Volver a jurar para sobrevivir
VLADIMIR MARIUJALos miembros del temible Ejército Rojo se, ven ante el dilema de, tener que jurar fidelidad a la república donde están destinados o perder los derechos acumulados durante años, cuando la penuria económica se extiende por la antigua URSS. Más de 200.000 familias de militares no disponen de vivienda propia.
"Lo más que te puede pasar es que te destinen a Kushka.y te den el mando de una sección". Ésta era la broma que hacían con aire lúgubre los oficiales de las Fuerzas Armadas de la antigua Unión Soviética cuando se sentían culpables de alguna falta. Kushka, en la frontera con Irán, es la guarnición más alejada, y suele estar encomendada a un sargento. La broma indicaba con claridad que los oficiales no tenían prácticamente nada más que perder. Hasta hace poco, e incluyendo todos los pluses que ideaba el Gobierno para compensar la creciente carestía de la vida, hasta un piloto de pruebas, que es el representante de la categoría militar mejor remunerada, ganaba el mismo sueldo que un conductor de trolebuses en Moscú.Además de un sueldo miserable, los oficiales hacen frente a otros muchos problemas que no se pueden resolver ni siquiera con dinero. En primer lugar, está el asunto de la vivienda. La escasez es -evidente a lo largo y ancho de todo el país, pero en el caso de las guarniciones militares remotas se puede decir que no existen en absoluto. Y de entre todos los oficiales, los de la Armada son quienes menos garantías tienen de conseguir un lugar propio donde vivir. Siempre se ha considerado que podían hacerlo en los buques, sin tener en cuenta para nada a sus familias.
Incluso cuando se obtenía una vivienda podía no ser mejor. A veces se trataba de lugares provisionales y las familias de los oficiales tenían que residir en hangares, depósitos, aulas de estudios o en los mismos cuarteles.
Además, estas familias no pueden disponer más que del sueldo del marido, ya que conseguir trabajo para sus esposas es prácticamente imposible. Para obtener un empleo, cualquier persona tiene que mostrar su permiso de residencia en esa zona concreta. Los permisos los concede el Ministerio del Interior, pero sólo cuando la persona determinada demuestra que tiene solucionado el problema de la vivienda. En algunos lugares uno puede solicitar casa en edificios propiedad del Ministerio de, Defensa, pero la cola puede ser de cinco o seis años, y en la mayoría de los casos el oficial ha recibido un nuevo destino antes de que llegue su hora.
Debe entonces volver a empezar todos los trámites.
Según datos estadísticos que no incluyen a las tropas de la Agrupación Occidental del Ejército, ni a los oficiales que viven en casa de sus padres, ni tampoco a algunas otras categorías, en las Fuerzas Armadas hay más de 200.000 familias de militares que no disponen de vivienda propia.
No se puede decir que sea menos grave el problema del suministro de productos alimenticios. Hasta diciembre pasado, los oficiales recibían, pagando, cierta cantidad de víveres, la misma que los soldados. Este año, debido a la escasez de productos que sufre el país, los órganos centrales del antiguo Ministerio de Defensa de la URSS han anulado ese suministro.
Ahora se plantea el reparto de las Fuerzas Armadas, según el principio nacional, y los oficiales se enfrentan a un dilema: o perder todos los derechos que han acumulado en los años de, servicio y empezar desde el principio, o jurar fidelidad a la república en la que están destinados.
El código de honor de los oficiales, un código no escrito que se remonta a la Rusia dé los zares, no permite jurar dos ve ces. Sin embargo y tendiendo en cuenta las dificultades que atraviesan los Estados independientes en el territorio de la antigua URSS, muchos oficiales que de palabra. manifiestan su oposición a la partición de las Fuer zas Armadas, a la hora de la verdad estarán dispuestos a prescindir del honor para con servar, al menos, un mínimo de lo que poseen.
es capitán de fragata de la Arinada ex soviética.
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