De neologismos
Hace apenas 20 años, cuando se promulgó la Ley de Educación de 1970, se difundieron bastantes neologismos y eufemismos, que han tenido desigual fortuna. Los profesores de EGB han vuelto a llamarse maestros, como solían, y los aparejadores siguen haciendo cosas sin impedimento del presuntuoso arquitecto técnico; otros, en cambio, como la celebrada evaluación continua, aunque domesticada y devaluada, siguen vigentes. Ahora que, trasPasa a la página siguiente
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casi 10 años de experimentación, por fin se alumbran los textos normativos de las reformadas enseñanzas primarias y secundarias, y aun infantil, la ganga neológica amenaza con anegar las prensas del BOE. Pero entre tanto salvado fútil emerge como una bomba -aunque la hayan ido acolchando y atemperando durante la década prodigiosa- el cambio de nombre de la disciplina de Lengua y Literatura Españolas, que pasa a denominarse Lengua Castellana y Literatura en la educación secundaria, y Lengua y Literatura Castellanas en el bachillerato. No saben los peritos ilusionistas del MEC, especialistas en alquimias varias -desde la opaca pedagogía gerundiva hasta la moderna lingüística ucrónica- dónde colocar la sufrida Literatura, si delante o detrás de la carreta castellana. En cualquier caso, la Literatura no padecerá más por eso: los maestros sensatos, en caso de duda, se atendrán al santoral, y santas pascuas. El meollo está en el vocablo castellano, que ya es mentarle a uno la madre lengua, y que tan contentos tiene, sin embargo, a los castellano leoneses y manchegos, pues, por fin, también ellos van a tener lengua propia de sus comunidades. El problema queda para los murcianos, extremeños y andaluces, que no saben a qué carta quedarse, aunque con la característica buena voluntad de los profesores el asunto podría paliarse: acostumbrados éstos a los reciclajes, podrían hacer cursos de perfeccionamiento "en el más puro castellano".
Los canarios, en cambio, con la ventaja de flotar entre dos mundos, lo tenemos cada vez más fácil, ya que tenemos la dicha de hablar la misma lengua que el mexicano Octavio Paz, el argentino Ernesto Sábato, el chileno Jorge Edwards, el guatemalteco Augusto Monterroso y los tan principescamente celebrados puertorriqueños: o sea, el español, lengua moderna y mestiza, que, aunque mayormente hablada por la desarrapada gente del Sur, cuenta con el aval de una población de 300 millones de habitantes con ganas locas de procrear.- Manuel Henríquez Pérez.
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