No hay lata
AUNQUE TODO parece indicar que ha sido un caso aislado -un único producto en mal estado- y no una partida o lote, la respuesta al brote de botulismo detectado en la localidad madrileña de Coslada (y que ha provocado la muerte de una persona y la hospitalización en grave estado de otras tres) debería servir como banco de pruebas de la eficacia de la red de alerta aflmentaria, encargada de hacer frente a situaciones de epidemias o intoxicaciones colectivas. El sorprendente desenlace -no se ha encontrado botulismo en las muestras de conservas, aunque sí en una de las tres personas intoxicadas- plantea también interrogantes sobre la fórma en que se tomaron las muestras del domicilio de los afectados y si éstas eran suficientes.Lagunas, dudas y declaraciones contradictorias aparecidas en los medios de comunicación durante estos días han producido impresión de cierto descontrol, lo peor que puede ocurrir en situaciones de emergencia. Algunos establecimientos, tanto minoristas como hipermercados, han afirmado que se enteraron de las marcas de judías y alcachofas en conserva sospechosas de ser causantes de la intoxicación por la prensa, sin que llegaran a recibir ninguna notificación oficial. Mientras la Comunidad de Madrid afirmaba que en esta región se habían inmovilizado cautelarmente las mercancías, la inspección del Ayuntamiento de Madrid dejaba dudas sobre la adecuada coordinación en la capital.
Por otro lado, está la razonable protesta de las tres empresas conserveras que se han visto involucradas en el asunto y han acusado a la Administración de causarles serios daños por difundir sus nombres sin datos concluyentes. Ahora, cuando es probable que no se llegue a saber a qué se ha debido la intoxicación, su queja queda justificada. Pero si la inmovilización de las mercancías en los establecimientos debiera ser suficiente para evitar males mayores, ¿cómo avisar al ciudadano que tenga en su casa un bote que puede estar en malas condiciones? ¿Hay que esperar una semana, hasta que los análisis estén terminados y se sepa con total certeza qué producto entre los sospechosos es el culpable? Por supuesto que no.
La Administración debe comunicar inmediatamente las sospechas, todas las sospechas, como prevención. Pero también hacer saber al consumidor que las marcas que estuvieron acusadas pero que resultaron finalmente libres de toda sospecha son tan buenas como la mejor, y perfectamente aptas para el consuimo. Ningún prejuicio debe recaer sobre ellas, y más después de haber pasado airosamente un minucioso examen de su calidad y haber superado un análisis en el que mil ojos se fijaron en ellas.
No hay que olvidar tampoco que la educación del consumidor debe ser también un eje esencial en la seguridad alimentaria. Si a los fabricantes y manipuladores hay que exigirles todo el celo necesario para que los alimentos estén en perfectas condiciones, al consumidor hay que pedirle también coherencia: que si una lata atufa al abrirla o su fecha de caducidad está pasada, es muy probable que no se encuentre en buenas condiciones de consumo.
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