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Olimpia, una iglesia sobre el taller de Fidias

En un valle de exultantes tonalidades, surcado por el río Alfeo y su afluente Kladeos, se asientan las ruinas del más famoso santuarío del panhelenismo. Pero no era una ciudad sino un centro ceremonial consagrado a Zeus y a la celebración de los grandes juegos que, a partir del año 777, servirían de cronología a la historia de los pueblos griegos.El santuario propiamente dicho (el Altis) así como su bosque sagrado se extienden al pie de la colina Cronos (del nombre del titán). Emociona evocar la corriente de hermandad entre los pueblos que se desarrolló en estas ruinas. Son probablemente las que presentan un plan más ordenado de todas las de Grecia.

Eugène Gandar expresaba en 1840: "De las maravillas de Olimpla apenas queda rastro. Los aluviones del Madeos y el Alfeo las han cubierto bajo tierra. Las excavaciones sólo han revelado los basamentos de algunas columnas, únicos restos de aquel majestuoso templo de Júpiter más grande y venerado que el Partenón. Y, sin embargo, ningún paisaje responde con mayor Fidelidad a la idea asociada a su nombre; ningún paisaje es más armonioso en sus líneas, más dulce a la mirada. Estas llanuras fecundas, estas aguas apacibles, esas colinas verdeantes, descartan la idea del sufrimiento, del odio, del derramamiento de sangre; se respira paz y alegría".

Más información
LAS HUELLAS DEL ESPÍRITU OLÍMPICO

Después de numerosas excavaciones, efectuadas por la escuela francesa, han salido a la luz algunas instalaciones deportivas -el estadio, una palestra, un gimnasio- así como hosterías de época romana, las termas del Madeo y unos baños griegos del siglo V antes de Cristo. Pero es lícito destacar las ruinas de un gran edificio conocido como el Leonidaion, que servía de residencia para huéspedes distinguidos. Al norte del Leonidaion encontramos de repente una iglesia bizantina. No fue el único atentado contra el clasicismo en Olimpia: antes, el edicto de Teodosio I pro hibió todos los festivales paganos y, posteriormente, Teodosio II ordenó la destrucción de los templos y todos los edificios del Altis fueron incendiados. Entre tanta ruina, la citada iglesia nos depara una sorpresa conmovedora: fue construida sobre los restos de un edificio que formaba parte del taller de Fidias. El material y utensilios hallados parecen dernostrar que sería aquí donde realizó la famosa estatua crisoelefantina de Zeus Olímpico.

Algunos de los objetos del taller de Fidias pueden verse en el museo, recientemente restaurado y que ofrece un interés a todas luces excepcional. Alberga una de las indiscutibles obras maestras del genio griego, el Hermes de Praxíteles, que presenta al joven dios llevando en un brazo a un pequeño Dionisos para entregárselo a las Ninfas. También el célebre grupo de arcilla representando a Zeus apoderándose de Ganímedes, diversos fragmentos del tema recurrente de la Gigantomaquia, con la lucha de Atenea contra los gigantes, y un frontón del templo de Zeus que representa al combate de los centauros y los lapitas, arbitrado por el justo Apolo en una de sus más hermosas y serenas representaciones sobre la tierra.

Si el viajero, entusiasmado por los atributos de aquel dios, decide saciar convenientemente su apetito, puede desplazarse hacia el sudeste, hasta alcanzar la localidad de Basas. Allí se encuentra el templo de Apolo Epicurio, uno de los mejor conservados de Grecia y que, ya en su tiempo, despertó la admiración de Pausanias.

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