El francés, declarado lengua oficial en Francia por primera vez
La lengua oficial de la República Francesa es, desde la semana pasada, el francés. Hasta entonces no lo era. La Carta Magna de este país no hacía la menor referencia a este asunto. A los redactores de la Constitución de la V República, la cosa les había parecido tan obvia que habían olvidado incluirla en su ley de leyes.Pero hace ocho días, la Asamblea Nacional y el Senado, reunidos en solemne sesión versallesca, aprobaron por amplísima mayoría la reforma constitucional que permite a Francia ratificar el Tratado de Maastricht. Los diputados y senadores aceptaron que Francia renuncie, en beneficio de la futura Unión Europea, a elementos claves de su soberanía, como la moneda nacional o la política de visados a extranjeros. Con muchas reticencias, aceptaron también la "posibilidad" de que los ciudadanos de la Comunidad Europea, y sólo ellos, puedan votar algún día en las elecciones municipales.
Desde el primer momento en que se abrió el gran debate nacional sobre Maastricht, los parlamentarios de la derecha francesa afirmaron que, puestos a retocar la Constitución, sería una buena cosa corregir el olvido de los padres de la V República y consagrar la oficialidad de la lengua de Molière. Estaban pensando en la necesidad de atajar la posibilidad de que algún día los nacionalistas bretones o corsos utilizaran ese vacío constitucional para defender las causas de su! lenguas respectivas. Pensaban también en los varios millones de inmigrantes que hablan dialectos árabes y africanos.
Si la Constitución no recogía la oficialidad del francés, otros textos lo exigían en los tribunales de justicia. El pasado 19 de junio, el tribunal de París que juzga a Josu de Mondragón y otros etarras rechazó que se expresaran en euskera tres franceses colaboradores de la organización terrorista. "El País Vasco francés sigue siendo francés, y su lengua es el francés", dijo la fiscal. El presidente del tribunal amonestó así a uno de esos colaboradores, hijo de un inmigrante español: "Cuando Francia le acogió no le ofreció otra nacionalidad que la francesa. No existe la ciudadanía a la carta. No se pueden aceptar sus beneficios y rechazar los inconvenientes".
Babelia
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