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Tribuna:LA PRIVATIZACIÓN EN EUROPA DEL ESTE
Tribuna
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Checoslovaquia, el año de los cupones

El Gobierno de Praga eligió distribuir la propiedad del Estado a la población

, ENVIADO ESPECIALLa publicidad ha empezado a invadir la plaza de San Wenceslao, el gran centro comercial de la capital checoslovaca. Entre los anuncios de detergentes y de ropa, unos carteles ponderan el mérito de un extraño y nuevo producto: los cupones. Se trata del instrumento clave de la operación de privatización en marcha en Praga.

Privatizar representa sin duda una tarea más difícil en Checoslovaquia que en Polonia o en Hungría, donde subsistieron, en el campo y en el sector del pequeño comercio, vestigios de actividad privada. En Praga, en cambio, había que empezar desde cero. "En este país existía en el año 1984 un total de 24 personas registradas como campesinos privados, y el más importante de ellos tenía apenas 24 hectáreas", recuerda a título de ejemplo Otto Frinta, uno de los fundadores de la recién creada Asociación de Empresarios de la República Checa.

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Se decidió, por tanto, empezar por lo que el viceministro federal de Economía, Václav Petricec, define como Lo más fácil": la desestatalización del pequeño comercio, que va hoy a buen paso. Entre enero y noviembre de 1991, por ejemplo, fueron privatizados 1.300 restaurantes y cafeterías, así como 7.000 tiendas. De manera paralela se inició el proceso de restitución de las propiedades inmobiliarias con fiscadas en 1948. En el contexto actual de liberalización del pre cio de la vivienda, muchos che coslovacos ayer sin un real se en contraron así de repente dueños de una pequeña fortuna.

Quedaba, sin embargo, lo más peliagudo: la privatización de la industria. La tarea era tanto más difícil cuanto que los responsables políticos y económicos estaban decididos a actuar rápidamente. "Teníamos que resolver el problema de privatizar sin demora, en un país totalmente estatalizado y sin ahorro interno, y sin poder contar tampoco con el capital extranjero, cuyo ritmo de entrada en el país era imposible de prever", recalca Václav Petricec.

"Teníamos dos opciones posibles", explica, por su parte, Tomas Jezek, ministro checo de Privatizaciones. "O iniciar una operación de venta a largo plazo que dependiera del crecimiento del ahorro de los ciudadanos, lo que habría llevado tanto tiempo que significaba, en la práctica, no privatizar. O distribuir la propiedad pública, por lo menos en parte, renunciando así el Estado a cobrar por su devolución a la sociedad. Optamos por esta segunda fórmula, y la plasmamos en el sistema de los cupones".

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Los famosos cupones se tornaron así en el centro de atención de todo el país. Se trata de una especie de título de propiedad provisional que se vende al precio simbólico de 1.000 coronas (unas 4.000 pesetas) y que podrá ser canjeado, probablemente a partir de finales de febrero, por acciones de sociedades en vía de privatización. Cualquier ciudadano checoslovaco con 18 años cumplidos tiene el derecho de adquirir su cupón. "En la práctica se trata de una verdadera cesión gratis de propiedad, ya que la suma que se paga por adquirir el cupón sirve apenas para cubrir el coste técnico de la operación", reconoce Tomas Jezek. El objetivo del Gobierno es privatizar así entre el 55% y el 60% de la propiedad del Estado, mientras el resto seguirá el sistema más tradicional de la venta por subasta.

Este regalo caído del cielo, sin embargo, no pareció en princinio entusiasmar a los checoslovacos, recelosos frente a cualquier iniciativa procedente del Estado. El Gobierno imprimió ocho millones de cupones (Checoslovaquia cuenta con 11 millones de ciudadanos de más de 18 años), pero sólo tres millones se vendieron en una primera tanda. Hasta que aparecieron, por iniciativa del propio Gobierno, los fondos de inversión. "Decidimos crearlos porque pensábamos que había que evitar una dispersión excesiva del accionariado de las empresas", explica Tomas Jezek. "Se dio, por tanto, a los ciudadanos la posibilidad de elegir entre decidir ellos mismos el destino de su cupón o confiar su gestión a un fondo de inversión".

La campaña de los fondos

En pocas semanas nacieron unos 400, algunos privados y otros con fondos de bancos estatales, y muchos con una vida efímera. Algunos hicieron una campana tan agresiva que lograron cambiar totalmente la tendencia. La gente se agolpó en las oficinas donde se vendían los cupones hasta agotarlos. "Es increíble la fuerza de la costumbre: hasta para entrar en el capitalismo hacemos cola", comenta al respecto con sorna un intérprete.El sistema de los cupones, sin embargo, no logra ni mucho menos la unanimidad en el país, aparte de las incógnitas que suscita: nadie sabe hoy, por ejemplo, a ciencia cierta cómo se determinará el valor inicial de las acciones de las compañías que se privatizan. "Lo que pasa en la práctica es que los fondos están negociando con los ciudadanos la manera de repartirse los regalos del Estado, lo que tiene poco que ver con la filosofila empresarial", afirma Otakar Turek, del Instituto de Prospectiva Económica de Praga. "Es verdad que había que cubrir de alguna manera la diferencia entre el ahorro de la población y el valor de la propiedad estatal que se privatiza. Pero la mejor solución habría sido la de desarollar un sistema sólido de crédita bancario, per mitiendo a la gente que acceda a la propiedad, pero asumiendo unos riesgos y no recibiendo de manera pasiva una dádiva de arriba".

"Además, en los países de economía liberal los ciudadanos con acciones de sociedades suponen generalmente entre el 5% y el 10% del total de la población", prosigue Otakar Turek. "Aquí vamos a llegar a la situación ab surda de tener ocho millones de accionistas por 11 millones de ciudadanos adultos".

Del lado del Gobierno se asegura que se trata de una situación provisional. "Es evidente que en un futuro. próximo, muchos de los que tienen acciones van a venderlas al darse cuenta de que lo suyo no es el mundo de los negocios", afirma el viceministro Václav Petricec. "Se producirá así una concentración más clásica de la propiedad. Pero el sistema de cupones permite por lo menos dar a cada uno su oportunidaU.

Este afán por fomentar una clase empresarial autóctona responde también a otra preocupación: la de evitar que la privatización se traduzca por una excesiva toma de control desde el exterior. "En un país del tamaño del nuestro, nos parece conveniénte que el capital extranjero no pase a controlar más del 30% del total del aparato productivo", afirma el ministro Tomas Jezek. Aunque los temores a una invasión parecen hoy muy prematuros. El problema actual de Checoslovaquia (sobre todo si se la compara con la vecina Hungría) es más bien la insuficiencia del flujo de capital extranjero que su exceso: '400 millones de dólares apenas en 1991 (incluyendo los más de 300 millones de la compra de Skoda por Volkswagen). "Poner restricciones al capital extranjero en este momento sería como construir. una presa sobre un río seco", reconoce Jezek.

Más que el tamaño de la inversión extranjera, es la concentración de su origen lo que préocupa en Praga: el 80% del flujo proviene de Alemania. Y el temor al expansionismo germánico fue una constante de la historia de Checoslovaquia. "No nos preocupa que vengan muchos alemanes, nos preocupa que vengan pocos de otros países", se apresuran a matizar en la Asocición de Empresarios. Como reconoce Petricec, "cuando viene una sociedad extranjera y ofrece mejor tecnología y mejores salarios para una empresa checoslovaca al borde de la quiebra, es difícil decirle que no, cualquiera que sea su nacionalidad".

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