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UN DEBATE POR EL EMPLEO

Parados y sin plan

La CE experimenta nuevas fórmulas de creación de empleo mientras decide el futuro modelo de relaciones laborales

Victoria Carvajal

¿Por qué en España donde el problema del paro es más acuciante que en ningún otro país industrializado el Gobierno no se atreve a comprometerse con un objetivo de creación de empleo? Varias fuentes próximas al Gobierno lo atribuyen a la frustración que le quedó al PSOE después de prometer para la legislatura de 1982-86 la creación de 800.000 puestos de trabajo y acabar con un saldo de 38.000 empleos destruidos y 740.000 más parados. Mientras que la propia Comisión Europea, de la mano de su presidente, Jacques Delors, está preparando un Libro Blanco sobre medidas para fomentar el empleo y otros países comunitarios toman iniciativas similares, España, con una tasa de paro del 22,4% -el doble que la media de la CE-, no ha presentado un plan de acción específico."Es un ejercicio de honestidad intelectual", argumenta el secretario general de Empleo, Marcos Peña, quien cree que dada la actual intensidad de destrucción de puestos de trabajo -"600.000 en lo que va de año"-, "el objetivo es frenar este proceso, primero, y preparar las cosas para poder crear empleo a partir de ahí". La reducción del déficit público, que critican los sindicatos, precede a la lucha contra el paro en la política económica del Gobierno: "es necesaria para ello aunque es difícil que se asuma así" admite.

Respuesta francesa

Sin embargo no deja de llamar la atención el hecho de que en un país vecino como Francia, con una tasa de paro del 11%, la creación de empleo se haya convertido en el objetivo prioritario de la política económica del Gobierno de Edouard Balladur.

El Plan Quinquenal de Empleo francés incluye medidas tan polémicas como el fomento de la reducción de la jornada laboral, un mejor reparto del trabajo y la reducción de las cotizaciones de los empresarios a la Seguridad Social, con el objetivo de crear entre 300.000 y 400.000 puestos de trabajo. La reducción de la jornada y el salario ha encontrado un eco, también polémico, en la democracia cristiana alemana y en España, donde ha sido favorablemente acogida por los sindicatos y mal por la patronal.

En Irlanda, donde el paro alcanza al 19% de la población activa, se ha recurrido a la antigua receta de invertir en infraestructuras, transportes y educación. El paquete reactivador asciende a 3,8 billones de pesetas con el fin de crear 200.000 empleos en seis años. Gobierno, empresarios y sindicatos firmaron en Italia un pacto social para moderar salarios, y preparan un plan de inversiones públicas para reactivar la economía.

La razón evidente de estas iniciativas, similares a las que se han tomado en EE UU y Japón, pese a que el problema del paro allí no es tan acuciante, es el ejército de parados del viejo continente. El Fondo Monetario Internacional calcula que éste llegará a los 20 millones a finales de 1994 (un 12%), es decir; el equivalente a la población total de Grecia y Portugal. Estas cifras contrastan fuertemente con las tasas de paro de Estados Unidos (6,8%) y Japón (2,5%) -donde la recesión económica también ha dejado huella- y reflejan el funcionamiento de los mercados de trabajo comunitarios.

La diferencia está en la capacidad de generar empleo. La rigidez laboral europea se demuestra en la falta de respuesta del empleo al crecimiento económico. Sobre todo si se compara con mercados como el estadounidense y el japonés. Mientras que la economía española ha doblado casi su tamaño en términos reales entre 1972 y 1992, la tasa de ocupación ha retrocedido un 0,2% en el mismo periodo. En Estados Unidos, el PIB aumentó un 61% en esos veinte años, casi en la misma proporción que lo hicieron Francia, Alemania y el Reino Unido, pero el empleo en EE UU creció un 43%, frente al 8% de los tres países europeos. En el mismo periodo, la economía japonesa, que ha mantenido siempre una tasa de paro muy baja (en torno al 2%) gracias a una escasa productividad en los sectores no expuestos al exterior, creció un 119% y el empleo un 25%.

La mísera creación de empleo en Europa frente a EE CU y Japón ha provocado que la tasa de ocupación sobre el total de la población en edad de trabajar (de 15 a 64 años) se sitúe en el 60% en el viejo continente -el 49% en España-, mientras que en EE UU trabaja el 70% y en Japón casi el 75%.

Paro estructural

El paro europeo tiene, además, un componente estructural preocupante. Según los datos de la Comisión, mientras que en Estados Unidos sólo el 6% de los parados llevan sin empleo más de un año, en Europa esta tasa se acerca al 50%. "Este problema no se puede resolver sólo con el crecimiento económico", admite el informe sobre el empleo de la Comisión Europea. "El paro caerá muy lentamente a menos que se adopten cambios fundamentales en el funcionamiento de las economías de la Comunidad y en sus mercados laborales", señala la Comisión.

