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La estatua ecuestre de Franco no es de nadie

Javier Casqueiro

Ni es de nadie ni su perfil es identificado con la persona que gobernó este país 40 años: no tiene inscripción. Desmemoriados, jóvenes o extraterrestres no podrían averiguar hoy quién es el jinete que vestido de capitán general y con un bastón de mando se oculta a los lomos de un caballo de bronce en un lateral de los Nuevos Ministerios, junto al paseo de la Castellana (antes, avenida del Generalísimo). La única estatua ecuestre de Franco expuesta en Madrid no es propiedad de ninguna administración. Se limpia -cuando cuadra- por pudor. Olvidos parecidos ocurren con lápidas o calles.

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Era una máxima de las grises imágenes del No-do. Francisco Franco Bahamonde, ese gallego que ocupó durante cuatro decenios la jefatura del Estado tras la guerra civil, tenía que salir en el noticiero inaugurando pantanos, innumerables edificios oficiales, macrohospitales, grandilocuentes ministerios y en todos los lugares en los que se le programaba una bajada de su blindado y negro Rolls Royce aparecía una lápida con una cortinilla para descorrer.Así debió de ser en todos los lados menos en Madrid. En la capital o no se quiso recrear con su presencia en este tipo de actos o se han borrado prácticamente todas sus huellas en los últimos 17 años, desde que falleció.

En Madrid, cuando se van a cumplir cien años de su nacimiento, no hay catalogada ninguna estatua a pie ni tampoco ningún busto de su Figura. Dos esculturas ecuestres -sus preferidas- se agruparon hasta hace cinco años en escasos cien metros a ambos lados de la Castellana, a la altura de los mastodónticos Nuevos Ministerios que él inauguró.

El caballo del Ramiro

La figura ecuestre situada dentro del Instituto Ramiro de Maeztu en el verano de 1941 -un curso después de abierto el centro- sirvió en los últimos años de la dictadura y primeros de la democracia como morboso blanco de las incontinentes iras escolares. El caballo se pintaba regularmente de verdes colores de protesta, la semblanza del general recibía huevazos ante la irrupción del menor conflicto y la comisura de sus labios soportaba entonces durante semanas cigarros sujetados con chicles.

La dirección del instituto preparó en el curso de 1987 una reordenación de sus calles interiores, oficialmente por problemas de tráfico con los coches y sus miles de alumnos, y decidió quitar la estatua porque estorbaba. La actual directora, María Paz Fando, comenta -según le cuentan sus colaboradores- que se entregó ese verano a la Confederación de Ex Combatientes para que la colocase en un colegio mayor militar.

Luis Valero Bermejo, vicepresidente nacional de la Confederación, niega esta versión: "La pedimos para instalarla en el colegio mayor Mara, donde ya teníamos preparado un sitio, y el gobierno socialcomunista del entonces alcalde Enrique Tierno, con su cultura municipal de vesania y revanchismo, nos lo negó".

¿Cúal es el paradero actual de esta pieza escultórica? Se desconoce. Valero Bermejo destaca su valor artístico y apunta que "un cobarde director [del instituto] y un jefe de servicio municipal arreglaron todo para llevársela, naturalmente una noche a un almacén del Ayuntamiento donde la trocearon con un soplete".

Sobre otros posibles recuerdos de Franco en Madrid, Valero Bermejo se lamentó: "Trata usted de rastrear algo que no existe, El Dorado; aquel Ayuntamiento lo primero que hizo fue quitar el nombre de la avenida del Generalísimo y luego todo lo demás; y si pudiesen borrar 40 años de historia lo harían".

La estatua que todavía permanece en la plaza de San Juan de la Cruz, frente a una de las entradas del Ministerio de Obras Públicas y Transportes no tiene dueño. La esculpió José Capuz para el conjunto del Arco de la Victoria (en Moncloa) pero por expreso deseo del homenajeado no se situó en este emplazamiento. El entonces ministro de la Vivienda, José Luis Arrese, decidió trasladarla, con motivo de las inauguraciones que se prepararon para el 18 de julio de 1959, a un patio interior de su ministerio.

Pocos años después -se desconoce la fecha- la escultura fue movida unos metros, hasta su ubicación actual. El proyecto de reorientación le costó al ministerio cuatro millones, y significó la eliminación de la verja que rodeaba la obra y su implantación en la acera pública. Por este motivo, los responsables actuales del Ministerio de Obras Públicas y Transportes entienden que la escultura es municipal.

El Ayuntamiento niega esta propiedad. El monumento no figura en el inventarlo municipal, ni ha sido restaurado o limpiado por los servicios correspondientes de la Concejalía de Cultura. Ni en la dirección general de Bellas Artes del Ministerio de Cultura ni en la dirección de Cultura de la Comunidad de Madrid hay expediente abierto sobre este evidente "signo externo" o "bien cultural", como debería estar clasificado en cada caso.

No es de nadie pero a veces se limpia. Un portavoz del ministerio reconoce que en ocasiones, "cada mucho tiempo, y más que nada por pudor, porque la llenan de porquería", empleados de este departamento la adecentan.

La inscripción ("Al caudillo de España, creador del Ministerio de la Vivienda") se la llevó el Ayuntamiento hace cuatro años, según Valero Bermejo. Este ex combatiente señala que cuando su confederación organiza algún acto en este lugar y quieren que se limpie piden al Ayuntamiento que lo haga.

Media docena de recuerdos

Madrid conserva apenas seis recuerdos del dictador:

Una estatua (7,5 por nueve por ocho metros): Plaza de San Juan de la Cruz, entrada a Obras Públicas.

Dos lápidas: Ambas en la entrada del actualmente cerrado museo de Carruajes, jardines del Campo del Moro. Las dos, erigidas por el Patrimonio Nacional; una, junto a las antiguas caballerizas reales ("expresión viva su contenido de un mundo que desconoció el apresuramiento. El tiempo empleado en su visita os dará la medida de un goce perdido"); y la otra, que conmemora la inauguración del edificio en junio de 1967 ("en el que se custodian carruajes, guarniciones y enseres utilizados en jornadas y desplazamientos de las personas reales y su corte durante los siglos XVI al XIX").

Dos calles: avenida del Comandante Franco, perpendicular al paseo de La Habana, y calle de Franco, entre Rodríguez Marín y Joaquín Montes Jovellar.

Una plaza: la del Caudillo, junto al Palacio del Pardo.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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