades peligrosas

Les amístats perilloses, de Christopher Hampton, a partir de la novela homónima de Choderlos de Laclos. Dirección: Pilar Miró. Intérpretes: Juanjo Puigcorbé, Mercedes Sampietro, Marta Calvo, Carme Fortuny, Anna M. Ventura, Silvia Vilarrasa, Santi Ricart, Joan Gibert, Cristina Lügstenmann. Vestuario: Pedro Moreno. Iluminación: Javier Aguirresarobe. Escenografía: Félix Murcia. Teatro Condal, 27 de diciembre.

Juanjo Puigcorbé se adueña del escenario desde su primera escena hasta el final. Su conversión en héroe romántico queda por suerte mitigada por su indignación al verse descubierto y vencido por la marquesa; gran escena de orgullo ofendido, a la que sigue una buena escena en que el vizconde y el joven Danceny cruzan los aceros y que se salda con la muerte, siempre difícil, de Valmont, que Puigcorbé interpreta con maestría. Marta Calvó, la joven y honesta Madame de Tourvel, interpreta soberbiamente el personaje de la mujer apasionada, traicionada y humillada, un personaje ajeno al sistema Merteuil / Valmont, una víctima más, pero que la pieza potencia hasta convertirla en santa redentora.

En su conjunto, y al margen del trabajo de los tres principales intérpretes fruto, supongo, de la dirección de Pilar Miró, esas Amistats perilloses -bien traducidas al catalán- producen una sensación de algo inacabado o mal resuelto. Los cambios entre escena y escena son un desastre. La manipulación por los criados del ciclorama con sus persianas que se abren y cierran para señalar los cambios de espacio, acaban por hastiar al espectador. No más finalizar una escena -la obra está plagada de breves escenas-, los criados asoman al escenario, abriendo las puertas laterales; más que criados parecen traspuntes. Tampoco se explica uno cómo, después de la escena en que la marquesa desenmascara al vizconde, los criados no hacen desaparecer la mesa y las sillas que Valmont, rabioso, ha lanzado por los aires, y sí, en cambio, se llevan el sofá para dar paso a la escena final, la del funeral de Valmont, con el cuerpo de éste todavía en la penumbra del escenario, en el mismo sitio en que lo derribó la espada de Danceny. Es algo incomprensible, pero afortunadamente subsanable. Mención especial merece el vestuario, de gran belleza, así como la excelente iluminación de Javier Agirresarobe.

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