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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La 'solución final'

EL AGRAVAMIENTO de la guerra en la antigua Yugoslavia y la suerte cada día más trágica de los pueblos que la protagonizan ponen de relieve el encadenamiento de fatalidades en las que incurrió la comunidad internacional desde el principio de la cuestión, hace ahora dos años. Cada día que pasa acerca un poco más una solución final en tres fases: la culminación de la limpieza étnica de los musulmanes bosnios; la desaparición de Bosnia-Herzegovina y su reparto entre Croacia y Serbia, y, finalmente, la extensión de la guerra serbia de conquista a Kosovo y Macedonia, con el consiguiente riesgo del estallido de una guerra en los Balcanes.Puede argüirse que la guerra civil en la que por el momento sólo participan serbios, croatas y bosnios llevaba décadas o siglos gestándose; puede afirmarse que la Comunidad Europea y Estados Unidos han pecado de falta de energía o de simple imprevisión; incluso puede pensarse que todo empezó a causa de las ambiciones hegemónicas de Alemania o por culpa de los miedos que producía la repentina desintegración del mundo socialista. Es más que probable que todas estas causas juntas configuren la lamentable situación de la zona. Sea como fuere, la suerte que corren aquellas poblaciones indefensas ha llegado a un punto tal que, lejos de ser ya una cuestión de conciencias colectivas, constituye una agresión diaria a los sentimientos de culpa de cada individuo.

¿Qué más se puede hacer? Es obvio que la guerra de Bosnia-Herzegovina ha acabado con el mito de la política exterior de la CE: sin coerción para imponerla, sin voluntad de armonizar las filosofías de cada miembro, sirve sólo para tiempos de paz. Lo que es más, el proyecto político de la Europa comunitaria está resultando seriamente dañado. Esto no quiere decir que la solución esté en el uso de la fuerza. Separar a los contendientes e imponer la paz implicaría el envío de un ejército de un mínimo de 250.000 hombres con voluntad de permanencia y evidentes riesgos físicos. Por otra parte, una acción agresiva de Washington -que lleva meses ofreciendo castigar a los serbios desde el aire- no resolvería ya nada: la pérdida de credibilidad de las amenazas es tal que el presidente serbio, Milosevic, o el croata, Tudjman, desprecian unas presiones que no sirven para disuadirles ni un ápice de sus planes.

Aunque le da vergüenza reconocerlo, la CE desearía, sin duda, establecer un cordón sanitario en torno a la ex Yugoslavia para impedir la extensión del conflicto. Se reconocería así que el odio entre serbios, bosnios y croatas es insuperable. No quieren dejar de entrematarse, a menos que los musulmanes bosnios estén dispuestos a rendirse, lo que conduciría a su liquidación y también al desencadenante de la extensión del conflicto con una mayor intervención de países afines, como Irán; de todos modos, rendidos ellos, la lucha se renovaría entre croatas y serbios.

Hoy se dice que el empeño de muchos miembros de la comunidad internacional en oponerse a la desmembración de Yugoslavia cuando, con el apoyo y la presión de Alemania, el hecho era inevitable, exacerbó los odios interiores y produjo el estallido. Pero quizá la desmembración incontrolada fue también Culpable de la guerra, igual que la de la Unión Soviética lo es de los conflictos de nacionalidades en su antiguo territorio. Se hace hincapié en la actualidad en la debilidad y desidia de la CE a la hora de ocuparse del conflicto, pero también sería justo destacar que es imposible acabar con una guerra si no se participa en ella. No puede negarse que la CE y después la ONU convocaron una conferencia de paz y, tras su fracaso, plantearon sucesivos planes de solución política y forzaron decenas de altos el fuego; es decir, fue ineficaz, pero en absoluto pasiva. No puede negarse que se han enviado observadores, cascos azules, algunos de los cuales dejaron su vida en la distribución de la ayuda humanitaria internacional; pero los hechos son indiscutibles y crueles: 140.000 muertos, 70.000 heridos graves, 3 millones de refugiados, 2,5 millones de personas sin agua..., ¿qué más puede hacerse?

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