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El cultivo de la propia piel a partir de una muestra salva la vida a un niño quemado

"¿Sabes que me han puesto piel de la mía?", comentaba el pequeño Fernando Romero a una enfermera. Con sólo seis años, un accidente le produjo quemaduras en el 80% de su cuerpo. Pero gracias a nuevas técnicas quirúrgicas y de regeneración de la propia piel mediante cultivo en laboratorio, no sólo ha conseguido salvar su vida, sino también la posibilidad de vivir sin secuelas. En el último año, otros dos casos infantiles como te han sido tratados en el hospital La Paz, de Madrid, y unas 250 personas en todo el mundo desde finales de 1991 con el mismo procedimiento.

El primer tratamiento de quemaduras mediante placas de piel cultivada del propio paciente se realizó en Boston en 1990. Allí hay un laboratorio especializado, similar al existente en la ciudad italiana de Génova, con el que trabaja el equipo de cirugía infantil de La Paz. El milagro consiste en que, mediante técnicas muy avanzadas, se pueden conseguir 3.000 o 6.000 centímetros cuadrados de piel humana a partir de una muestra del propio paciente no mayor de dos centímetros cuadrados.Así se hizo en el caso de Fernando Romero, un niño oriundo de un pequeño pueblo de Cáceres que se quemó jugando en una hoguera. Las quemaduras alcanzaron al 80% de su cuerpo, lo que significa que, de no haberse utilizado una técnica como la descrita, sus posibilidades de sobrevivir habrían sido casi nulas. Los artífices han sido los doctores Zoraida Ros y Juan Carlos López, médicos adjuntos del Servicio de Cirugía Infantil del hospital La Paz, de Madrid.

Como describen los cirujanos, el proceso comienza en las 24 horas inmediatas al accidente, cuando se recoge una muestra de la piel del niño que no ha resultado quemada, de un tamaño de dos centímetros cuadrados. Inmediatamente, se envía a los laboratorios Cellife, instalados en la ciudad de Génova. El equipo quirúrgico de Madrid calcula la cantidad que será necesaria en función de la superficie corporal quemada. "Desde el laboratorio nos van informando de cómo va el proceso. En estos casos, el tiempo que se tarda es sólo de tres semanas, porque la velocidad de crecimiento de la piel es inversamente proporcional a la edad del niño", indica Zoraida Ros.

60 láminas

Transcurrido este tiempo, llegó a La Paz, por avión, el material solicitado, que en este caso eran 3.000 centímetros cuadrados de piel del propio Fernando Romero. Con esta primera cantidad se prodía recubrir hasta el 50% de su cuerpo quemado. La nueva piel es una finísima película que se traslada adherida a unas gasas de 5 centímetros de ancho por 10 de largo, y con estas mismas gasas se coloca. En total constituían 60 láminas.

La más leve manipulación, el mínimo roce puede destrozar la piel conseguida; por ello, las láminas viajan en una pequeña nevera, que transporta en persona un técnico del laboratorio italiano.

La piel es la primera barrera del cuerpo humano frente a las infecciones. Por tanto, su pérdida en grandes proporciones entraña un riesgo considerable para la vida. "El niño aún tenía un 20% de su superficie cutánea sana, pero era totalmente insuficiente para hacer frente a la parte dañada", explica Juan Carlos López.

Durante las tres semanas de espera se desarrolla "lo más dificil del proceso", aseguran los médicos. Hay que preparar el cuerpo del niño para recibir la nueva piel. "Le metemos en quirófano aproximadamente cada cinco días para ir limpiando toda la superficie quemada y recubrirla posteriormente con apósitos temporales", explican. Estos apósitos pueden ser sintéticos o de piel de cadáver congelada, procedente de bancos de donantes. "Siempre se produce una reacción de rechazo, pero lo que intentamos es ir ganando tiempo hasta que llega la piel del niño".

Todo un equipo está pendiente del niño durante estas semanas- La mínima infección es mortal. Cuando, finalmente, llega la piel, se va colocando con la gasa incluida como si se tratara de un rompecabezas, placa con placa, en las piernas, brazos, tórax y abdomen del pequeño. La gasa queda hacia eI exterior, lo que permite en un plazo de 10 días volver a intervenir al pequeño para levantaras suavemente con una pinza. La película de piel que llevaba adherida ya se habrá quedado sujeta a los tejidos.

Durante todo el periodo, el niño permanece vendado, incluso algunos meses después de ser dado de alta en el hospital, porque, al ser tan fina la nueva piel, cualquier arañazo puede destruirla o producir ampollas. El margen de seguridad se establece en tres meses.

Vida normal

Según estudios realizados en EE UU, país pionero en este procedimiento, a los cinco años la fina película de piel implantada se convierte en una piel absolutamente normal con todas sus capas celulares. Sin duda, a Fernando le quedará alguna cicatriz como secuela de su accidente, "pero socialmente se va a integrar perfectamente", confirman sus médicos.

Otros dos casos similares a éste se han tratado en La Paz. El primero, en junio de 1992, era una niña que, desafortunadamente, falleció a causa de las propias quemaduras. El segundo niño, tratado en el mes de septiembre del mismo año, se recupera hoy perfectamente en su domicilio.

Los cirujanos dejan por sentado que la vida no tiene precio, pero el coste de este tratamiento es de unas 60.000 pesetas por cada lámina de piel. En el caso de Fernando, sólo el cultivo habrá costado algo más de tres millones de pesetas. Aparte se contabiliza el esfuerzo hospitalario y del equipo interdisciplinar, que tienen que controlar desde su dieta hasta los más leves indicios de fiebre, que pueden dar al traste con todo el complicado proceso. Con todo, el precio final es inferior al de un trasplante de órganos y, además, como recalcan los doctores, ésta era su única posibilidad de sobrevivir.

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