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Persiste el riesgo de guerra en Nicaragua pese al final féliz de la crisis de los rehenes

Antonio Caño

Aquello parecía la celebración de una gran victoria nacional. Los sandinistas se abrazaban felices como si acabaran de derrotar a la tiranía somocista, los miembros del comando de Donald Mendoza daban vivas a Sandino y a la Revolución, absolutamente convencidos de que habían salvado la dignidad nacional. La crisis de los rehenes en Nicaragua se ha saldado de forma pacífica pero ha puesto en evidencia la fragilidad del Gobierno y la caótica situación del país. Al borde de la media noche, los secuestrados abandonaban su lugar de reclusión formando un improvisado desfile tras la enseña patria.

Quien no conociera este país pensaría que la pequeña familia nicaragüense volvía a estar reconciliada. Pero inmediatamente el vicepresidente, Virgilio Godoy, uno de los rehenes, vino a poner las cosas en su sitio: "Aquí hay dos grandes perdedores, los que perdieron las elecciones de 1990 (los sandinistas), y el Gobierno, que no dio en ningún momento muestras de saber imponer su propia autoridad".El doble secuestro se saldó de forma pacífica después de una semana de gran tensión, pero el resultado final tampoco es para que el Gobierno tire las campanas al vuelo. Al comando de Quilalí, que fue el primero en soltar a sus rehenes, se le permite quedarse en las montañas con sus armas, e incluso se le garantiza que el Ejército se mantendrá a varios kilómetros de distancia de las posiciones que los recontras tienen en el área de El Zúngano, en el norte. Las autoridades incluso se comprometieron con el jefe de este comando, José Ángel Talavera, El Chacal, a que el próximo mes de septiembre se reanudarán conversaciones para estudiar sus exigencias.

Respecto al comando de Managua, integrado por antiguos miembros del Ejército Popular Sandinista, el Gobierno ha accedido también a garantizarles a todos su seguridad o su salida del país. "Aquí no se tiene amarrado a nadie. Si se quiere ir donde quiera, que lo diga y con mucho gusto buscamos el país para ver si lo quiere recibir", dijo la presidenta Violeta Chamorro, que regresó al país cuando la crisis ya había sido resuelta, refiriéndose a la posible salida al extranjero de Mendoza. El problema fue que ningún país quiso recibirlo y, por ello, Mendoza optó por refugiarse también en las montañas y sumarse a las fuerzas insurgentes que manda el cabecilla pro sandinista, Pedrito el Hondureño, responsable del levantamiento de Estelí, a finales de julio, que se saldó con casi 50 muertos. Anoche se esperaba en el aeropuerto de Managua el helicóptero en el que Mendoza y sus hombres serían trasladados a las montañas.

Acuerdo nacional

Resuelto chapuceramente este episodio, todos los políticos, sobre todo desde el Gobierno y sus aliados sandinistas, se precipitaron a reclamar un gran acuerdo nacional que permita sacar al país del caos político y económico en que se encuentra, y que ayude a evitar una nueva guerra civil.La presidenta Chamorro aseguró que "nunca es tarde" para iniciar un diálogo, y expuso la disposición de su Gobierno a "encontrar soluciones en unidad de todos". Estas declaraciones ratifican la oferta hecha por el ministro de la presidencia, Antonio Lacayo, de integrar a la UNO -los vencedores de las elecciones, pero excluidos después del Gobierno-, en un gran acuerdo nacional.

Dentro del sandinismo hay dos posiciones al respecto. Por un lado, la del ministro de Defensa, general Humberto Ortega, que teme que un acuerdo de ese tipo exiga que ruede su propia cabeza. Por otro lado, están los sandinistas moderados, representados por el ex vicepresidente, Sergio Ramírez, quien ayer pedía que todos los políticos del país se sienten de inmediato alrededor de una mesa "para trabajar sin descanso hasta alcanzar un acuerdo nacional". Advirtió que si no se hace esto, toda la clase política del país será responsable de "la catástrofe que se cierne" sobre las cabezas de los nicaragüenses. Ramírez quiso romper abiertamente con sus compañeros de partido que simpatizan con los secuestradores de Managua -cuya vinculación al ejército es dificil de esconder-, y aseguró que "poner manos arriba a personas de buena voluntad en la propia mesa de negociaciones, es un caso de terrorismo sin excusas, una traición desalmada, y no ninguna muchachada".

Dos de los principales actores de la situación política en estos momentos, Virgilio Godoy y Alfredo César, grandes vencedores de esta crisis, fueron muy prudentes en sus primeras declaraciones sobre las posibilidades de este acuerdo nacional.

Héroes en calzoncillos

La crisis de los secuestros ha dejado, al menos temporalmente, dos nuevos héroes en Nicaragua: el vicepresidente, Virgilio Godoy, y el líder parlamentario Alfredo César, cuya, foto, en calzoncillos, ante la ventana de la sede de la Unión Nacional Opositora, quedará grabada en la historia.Tanto Godoy como César son dos antiguos aliados de la presidenta Violeta Chamorro, que se pasaron a la oposición al profundizarse la alianza del Gobierno con los sandinistas. La trayectoria de ambos es, sin embargo, muy diferente. Godoy, de 59 años de edad, es un político de mucha mayor

coherencia y con menos ostensible ambición de poder. Colaboró con los sandinistas tras la revolución y llegó a ser ministro de Trabajo, cargo que dejó en 1984, cuando el Gobierno de entonces organizó unas elecciones de las que se vieron excluidos los partidos de la oposición. Desde entonces permaneció en Managua al frente de su Partido Liberal Independiente.

Alfredo César, de 42 años, también colaboró con los sandinistas al principio, pero al abandonar esa fuerza se pasó al grupo donde parecía decidirse el poder en aquellos momentos, la contra financiada por Estados Unidos. Vivió exiliado y llegó a formar parte del directorio de la Resistencia Nicaragüense, una organización con más de 20.000 hombres armados.

Virgilio Godoy tuvo una intensa participación en la última campaña electoral. César se sumó a ese tren cuando ya estaba en marcha y obtuvo el importante puesto de presidente de la Asamblea Nacional.

Virgilio Godoy fue el primer político del país que aseguró que la alianza entre el ministro de la Presidencia, Antonio Lacayo, y el ministro de Defensa, Humberto Ortega, suponía una violación de la voluntad popular.. Enseguida denunció la influencia sandinista sobre Violeta Chamorro y empezó a actuar como portavoz de la oposición.

Alfredo César, que llegó al Gobierno de la mano de su cuñado Lacayo, rompió con él cuando comprendió que nunca llegaría a ser candidato presidencial porque ese puesto se lo tenía reservado para sí el propio hombre fuerte del actual Gobierno.

Ideológicamente, Godoy está situado más a la derecha que César. El sector liberal que dirige está emparentado, aunque varias décadas atrás, con el partido tradicional de los Somoza. Actualmente, Godoy es uno de los más agresivos políticos antisandinistas y uno de los más reacios a la hora de aceptar a Humberto Ortega y olvidar los pecados sandinistas de los últimos años.

Alfredo César siempre ha preferido considerarse en la esfera de la socialdemocracia. Incluso ha tenido contactos en varias ocasiones con representantes del PSOE. Nunca ha sido, sin embargo, capaz de crear una fuerza política de peso. Sus posibilidades de ser candidato presidencial dependen fundamentalmente de la suerte. Las opciones de Virgilio Godoy de ser el próximo presidente nicaragüense están bastante más fundamentadas.

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