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Clinton despacha seis barcos de guerra a Haití para garantizar el bloqueo contra el Gobierno militar

Antonio Caño

El presidente norteamericano, Bill Clinton, ordenó ayer el envío de seis buques de guerra a las costas de Haití para garantizar que se cumple el bloqueo total sobre ese país, que entrará en vigor a partir de pasado mañana. Clinton, que reiteró su firme, intención de restaurar la democracia en Haití de la mano del presidente Jean-Bertrand Aristide, decidió también destacar una compañía de Infantería a la base estadounidense de Guantánamo (Cuba), a pocas millas de Haití, por si fuera necesaria su intervención en algún momento. De momento, la junta golpista de Raoul Cedrás se resiste a ceder el poder.

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"Nuestro propósito será el de impedir que todo el material prohibido y todas las mercancia que están sujetas a embargo puedan entrar a Haití", dijo el presidente norteamericano en una conferencia de prensa.Con estas medidas, anunciadas después de una reunión del presidente con sus asesores de seguridad, Bill Clinton considera que puede ser suficiente para obligar a los militares haitianos y a su líder, el general Raoul Cedrás, a cumplir con el acuerdo que firmaron con Aristide. Según los términos de ese pacto, Cedrás debía haber presentado su dimisión ayer.

El presidente norteamericano dijo que, además de cumplir con el embargo decidido el jueves por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Washington impondrá otras sanciones unilaterales sobre el régimen haitiano, como la cancelación de los visados y la congelación de las cuentas de los colaboradores del general Cedrás.

Tres de los barcos que ya zarparon con rumbo a aguas haitianas van armados con misiles de crucero. Los otros son dos fragatas ligeras y un destructor más. El presidente no precisó el número de soldados a los que se ha puesto en estado de alerta en Guantánamo, aunque un funcionario del Pentágono cree que se trata de una fuerza de 150 marines.

Una de las misiones posibles de esos hombres sería la de acudir en rescate de la colonia de un millar de norteamericanos que se encuentra en Haití, en el caso de que las vidas de éstos peligraran. Clinton admitió que uno de los objetivos de esta decisión es "garantizar la seguridad de los norteamericanos".

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El asesinato el jueves del ministro de Justicia, Guy Malary, un hombre de Aristide, desencadenó un clima de tensión e inseguridad en Puerto Príncipe con el que general Cedrás se excusó para permanecer en su puesto. Cedrás había puesto anteriormente como condición para su salida que el Parlmento aprobara una ley de amnistía para todos los militares que participaron en el golpe de 1991.

En las circunstancias actuales parece lejana la posibilidad de que Aristide pueda volver a Puerto Príncipe para reasumir su cargo. El presidente hatiano pidió desde su exilio en Washington que la unidad de marines que se encarga de la protección de la Embajada norteamericana en Haití dé protección también a los ministros del Gobierno, fiel a Aristide.

El portavoz del presidente hatiano, el abogado Michael Barnes, informó que la misma solicitud había sido presentada a los otros tres miembros del grupo de amigos de Haití: Francia, Canadá y Venezuela. Barnes dijo que esta llamada de auxilio pretende salvar la vida de hombres "que están en serio peligro" en Puerto Príncipe.

Implicación militar

El Gobierno norteamericano, que tiene abierta la herida de Somalia, es muy reacio a implicarse militarmente en un conflicto de desenlace tan imprevisible como el del cuerno de África. Las medidas anunciadas ayer parecen ser lo máximo a lo que Clinton, que desde el comienzo de su mandato hizo del caso de Haití un reto personal, está dispuesto a llegar por el momento.

Uno de los problemas de la situación actual es que, aunque Cedrás permita finalmente que Aristide regrese a la presidencia, ¿quién se va a encargar de la seguridad personal de Aristide? El presidente retornaría a un país en el que su propio Ejército y su propia policía serían sus enemigos. La única posibilidad de garantizar su vida sería, como estaba previsto en el Acuerdo de la Isla del Gobernador, la de desplegar en Haití una fuerza multinacional. Pero, después de lo ocurrido, ¿serían suficientes unos centenares de instructores para formar una nueva policía o Estados Unidos y sus colaboradores en este conflicto tendrían que aportar fuerzas de combate? Un montón de interrogantes que convierten hoy la crisis en una verdadera prueba sobre la capacidad de liderazgo internacional de Bill Clinton.

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