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La desintegración que ha conducido al caos

El colapso de la economía soviética, debido a los graves errores cometidos en el manejo del proceso liberalizador, afirma el autor, ha propiciado una desintegración territorial, que no sólo hace aún más difícil la recuperación, sino que además puede desencadenar una proliferación de armas y tecnología nucleares, una de cuyas alternativas podría llegar a representar una amenaza para la seguridad de España.

En el artículo anterior señalaba el hecho de que los dirigentes soviéticos han cometido errores muy graves en el proceso de transición al mercado de su anterior sistema de economía centralmente planificada. Dentro de, ellos, el más significativo ha sido probablemente el dejar colapsarse el propio sistema de planificación, eliminando en la práctica la autoridad y el poder de control de los órganos centrales, que hasta entonces habían dirigido la gigantesca economía soviética, sin que esta eliminación fuera, a su vez, reemplazada por otro sistema medianamente eficaz.Hace ya varios meses, un conocido semanario británico describía así este proceso, referido al sector de defensa: "Los jerarcas de las industrias de defensa, antes acostumbrados a levantar un teléfono y obtener todo lo que necesitaban, se encuentran ahora con que ya no hay nadie al otro lado del teléfono". El semanario británico lo mencionaba como un logro importante del cambio, pero el drama es que mucho tiempo antes de que esto ocurriera en el área de la defensa, en el resto de la industria, de los servicios y de la agricultura, los responsables de las mismas tampoco encontraban a nadie al otro lado del teléfono. En esta situación, al romperse toda la estructura de control y mando del sistema de planificación central, el caos generalizado era inevitable.

Desde un punto de vista teórico, ha habido algunos economistas que han opinado lo contrario, esto es, que el cambio hacia el mercado no podía hacerse en forma gradual, y que era preciso hacerlo en forma simultánea. Desgraciadamente para la antigua Unión Soviética la realidad ha demostrado justamente lo contrario: la transición gradual funciona, y funciona muy bien (la NEP lo demostró en la economía soviética de los años veinte y el milagro chino lo demuestra hoy), y la transición simultánea de todo el sistema económico no funciona, ni en los países del Este; ni muchísimo menos en un país inmenso como era la URSS. El que los dirigentes soviéticos pidan desesperadamente ayuda a Occidente, sirve de muy poco, ya que incluso aunque consiguieran todo lo que han pe-dido (lo que no va a ser el caso), en comparación con el - 20% o 25% que su PIB va a caer este año, es casi el chocolate del loro. Y el PIB soviético no tendría por qué haber caído ni un 24% ni un 5%, ni nada, si el sistema de planificación centralizada se hubiera mantenido en pie. Además, si este mantenimiento del sistema se hubiera combinado con un trasvase masivo de los recursos dedicados a gastos militares hacia la producción de bienes de consumo privado, el bienestar de la población hubiera incluso mejorado significativamente.

Que el sistema de planificación centralizado estaba acabado y era incapaz de generar nuevo crecimiento, era evidente, pero una cosa es no poder progresar y otra, muy distinta, caer en picado. En China, la producción en el sistema centralmente planificado es 4,5 veces más lenta que en el privado, y dos veces más lenta que la del sector cooperativo, pero sigue en pie, perdiendo terreno día, a día (en las provincias del sur de China no representa ya más del 40% de la producción), pero constituyendo el esqueleto que sostiene todo el proceso de cambio.

El problema es que para la ex Unión Soviética tal vez es demasiado tarde. La desintegración territorial, Y particularmente la de Ucrania y Bielorrusia, crean unas dificultades casi insuperables para restablecer el sistema de planificación anterior, para que siga funcionando lo que antes funcionaba, mientras se va introduciendo gradualmente la libertad de mercado.

El control nuclear

La situación por la que atraviesa la Unión Soviética plantea también otro gravísimo problema a la comunidad internacional: quién controla el vasto arsenal atómico de esta superpotencia, que se está desintegrando y cuya administración se encuentra en el Caos más absoluto.