Jacques Delors propone en el Libro Blanco que presentará en la próxima cumbre comunitaria de diciembre, crear 20 millones de empleos hasta el año 2000, lo que equivale a dejar la tasa de paro de la CE en el 5%. Para con seguirlo propone una reducción de la jornada laboral, una mayor flexibilidad de los salarios, posibles reducciones de las cotizaciones sociales y la mejora de la formación profesional. También incluye un paquete de inversión de 50.000 millones de ecus (unos 7,7 billones de pesetas) para mejorar las infraestructuras, el transporte, las telecomunicaciones y el desarrollo de nuevas tecnologías. Es una propuesta mixta entre los resortes clásicos de intervención pública -la inversión en infraestructuras- y alternativas más recientes como las de reducción de jornada y salarios.

La Comisión coincide con al gunos gobiernos comunitarios en que el mercado laboral europeo necesita flexibilidad, al estilo estadounidense. Sin embargo, el precio de esta flexibilidad es la creación de unos empleos más precarios y peor pagados.

Entre 1972 y 1992, el salario real medio ha caído un 10% en EE UU, según el Fondo Monetario Internacional. En el mismo periodo, los salarios reales europeos han crecido cerca del 50% (en Francia un 76%, en Italia un 68% y en el Reino Unido un 48%). En Japón, donde el empleo acompañó más de cerca al crecimiento de esos años, los salarios crecieron un 41%.

Hasta ahora, la mayoría de los gobiernos europeos han evitado el camino estadounidense de creación masiva de empleos mal pagados en el sector de servicios con la fijación de unos salarios mínimos, una protección por desempleo y la creación de puestos de trabajo en el sector público. "Esta política sólo sirve para reflejar el problema de una forma distinta en Europa: en lugar de ser los trabajadores pobres, los trabajadores sin formación están parados", señala la OCDE en su último informe sobre el desempleo.

Entre el modelo europeo y el estadounidense, "siendo los dos malos", Guillermo de la Dehesa se queda con el segundo. El presidente del Consejo superior de Cámaras de Comercio españolas valora el hecho de que en Estados Unidos, a pesar de haberse creado miles de empleos precarios, se han creado puestos de trabajo en alta tecnología bien remunerados, mientras que en Europa el motor de crecimiento ha sido el sector público que ahora, dado el precario estado de las finanzas públicas, "ya no puede crear más empleo". El hecho de que en la CE sólo 39 de cada 1.000 personas trabajen en alta tecnología frente a las 65 de EE UU muestra, en su opinión, la pérdida de competitividad de la Comunidad. De la Dehesa considera imprescindible una reforma radical del mercado de trabajo y defiende una política de empleo más activa: "Una formación profesional más agresiva, más contratos de aprendizaje, más agencias de colocación para intermediar en el mercado laboral y, sobre todo, ideas creativas de creación de empleo".

En la misma línea, el consejero delegado de Fiat, Cesare Romiti, declaró recientemente en España que para superar la crisis, Europa debe cambiar un modelo de sociedad, a su juicio, "poco flexible, poco móvil, construido sobre una pléyade de reglamentaciones cada vez más rígidas en materia laboral que perjudican a los trabajadores porque frenan la creación de empleo". La solución consiste, dice, en "cambiar el modo en que ganamos y gastamos nuestro dinero", para destinar más recursos a las actividades que preparan el futuro: "Investigación, innovación y formación".

Los sindicatos recelan de los aires liberales que corren por Europa y creen que la solución pasa por un mejor reparto del trabajo. "La respuesta es un cambio estructural en las formas de organización del trabajo, con periodos intermedios de formación y más vacaciones", argumenta Antonio González, economista del Instituto Sindical de Estudios de UGT. "La vía estadounidense es limitada cuantitativamente, por su impacto en las rentas y en la demanda de consumo", añade. "Hay que enfrentar se al hecho de que el trabajo es escaso y que la creación de empleo más precario y de baja calidad ofrece pocas perspectivas a largo plazo y no supone ningún avance social". Marcos Peña coincide con este sindicalista en criticar que el empleo del tipo que se crea en EE UU "no socializa ni enriquece a la sociedad".

"Mejores trabajos"

Quizás por este motivo y también respondiendo a sus promesas electorales de proporcionar "mejores trabajos", el presidente Bill Clinton ha organizado una cumbre internacional dedicada al empleo para el próximo mes de febrero. Clinton se ha comprometido a crear ocho millones de empleos hasta 1997 en su plan de reactivación, aprobado a mediados de año. El economista estadounidense Robert Kuttner señalaba recientemente en un artículo en el Herald Tribune que el debate estadounidense y el europeo pueden converger: "Para recuperar el pleno empleo, necesitamos flexibilidad, pero no del tipo que impone la jungla del mercado. Necesitamos formación y aprendizaje antes que subsidios de paro. Y para dar empleo a estos trabajadores preparados hay que reivindicar políticas más activas de inversión pública".

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