La cumbre no atascó la ciudad
La primera jornada de la II Cumbre Iberoamericana no produjo atascos. La circulación fue fluida. Calles como la del Arenal, que suelen tener vehículos aparcados hasta en doble fila, se presentaban ayer despejadas tras la prohibición de aparcar en los alrededores del palacio Real. Esta veda indigna a los vecinos, que se ven obligados a dejar los coches lejos de sus viviendas cada vez que un acto de envergadura ocupa el palacio de Oriente o el Senado.
Hartos de tantas incomodidades, los afectados han pedido al Ayuntamiento que, cuando se celebren actos en estas sedes que requieran un dispositivo especial de seguridad, se les proporcione una tarjeta gratuita para dejar sus coches en cualquier aparcamiento público, según indicó ayer a Efe José María García, presidente de los vecinos.Los cortes de tráfico durante el traslado, ayer, de cada una de las delegaciones participantes fueron breves. Los automovilistas siguieron el consejo de la Policía Municipal y evitaron internarse en la zona centro.
Los vecinos que suelen aparcar sus vehículos en las cercanías del Senado y el palacio Real tuvieron que dejarlo varias calles más allá. Clientes y propietarios de una panadería situada en la plaza de la Marina Española están que echan chispas. "Entre el Senado, la Conferencia de la Paz y esto llevamos un año tremendo, cada dos por tres está la grúa llevándose coches y nosotros aparcando donde podemos", comenta una señora.
Un hombre joven con un niño añade a los problemas de tráfico otros derivados del control de seguridad. "Cuando vinimos aquí a vivir recibimos una visita de la policía para saber quiénes éramos y a qué nos dedicábamos". "Nos explicaron que era porque residíamos en el perímetro de seguridad del Senado", agrega.
A estas mismas medidas de control están sometidos todos los vecinos del entorno del Senado. Los que carecen de coche ven las cosas con más relajo. "Estos acontecimientos no crean mayores problemas, sólo si tienes coche, que no es mi caso", asegura William, vecino de la calle de Guillermo Rolland.
A la dependienta de una tienda de la plaza de la Marina Española le gustan estos eventos: "Son cosas divertidas, porque ves a personajes, y la gente curiosea".
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