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Tribuna:GALARDÓN A UN ESPAÑOL DEL SIGLO XX
Tribuna
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El final de un olvido

La concesión del Premio Cervantes a Francisco Ayala es un acto de justicia que viene a poner un poco de claridad en el cuadro de los valores literarios. A partir de ahora será más fuerte la evidencia de que Ayala forma parte de la nómina central de la narrativa española contemporánea. Si ha tardado tiempo en imponerse se ha debido a las secuelas de la guerra civil: silenciado e incluso proscrito durante años, los reconocimientos posteriores (académico de la Española, premio nacional de Literatura, premio nacional de las Letras Españolas, ediciones anotadas de algunas de sus obras) han luchado con dificultad contra esa inercia, no siempre inocente, mediante la cual se ha considerado nuestra literatura exclusivamente desde su evolución en España, con olvido de lo que se escribió fuera del país durante la primera posguerra. Pero en ella alumbró Ayala algunos, de sus títulos esenciales, como Los usurpadores y La cabeza del cordero, que no pudieron publicarse aquí; todavía poco antes del regreso del escritor a España vio la luz en Argentina Muertes de perro, y allí se imprimió también la primera edición de la novela complementaria, de ésta, El fondo del vaso. No es Ayala un novelista forjado en la luz y el dolor de la España desterrada. Como Rosa Chacel o Benjamín Jarnés, perteneció a la promoción de narradores que Ortega apoyó desde la Revista de Occidente: El boxeador y un ángel y Cazador en el alba son dos muestras impecables de aquella narrativa que se apoyaba en el supuesto orteguiano, tan mal entendido y tan alanceado por críticos de cuño clerical, de la deshumanización del arte.

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Obras maduras

Pero el destierro le dio a Ayala la densidad conceptual, el temple humano y el equilibrio artístico necesarios para crear sus obras maduras inspiradas directa o indirectamente por la guerra civil (Los usurpadores y La cabeza del cordero). Aquí estamos en, la tragedia. Después llegó la plenitud en esas dos novelas ya mencionadas, Muertes de perro y El fondo del vaso, que constituyen en puridad una sola obra, donde los mecanismos de la corrupción humana son iluminados con la gravedad y la soltura del maestro. Lo trágico ha cedido ahora el testigo a lo grotesco. El narrador mira el mundo con mirada ambigua combinando el horror con el escepticismo, el espanto con el humor. Tocamos aquí la cumbre del arte ayaliano, sin perjuicio de otras aportaciones posteriores, donde la ironía se vuelve scherzo, como El jardín de las delicias. En el panorama narrativo español contemporáneo, Francisco Ayala representa la conjugación de las técnicas de la vanguardia con la tradición perspectivista y de canonización de lo grotesco que supone la obra de Cervantes. La suma estilización de la prosa y la depuración de los materiales narrativos en el Ayala maduro cristalizan en un producto artístico rigurosamente moderno, exento de las hipotecas del realismo y del costumbrismo que tanto y tan dañosamente han gravitado sobre algunos narradores de posguerra.

Esta modernidad es, por lo demás, característica de todo el pensamiento ayaliano. Basta leer las Memorias, tan gratas y tan ricas de sentido, y su abundante y perspicaz obra crítica. Sí; el Premio Cervantes ha hecho justicia.

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