Nigeria al borde del abismo
El paso atrás de Babangida en el proceso democrático evoca el fantasma de la guerra civil y hace cundir el pánico
Cuando Moshood Abiola se aventura a salir del enorme recinto que le sirve de hogar y de oficina en el norte de Lagos, lo hace con la pompa y la seguridad que corresponden a un presidente. Una escolta de coches con sirenas e intermitentes le abre camino a través del intenso tráfico de Lagos, y los guardaespaldas se aseguran de que los admiradores entusiastas no empujan a su héroe. Durante una visita reciente a Ibadan, la segunda ciudad de Nigeria, Abiola fue reverentemente presentado como "el señor presidente", y una multitud de seguidores coreaba: "A quien Dios da su apoyó total, ningún simple ser humano puede derribar".Claro que Abiola, de 55 años, un genio de los negocios con un toque populista, no es presidente de Nigeria, ni siquiera presidente electo, a pesar de que ganó unas elecciones el 12 de junio que, en opinión de casi todo el mundo, fueron las más limpias y justas en la historia de su país. La presidencia sigue en manos, de Ibrahim B. Babangida, de 51 años, el general que en 1985 dio un golpe que derrocó al anterior régimen militar y que desde entonces ha pospuesto repetidamente el regreso al orden democrático. Once días después de las elecciones, Babangida anuló la victoria de Abiola, decretó que los tribunales no eran aptos para llevar a cabo una revisión del escrutinio y empezó a cerrar los periódicos y las revistas que criticaban sus acciones.
Incertidumbre y alarma
La lucha entre el presidente y el hombre elegido por un 58% de los votantes para sustituirle ha hecho que la incertidumbre y, cada vez más, la alarma se extiendan por la nación más poblada de África. "Nos balanceamos al borde de un abismo cuya profundidad ignoramos, porque ni siquiera podemos ver el fóndo", dice Wole Soyinka, el novelista que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1986.Abiola es un empresario que nació pobre y empezó a ganar millones después de crear una cadena de empresas rentables, incluida una editorial. Tras amasar una fortuna, se convirtió en un filántropo: a lo largo de los años envió a más de 2.500 estudiantes a la universidad, contribuyó a numerosas obras benéficas y fue mecenas del deporte. "Abiola no es el empresario más inteligente, ni siquiera el más limpio que haya conocido", dice un banquero de Lagos, "pero tiene un buen corazón".
De Babangida se decía más o menos lo mismo cuando llegó al poder, hace ocho años. En público se mostraba encantador, y dio algunos pasos hábiles, como poner en libertad a presos políticos, animar a los intelectuales e incluso dar a la prensa un cierto grado de libertad. Según Soyinka, "Babangida se malmetió a la gente en su bolsillo". El general también diseñó un ambicioso proyecto de reforma basado en el libre mercado, decidido a corregir algunos de lo s problemas que surgieron a raíz de la expansión que experimentó el país en la década de los setenta y principios de los ochenta, cuando Nigeria malgastó gran parte de los ingresos del petróleo y acumuló una deuda exterior de más de 20.000 millones de dólares. Con la ayuda del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, consiguió una reestructuración de la deuda, reformó el sistema bancario, llevó a cabo una necesaria devaluación de la naira y logró algunos avances en la reforma agraria. Sin embargo, no redujo los gastos del Gobierno e hizo poco o nada para poner fin a la corrupción, una plaga que infecta todos los niveles de la Administración. Un experto extranjero calcula que aproximadamente 2.000 millones de los 9.000 millones de dólares que el país ingresa anualmente por la venta de petróleo se filtra fuera del banco central y gotea en las cuentas de políticos y sobornadores.
Hacia 1990, el proyecto de reforma de Babangida empezó a venirse abajo debido a la mala gestión del Gobierno y a la falta de austeridad. A lo largo de los tres años siguientes, la inflación se disparó, y el valor de la naira cayó en picado. Una importante clase media de profesionales y funcionarios se empobrecía, mientras que los constructores y financieros prosperaban. "Ya no hay clase media en Nigeria", dice John Adeleke, un abogado el World Trade Center de Nigeria, sólo gente muy rica y masas de gente muy pobre".
Colapso de la economía
Muchos nigerianos se sienten furiosos por el colapso de la economía. "Todo lo de valor de lo que los nigerianos se sentían orgullosos se ha ido al garete con el Gobierno militar", dice Baba Gana Kingibe, candidato a vicepresidente con Abiola. Para acallar las críticas, Babangida anunció un programa político de cinco anos que finalizaría al mismo tiempo que su mandato, en diciembre de 1992, pero no dejó de ajustar el calendario, y acabó posponiendo la fecha de su retirada hasta el 27 de agosto de 1993. Luego, después de haber dado su conformidad a los candidatos y de haberles ayudado a escribir sus programas políticos, se negó a aceptar los resultados de las elecciones del 12 de junio.El porqué Babangida se volvió contra Abiola sigue siendo un misterio. "Éramos amigos", dice Abiola. "Fui a hablarle en cinco ocasiones para asegurarme de que tenía intención de dejar el cargo. Yo no le empujé. Él dijo que se iba".
Babangida justifica la anulación diciendo que hubo irregularidades que invalidan el escrutinio. "La mayoría de las razones que cita como excusas son completamente falsas", dice Olusegun Obasanjo, ex general y ex presidente, que en 1979 impuso el régimen civil en el país.
Fueran cuales fueran las razones del presidente, ha perdido el apoyo de su pueblo. Aunque a los nigerianos les preocupa la posibilidad de la guerra civil, está claro que quieren que el soldadopresidente se marche.
A finales de semana, Babangida llegó a un compromiso con los dos partidos de oposición para instaurar un Gobierno provisional. Pero teniendo en cuenta el historial de promesas rotas de Babangida sobre la transición a la democracia, Abiola y otros siguen escépticos. Hasta que el general cambiara de rumbo, sin embargo, el avance hacia la democracia se consideraba representativo de una tendencia en África.
Varias naciones africanas han intentado deshacerse de los ejércitos opresivos o de regímenes unipartidistas. Aunque en algunos países, como Mal¡ y Nigeria, la iniciativa ha triunfado, en otros, como Congo, Malaui y la República Centroafricana, ha fracasado. "La sensación en África", dice Soyinka, "es que, si la transición democrática fracasa en Nigeria, será un desastre para todo el continente".
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