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DUDAS SOBRE UN ATENTADO HISTÓRICO

Túnez, el corredor obligado hacia el Oeste

ENVIADO ESPECIALEl Gobierno tunecino ha convertido su pasillo fronterizo con Libia en una zona de alta seguridad controlada por numerosos puestos policiales e inaccesible para los periodistas, salvo si van acompañados por funcionarios. El pasillo empieza en el puesto fronterizo de Ras Jedir, convertido en una especie de Check Point Charlie, similar a aquel mítico punto de encuentro entre el antiguo Berlín oriental y el occidental. Tras el embargo aéreo decretado por las Naciones Unidas, éste es el paso natural de Libia hacia Occidente. Las otras dos salidas naturales, Egipto por tierra y Malta por mar, son más largas y complicadas.

El pasillo de Libia hacia Occidente es por ahora una larga y estrecha carretera de 135 kilómetros, que empieza en una desoladora llanura, en uno de los límites de Túnez, y que después cruza la región turística de Medenine y desemboca en el aeropuerto internacional de Yerba.

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Pero este corredor corre el riesgo de alargarse en 300 o 400 kilómetros hasta el aeropuerto de Túnez-Cartago o el de Tozeur, al oeste del país, junto a la frontera argelina, si las autoridades tunecinas no logran compatibilizar el tráfico aéreo turístico de Yerba con el provocado por los viajeros libios.

La cabeza de puente de ese pasillo lo constituye el puesto fronterizo de Ras Jedir. Es un enorme e impersonal edificio de cemento construido hace poco menos de veinte años y por el que transitan a diario, en situación normal, entre 10.000 y 15.000 vehículos en ambos sentidos. En torno a Ras Jedir no hay nada. Sólo un paisaje inhóspito, algunos camellos y de vez en cuando en el horizonte la silueta de un pastor nómada.

El corazón de Ras Jedir lo forman las oficinas desnudas de los servicios aduaneros y policiales. Un poco más allá se encuentran los enormes aparcamientos. Desde el puesto de Ras Jedir mirando hacia el Oeste, justo al pie de la carretera, después de haber cruzado la tierra de nadie, se vislumbra la frontera libia y un montón de ruinas recientes.

Son los vestigios del antiguo puesto policial libio que abatió el 7 de abril de 1988 el propio presidente libio, Muammar el Gaddafi, en un momento de exaltación, en una jornada a la que bautizaría como el día del fin de las barreras artificiales.

La euforia de Gaddafi

Gaddafi, eufórico, se disponía aquel día a regresar por la carretera hacia Trípoli, cuando al pasar por el puesto de, Ras Jedir mandó detener su vehículo. Descendió del coche y se dirigió a un bulldozer aparcado en el arcén. Se montó en él, lo puso en marcha y destruyó con la pala el edificio de la policía libia. La marcha demoledora de Gaddafi hubiera continuado hacia el edificio tunecino si no se lo hubieran impedido la presencia y la mirada enérgica de los ministros de Exteriores y de Interior del país ahora amigo.

Pero hoy, cuatro días después de iniciado el embargo aéreo, en Ras Jedir nadie parece acordarse de esta anécdota. Los vehículos, en su mayoría de comerciantes tunecinos de la zona que han llenado la camioneta de verduras compradas en el mercado central de Trípoli, esperan pacientemente sortear los controles aduaneros. Son contrabandistas artesanales que gozan de cierta impunidad.

Entre esta caravana de naranjas, patatas o ajos esperan también su turno algunos ciudadanos libios. Ansían llegar lo antes posible al aeropuerto de Yerba para tomar el avión. Nadie se atreve a criticar el embargo aéreo. La única excepción es ese ciudadano espontáneo que de manera apasionada ha empezado a pronunciar un largo discurso en favor de la democracia tunecina y contra el totalitarismo libio. Los funcionarios de Aduanas han asentido con beneplácito ante la mirada atónita de un grupo de 30 periodistas internacionales que han llegado hasta el lugar conducidos para visitar Ras Jedir.

Más allá están la carretera y los controles policiales, que se repiten durante una treintena de kilómetros hasta Ben Gardane. Después sólo quedan otros 100 kilómetros hasta el aeropuerto de Yerba. Allí se dirigen dos autocares repletos de ciudadanos rumanos, residentes en Libia, que se disponen a pasar sus vacaciones en su país de origen. Nadie les ha explicado, sin embargo, que no hay plaza en los aviones de Yerba, y que quizá haya que ir a otro aeropuerto.

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