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Un documento de Chabrol sobre la Francia del general Petain desata duras polémicas

"El ojo de Vichy" muestra que el colaboracionismo con Hitler todavía es una herida abierta

Como las heridas mal cicatrizadas, la ocupación alemana en los años de la III Guerra Mundial es un costurón que sigue doliendo en la memoria histórica de los franceses. El régimen de Vichy, la figura colaboracionista con Hitler del general Petain, la Resistencia, forman un mundo en el que es difícil hacer luz sin que alguien se sienta incómodo. El ojo de Vichy, película de montaje de Claude Chabrol que la semana pasada se estrenó en París, es el mejor ejemplo, La polémica que han creado sus imágenes es más intensa que casi todos los asuntos que tratan los políticos en esta mortecina campaña electoral, primera en que no hay vallas publicitarias, ni pasquines, ni anuncios en los medios de comunicación.

ENVIADO ESPECIAL, Claude Chabrol hizo tina apuesta arriesgada al diseñar esta película: montar un largometraje únicamente con materiales de propaganda del Gobierno de Vichy los No-Do franceses de aquella época sin dar entrada en la pantalla a otros materiales filmados que dieran el contrapunto para equilibrar el resultado final.La película, en la que han colaborado los historiadores Robert Paxton y Jean Pierre Azéma, advierte en su comienzo que no muestra a Francia "tal como era, sino como Petain y sus simpatizantes quisieron que la viésemos". El resultado es un impresionante testimonio sobre el régimen colaboracionista y filonazi que existió en Francia entre 1940 y 1944, con la fuerza de saturación emocional que tienen casi dos horas de documentales de propaganda bélica y política.

Entre los curiosos originales rescatados por Claude Chabrol para este documento de montaje se encuentran, por ejemplo, unos dibujos de propaganda alemana en los que Mickey Mouse, el Pato Donald y Popeye, a los mandos de bombarderos aliados, destrozan una vivienda francesa en la que sus ocupantes escuchaban la radio de Londres. La película ofrece un visión terrible, que muchos querrán olvidar y casi nadie asumir, por lo que las críticas no se han hecho esperar.

Las objeciones contra el filme han venido por todos los lados, tanto de la derecha como de la izquierda, y han coincidido en el mismo punto: la película es, tanto para el crítico del diario comunista L'Humanité como del conservador Le Figaro, "ambigua", ya que, en opinión de ambos, existe el riesgo de que los espectadores sin formación histórica o política no comprendan aquella época o, peor aún, que encuentren alguna lógica en los argumentos petenistas.

El fantasma de una culpa

El escritor y periodista Jean Daniel, director del semanario Le Nouvel Observateur, en una carta abierta a Claude Chabrol, afirma que éste es un filme 'fallido". Y añade: "Esta película, a menudo insoportable a mis ojos, padece, de entrada, de una falta total de edición. Editar, en nuestra jerga periodística, quiere decir valorar, subrayar, poner en perspectiva". Como resultado de ello, la película produce, a juicio de Jean Daniel, sentimientos de una ambigüedad desarmante, malsana y a veces enervante".La película llega a las pantallas cuando todavía está vivo el debate suscitado por la publicación de un libro de Thierry Wolton -Le grand recrutement- en el que se afirma. que Jean Moulin, héroe de la Resistencia francesa, era, además, un agente soviético. El libro, que basa su información en documentos recientemente encontrados en unos archivos guardados en Moscú de los interrogatorios a los que se sometió a Leopold Trepper, director de la legendaria Orquesta Roja -una de las redes de espías al servicio de Moscú durante la II Guerra Mundial, ha sido descalificado por lo más granado de los historiadores de la Resistencia.

Claude Chabrol, en una entrevista concedida al diario parisiense Libération, afirma que ha hecho esta película porque los franceses "se sienten culpables por no tener una metralleta y tres granadas en los bolsillos. Y la mayoría de los franceses se comportó de una forma correcta". El cineasta añade: "Hubo cien mil colaboracionistas, cien mil héroes y 39 millones entre unos y otros. Y al menos 21 millones hicieron algún gesto, aunque fuera pequeño". Y concluye el cineasta: "Quería decir (a los franceses) de una vez por todas: no caigan en la farsa petenista, no se sientan culpables".

Pero el fantasma de la culpa sigue vivo. La película de Claude Chabrol es un desafío a la amnesia que las sociedades guardan para sus periodos más negros, pero también es una inquietante mirada a los actuales simpatizantes del mariscal Petain.

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