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De los yates a los pucheros

Miguel Ángel Villena

Miles de lujosos yates permanecen anclados en los muelles de Zadar. Pero nadie se ha hecho a la mar con ellos desde hace tres años. Decenas de miles de refugiados los contemplan boquiabiertos. Los hoteles que albergaron a los ricos turistas alemanes sirven ahora de albergue de penas. Mujeres campesinas, niños sin escuela y ancianos sin rumbo deambulan a todas horas por los vestíbulos y por las plazas tratando de olvidar su tragedia.Largas colas de gentes sin hogar se forman todas las mañanas junto a la plaza mayor de Zadar en busca de la ración de comida que reparten las organizaciones humanitarias, mientras los oficiales de Unprofor, con sus inmaculados uniformes, contemplan impertérritos las protestas y los empujones. "Es imprescindible pensar que la guerra no existe. De lo contrario, resultaría insufrible vivir. Por eso los ancianos juegan a la petanca o las mujeres cargan pucheros de comida a todas las horas del día. Sólo la actividad nos permite olvidar". Es el testimonio de Jasmina, una oficinista de Zadar, y madre de dos niños de 12 y 9 años, que resume así el sentimiento de una ciudad de 100.000 habitantes que sólo desea salir a la calle y sentir que la guerra no existe.

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