Se han escrito ríos de tinta en los últimos días sobre esta cuestión vital, y el resumen no es nada alentador. Los canales habituales de control y mando del Ejército soviético se están desmoronando, el arsenal nuclear se encuentra peligrosamente dividido, y diga lo que diga Yeltsin, nadie puede garantizar nada con un mínimo grado de certeza. Es posible (aunque ni siquiera es ya totalmente seguro), que unidades altamente centralizadas y disciplinadas como las fuerzas de misiles estratégicos estén todavía bajo control, pero en otros casos existen evidencias irrefutables de que unidades que poseen armas nucleares tácticas, una sola de las cuales puede destruir una ciudad, se encuentran en una situación de caos, similar a la que vive la sociedad civil.

El desastre económico es ya de tal dimensión, que está forzando a todos, civiles y militares, a vender todo lo que tienen a mano simplemente para poder sobrevivir. Con más de 27.000 armas nucleares tácticas, fácilmente manejables y transportables, y ampliamente dispersas (Rusia, 17.505; Ucrania, 4.356; Kazajstán, 1.690; Bielorrusia, 1.222, y otras repúblicas, 2.600), dado su altísimo valor de mercado, sería auténticamente milagroso el que algunas de estas armas no fueran robadas y vendidas. De hecho existen noticias sin confirmar de ofertas de venta de algunas de estas armas o componentes de las mismas en Suiza y en algún otro pais.

Por si con esto no fuera bastante, existe otra amenaza adicional: la representada por los científicos soviéticos y los diseñadores de armas, los cuales, también por razones de mera supervivencia, ya que muchos han perdido sus trabajos o están a punto de perderlos, ofrezcan sus conocimientos a quien esté dispuesto a pagar más por ello, y de nuevo en este caso también existen indicios de que estas ofertas se están produciendo. Toda esta situación puede llevar a la mayor proliferación de armas y tecnología nuclear de la historia, con todo lo cual, sistemas de destrucción masiva pueden caer en manos de regímenes irresponsales, radicales impredictibles o simplemente criminales. Éste es un tipo de amenaza que la comunidad internacional no está preparada para afrontar.

De particular significado para nuestro país es la forma en que esta proliferación pueda afectar al desarrollo de armas nucleares por Argelia, según señala la revista Time en su edición del pasado 16 de diciembre; este país firmó hace tres años un contrato con China para la construcción de un reactor de 15 MW, reactor que parece haber sido ampliado a 50/60 MW, y simultáneamente dotado de defensa antiaérea. Dicho reactor sólo puede servir para una cosa: producir plutonio para armas nucleares. Hace una pocas semanas, la Prensa se hizo eco de que técnicos nucleres soviéticos. habían sido vistos en Argelia. Si a esto unimos el reciente resultado de la primera vuelta de las elecciones en el vecino país, parece claro que este es un terna al que España debe prestar una atención muy particular.

Conclusión

El caos generalizado que empezó en la economía se ha extendido a toda la sociedad civil y también al Ejército. Todo ello ha conducido a una desintegración territorial simplemente impensable hace menos de un año, rompiendo unidades étnicas como el núcleo eslavo de la URSS que estaban unidas (con algunas in terrupciones temporales) desde hace más de 1.000 años.

Sin la desintegración territorial, la experiencia de la NEP en los años veinte, podría hacer suponer que la economía soviética, a pesar del caos reinante, una vez restablecida la cordura, en tres o cuatro años podría recuperarse y empezar a crecer rápidamente, conforme la liberalización se fuera extendiendo más y más. Con la desintegración territorial esto no resulta tan fácil, y tal vez ni siquiera sea posible, porque toda la estructura del sistema de planificación, organizado centralmente, no puede recomponerse, con lo cual toda la organización económica anterior queda desmantelada y hay que empezar de cero. Y esto, precisamente esto, es lo que constituye la auténtica clave del caos actual.

Entre tanto, los arsenales atómicos se dividen, se inician luchas por su control, los sistemas de seguridad se debilitan y nadie sabe con certeza quién tiene el control de qué. Ciertamente, no están siendo éstas una buenas Navidades para los soviéticos. Para el resto de la comunidad internacional, la desintegración de una superpotencia nuclear inicia una nueva era de posible proliferación incontrolada de armas y tecnología nuclear: esperemos que finalmente no tenga razón Gorbachov y todo este proceso no acabe convirtiéndose en una gran tragedia.

es catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid.

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