El apoyo de Bush
Cuando el presidente norteamericano, George Bush, visitó Santa Sofía durante su estancia en la URSS el pasado mes de julio, estaba lejos de imaginar que, no mucho más tarde, sus palabras serían utilizadas como baza en una guerra por el control de este tesoro artístico único. "Me preguntó si se celebraban misas aquí y yo le, expliqué lo que había ocurrido", señala la subdirectora de investigación, Irma Toskayia. "Le pareció horrible y dijo que eso no se debía permitir, que había que proteger el templo"."Aquí hay un juego político", asegura esta científica, " que refleja las secuelas de una actitud mantenida por el poder soviético frente a los museos y sus trabajadores. Se consideraba que el principal indicador de resultados era puramente económico, medido en número de visitantes y de ingresos, y nosotros siempre luchamos por alcanzar resultados científicos, para lo cual, precisamente, había que limitar el acceso".
"¿Acaso se puede gestionar el arte como si se tratara de una empresa de servicios?", se pregunta Toskayia. "¿Qué tiene que ver nuestra labor con el consumismo? Hemos pasado tiempo sin que en las instancias oficiales se entendiera bien lo que hacíamos, contra corriente, sin aliento para la investigación minuciosa, y ahora, para postre, nos encontramos metidos en una guerra religiosa".
La encargada del museo, Olga Barska, recuerda su frustración por no haber logrado que se editaran los resultados de una labor de más de 50 años, sin la cual ni los frescos ni el pavimento se habrían podido conservar y restaurar. Porque hay muchos siglos de arte en Santa Sofía y, tras cada pedazo de estuco pintado, bajo cada piedra, bajo cada cuadradito de dorado mosaico, hay, tal vez, otra pintura anterior, o una capa de esmalte, o los restos de una inscripción de ocho siglos de antigüedad. "Con este conflicto", señala, "se está olvidando lo más importante: que hace falta más apoyo económico y político para potenciar la restauración y propagar el conocimiento amplio de esta obra maestra".
Babelia
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