Fabius reclama un tribunal de honor para aclarar su papel en el caso de la sangre con sida
Laurent Fabius, ex primer ministro socialista francés entre 1984 y 1986, ha comprendido que siempre le acompañará la sombra de la sospecha. ¿Sabía o no que en esos años la sanidad pública hizo transfusiones masivas de sangre infectada con sida a miles de hemofílicos? Para despejar esa duda, Fabius reclama un tribunal de honor.
Fabius, que desde el pasado enero es el primer secretario del Partido Socialista francés (PS), afirma: "Veo y vuelvo a ver, de día y de noche, los rostros de los adultos y los niños contaminados, rostros consumidos, obsesionantes". Proclamando que desea curarse de esa pesadilla, el ex primer ministro propone ser juzgado, "lo antes posible", por un jurado de honor compuesto por personalidades científicas y políticas independientes.El reciente ingreso en prisión del doctor Michel Garretta, ex director del Centro Nacional de Transfusiones Sanguíneas (CNTS) y principal culpable de la contaminación, no ha satisfecho el deseo de justicia de las víctimas y sus familiares, ni ha despejado las dudas de la sociedad francesa sobre la responsabilidad en este asunto de los dirigentes políticos, en particular Fabius y la que fue su ministra de Sanidad, Georgina Dufoix.
Desde hace unas semanas, la oposición de centro y de derecha intenta que ambos sean juzgados por la Alta Corte de Justicia, único organismo habilitado para estudiar los posibles delitos cometidos por los miembros del Gobierno durante el ejercicio de sus funciones. Este empeño se ha redoblado desde la condena a cuatro años de prisión de Garretta por un tribunal ordinario.
La mayoría relativa de que todavía dispone el PS en la Asamblea Nacional francesa -cámara que debe dar su luz verde al procesamiento de los ex ministros por la Alta Corte de Justicia- impide que se materialice el deseo de la oposición de ver sentados en el banquillo de los acusados a Fabius y Dufoix.
Justicia o venganza
En un artículo publicado ayer en Le Journal du dimanche, Michel Rocard, el principal presidenciable de los socialistas franceses, se desmarcó de la actitud obstruccionista adoptada hasta ahora por sus correligionarios. "No ser juzgado significa no ser absuelto", escribió.
Declarándose solidario de los hemofílicos envenenados, Rocard añadió: "Cuando no se sacia la sed de justicia, se está atizando el espíritu de venganza". Rocard propuso la aprobación de una ley que conceda a los jueces de instrucción la posibilidad de enviar a los dirigentes políticos a la Alta Corte de Justicia.
Mientras continúa la polémica sobre las responsabilidades de los dirigentes socialistas en el escándalo de la sangre contaminada, éste adquiere dimensión internacional.
El pasado sábado se supo que el Instituto Mériux, de Lyon, exportó en 1985 a 11 países los mismos productos sanguíneos que contaminaron a los hemofílicos franceses. Alemania, Italia, Portugal, Grecia y varios países del Magreb y el Oriente Próximo recibieron de ese instituto sangre que no había sido analizada para saber si contenía el virus del sida.
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