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Tribuna
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Grandezas y miserias del Sistema

Andreu Missé

Tras 15 meses de tormentas financieras cada vez más graves e incontrolables, Europa se rindió finalmente el pasado fin de semana ante la evidencia de que el SME era insostenible en su esquema vigente. Pero ¿cómo un modelo ideado para lograr la estabilidad de tipos de cambio, facilitar el comercio y el progreso, se había convertido en paradigma de las fluctuaciones y desequilibrios y en campo abonado de los especuladores?.El modelo dejó de funcionar cuando no respetó sus propias reglas. El mecanismo preveía, ya desde 1979, pequeñas bandas de fluctuación de las monedas y ajustes periódicos de los tipos de cambio, según la evolución de cada economía. En cuanto dejaron de aplicarse estas correcciones y los tipos de cambio se convirtieron prácticamente en fijos, el sistema se transformó en un mecanismo perverso. Los especuladores apostaban sobre seguro contra las monedas débiles sabiendo que el país atacado saldría en su defensa hasta agotar todas las reservas. Es lo que llamaban "tirar a pichón parado" en una guerra desigual entre los 150 billones de pesetas que mueve el mercado y unos bancos centrales que apenas manejan (con escasa coordinación) una tercera parte. El balance de esta etapa debe recordar también los frutos cosechados mientras el mecanismo funcionó bien. Durante años, el SME facilitó la integración comercial y financiera de Europa: impulsó su crecimiento. Redujo. las trabas para que el ahorro acudiera donde más falta hacía y, por tanto, permitió el desarrollo de muchos proyectos de inversión. Durante los años de crecimiento, 1986-1989, un tercio del aumento del PIB español, por ejemplo, fue fruto de las inversiones extranjeras.

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Esos mismos beneficios de la integración financiera engendraron a su vez la semilla de su destrucción. La tendencia a igualar los tipos de interés -fruto de la integración y cooperación financiera- impidió aplicar políticas fiscales distintas a países con situaciones económicas diferentes.

Los economistas detectaron estas trabas antes de que saltaran los problemas políticos. Las dificultades económicas se agudizaron por las políticas derivadas de la caída del muro de Berlín.. El. Gobierno alemán unificó el país aplicando un tipo de cambio político (un marco occidental por uno oriental), cuando el cambio real se acercaba a uno por ocho. Esta heterodoxia de Helmut Kohl -que no de la posterior actuación del Bundesbank-, se agravó con el plan de reconstrucción de la antigua RDA. Bonn incurrió en un fuerte déficit público para equipar su país y se le disparó la inflación. Todo ello se agravó por el fin del ciclo económico y la recesión. Así, la contradicción entre una Francia en declive y una Alemania con inflación se hizo explosiva. El Bundesbank, ajeno a consideraciones políticas, hizo frente a los altos precios con elevados tipos de interés. Pero el vínculo del SME impedía a Francia bajar los suyos. Los especuladores veían la contradicción y actuaban en consecuencia. Aflojado el vínculo con bandas del 15% y desarmados los especuladores, los Gobiernos pueden olvidarse de momento de la obsesión por el tipo de cambio y poner manos a la obra, coordinando rebajas de tipos de interés para superar la recesión.

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