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Una señorita concejal

La primera edil del franquismo envidia la naturalidad de las políticas actuales

En noviembre de 1963, hace justo 30 años, una mujer, Oliva Tomé Lambea, delegada provincial de la Sección Femenina, era designada concejal del Ayuntamiento madrileño. Hacía más de dos decenios, desde que se inició el régimen franquista, que una mujer no ocupaba un escaño en la Casa de la Villa. El diario Informaciones daba así la noticia: "Una señorita ha entrado en el Ayuntamiento. La vida municipal madrileña encontrará en sus desvelos y preocupaciones un corazón femenino". Ella, la señorita Tomé, una profesora de Filosofia de 36 años y soltera, declaraba "con aire inteligente y una expresión llena de simpatía" a ese mismo diario: "En la vida municipal no todo ha de reducirse a pavimientaciones y tráfico, sino que hay problemas más trascendentales que, a veces, sólo la mentalidad de una mujer acierta a descubrirlos".Tomé Lambea, de 66 años, jubilada en la actualidad, recuerda hoy el miedo con el que se enfrentó a su nuevo cargo. "Yo ya había trabajado mucho en temas sociales desde mi puesto en la Sección Femenina. Pero no me resultó fácil pasar de una organización exclusivamente de mujeres a una institución política gobernada en su totalidad por hombres. Y aunque ya se propugnaba la participación de la mujer en el ámbito político, en un principio, al menos de las cúpulas altas, se esperaba una presencia más bien decorativa". Esta condición de adorno la comprobó nada más llegar al Ayuntamiento, cuando al hacer una visita a Secretaría un alto funcionario municipal le dijo: "Enhorabuena. Ahora ya sólo falta que de cuando en cuando te hagamos alguna cosita para que puedas participar en el pleno".

Pero Oliva Tomé no quiso esperar a que le hicieran nada y a los dos días de jurar su cargo como concejal, el 4 de enero de 1964, tuvo la oportunidad de demostrar que el bigote no era un elemento imprescindible para tomar decisiones. En la calle de Sainz de Baranda se había producido el hundimiento de un edificio -un problema habitual en aquella época- y 20 familias se habían quedado en la calle. Oliva Tomé, como presidenta de la Junta del Distrito de Retiro-Mediodía, tuvo que hacerse cargo de la situación. Sin saber muy bien a quién acudir, se dirigió al Ministerio de la Vivienda, donde tras varias entrevistas con el ministro y el delegado del ministerio sólo obtuvo negativas. Decidió cambiar de táctica. Llamó de nuevo al delegado y le amenazó veladamente con contar lo sucedido a los periodistas. "Aquella misma tarde me dieron las 20 viviendas. No es que tuvieran miedo a los periodistas. Lo que les causaba terror es que la noticia llegara a El Pardo. Hacían cualquier cosa para que don Francisco no se enterara de nada".

A parte de la escasez y del mal estado de la vivienda, del "Madrid que se hundía", Oliva Tomé cree que los problemas de entonces eran similares a los de ahora. "Pero más disminuidos porque Madrid era más pequeño y porque cualquier actividad estaba muy contralada desde el Ayuntamiento. Tampoco existía la droga y la ciudad se veía más limpia, entre otras cosas porque al pueblo no se le dejaba moverse y a nadie se le ocurría, por ejemplo, hacer una pintada porque sabía dónde terminaba".

La ex concejal reconoce una cierta nostalgia por el Madrid de entonces, en el que se ejercía la tradicional política paternalista del franquismo, un Madrid en el que el alcalde Carlos Arias Navarro había prohibido las tómbolas y verbenas y había reducido el casticismo a su mínima expresión.

Durante sus seis años de estancia en la Casa de la Villa fue responsable también de la Junta de Asistencia Social. "A mí me gustaban los temas de urbanismo pero a las mujeres, antes y ahora, nos suelen adjudicar los temas menos conflictivos", se queja. Tras su etapa municipal fue elegida diputada por Madrid en 1967 y directora de la Ciudad Escolar, institución que sustituyó a la llamada Inclusa. Tras la restauración de la democracia, Oliva Tomé se reincorporó a su puesto de funcionaria en el Ministerio de Cultura y posteriormente en la Comunidad de Madrid hasta que se jubiló.Nunca más volvió a participar en política.

Oliva Tomé alega varias razones para explicar su desinterés por los partidos políticos. "En primer lugar por razones personales. Es muy difícil haber dedicado toda tu vida a trabajar por unos principios y tener que aceptar otros. Aunque mucha gente lo hizo. Yo no pude". En segundo lugar esgrime la incompatibilidad del pensamiento joseantoniano, que según ella se ubica en una socialdemocracia avanzada y moderna, con las ideologías tanto de izquierdas como de derechas, y ofrece una visión histórica hasta ahora desconocida del pensamiento ideológico de la Sección Femenina. "Nosotros habríamos sido mujeres socialistas. Compartíamos muchas de las ideas del socialismo. Pero no podíamos aceptar ni el materialismo ni el dogma de lucha de clases que impusieron. Pero tampoco podíamos ser de derechas, porque me repugna el capitalismo, la hipocresía y la falsedad de este sistema, basado en el abuso de la riqueza y el poder. Y éste era el pensamiento de toda la Sección Femenina y por esto nos condenaron al ostracismo".

No obstante, a Oliva Tomé le habría gustado participar en las instituciones democráticas, aunque sólo hubiera sido por actuar con la desenvoltura con la que se mueven las políticas actuales. "Yo ahora las veo tan naturales y desembarazadas que me da envidia. Yo siempre estaba muy reprimida y contenida. Y esta nueva actitud me complace. Me habría gustado ser como ellas".

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