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Tabú

El cine italiano extrajo de, la derrota de su país una cantera para muchas películas de gran libertad y riqueza, lo que le permitió crear una corriente de obras en ocasiones geniales: desde la portentosa Paisà, de Roberto Rossellini, hasta la comedia Todos a casa, de Luigi Comencini, pasando por decenas de películas que asumieron velozmente los horrores de aquella etapa negra de la historia de Italia.Nada así hay en el cine alemán occidental. Sobre la batalla de Stalingrado sólo hay un intento explícito, pero timido, en 1959: el filme de Frank Wisbar Hunde, wollt Ihr ewig leben?, de escasa entidad, por sus nulos ecos posteriores. Y ocurre esto no sólo en lo que concierne a Stalingrado, sino a la guerra en su totalidad. El cine alemán eludió casi sistemáticamente -cosa sólo comprensible desde el miedo o un sentimiento de humillación solapado bajo ese temor: el mecanismo de un tabú- hurgar en las imágenes de la derrota. Puede haber bajo este silencio una compulsiva necesidad de olvido, pero un vacío gravita y vicia la historia del cine alemán. El olvido se ha convertido en una mancha imborrable.

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Desde 1946

La primera película alemana sobre la derrota es In jenen Tagen, realizada en 1946 por el solvente Helmut Kautner, que se sirve de la vida de un automóvil para contar en episodios la vida berlinesa desde el incendio del Reichstag hasta las ruinas de la posguerra. Es una obra bien hecha, pero que pasa por encima de lo que aparentemente quiere contar y finalmente no cuenta. Otro filme de Kautner es El último puente, de 1954. Más seria es El puente, de Bernhard Wicki, realizada en 1959, pues afronta el abismo de la monstruosa orden dada por Hitler de que fueran niños quienes se encargaran de la defensa de los puentes del Spree ante el Ejército Rojo, en los días de la caída de Berlín.

Cineastas alemanes que rompieron el tabú son Peter Lorre, en el único filme que este gran actor dirigió: Der Verlorene (1951); Wilhelm Pabst en Los sucesos del 20 de julio; Jean-Marie Straub en Nicht Verschont (1965); Joe Heudecker en Proceso de Nuremberg; Alfred Weideneman en Canaris (1954), y Wolfgang Staudte en Die Mörder sind unter uns y Rotation.

Es cine de la antigua República Federal de Alemania. Poca cosa, si recordamos la magnitud de la tragedia y si añadimos que, al mismo tiempo, el cine -dictado y ahogado por la burocracia estalinista- de la ex RDA produjo incontables filmes sobre la guerra de los que no queda una huella, salvo la de su insignificancia estética.

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