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LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO

Ejército Rojo, ¿qué hacer?

Las Fuerzas Armadas soviéticas, entre la reforma y la incertidumbre

En las paredes de un viejo campamento militar, una destartalada señal proclama una vieja máxima de los soldados soviéticos: "En guerra dispara primero y da en el blanco". Durante 40 años, esta amenaza ha sido el centro de la política de defensa de Estados Unidos, pero ahora ese poderoso enemigo -las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética cuentan con cuatro millones de soldados, 7.000 aviones de combate, más de 350 submarinos y unas 30.000 cabezas nucleares- está luchando simplemente por permanecer unido.

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En el cuartel general de este regimiento de paracaidistas de élite situado en la ciudad de Tula, a unos 190 kilómetros de Moscú, donde Pedro el Grande fundó la primera fábrica de armas del imperio Ruso hace casi tres siglos, los oficiales están confundidos y desmoralizados por los cambios que están sucediendo y por la incertidumbre sobre quién les dará las órdenes en el futuro."No estamos interesados en ser una superpotencia y no pensamos más en ello-, dice el coronel Oleg Bastanov, sentado en una mohosa habitación del cuartel general; "sólo queremos normalidad y que nuestro pueblo disfrute de una vida mejor".

Cuando una república tras otra se declara independiente y los habitantes de la que ya empieza a ser llamada "antigua Unión Soviética- se dividen entre los que desean que la máquina militar siga los pasos del PCUS y los que esperan que se mantenga alguna forma de unión con una Fuerza militar para defenderla, la nueva dirección del Ejército soviético ha lanzado una campaña de propaganda en dos direcciones, con objeto de conservar las fuerzas intactas. Por un lado, prometiendo reformar las leyes de reclutamiento obligatorio, la drástica redución del tamaño del Ejército y la posibilidad de que cada república establezca su propia guardia nacional. Por otro, advirtiendo a los países vecinos sobre las con secuencias que podría tener una desintegración rápida del poder militar soviético y del riesgo de holocausto nuclear si el control central no se mantiene.

"Ninguna república es suficientemente fuerte para mantener el escudo nuclear", ha advertido el general Yuri Maximov, comandante en jefe de las fuerzas estratégicas, en declaraciones al periódico Izvestia. "Dividirlo s gri icaría su aniquilación, y eso supone que la vida de nuestro planeta sería destruida", añadió.

Armas nucleares

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El general VIadímir Lobov, de 56 anos, antiguo comandante de las fuerzas del Pacto de Varsovia y ahora jefe del Estado Mayor, declaró al diario Trud la semana pasada que el mando militar "había traicionado al pueblo", mientras que la mayoría del Ejército se había opuesto al golpe.Para lograrlo, Lobov ha propuesto que cada república tenga su propio Ministerio de Defensa, añadiendo una cadena de mando civil desde Moscú hasta las repúblicas; reducir el tiempo de mifi de dos años a 18 meses; crear más alternativas al servicio militar, y poner fin al secretismo que "ha aislado al Ejército del pueblo".

Lobov también ha anunciado que el Ejército nunca más volverá a intervenir en política y que se convertirá en una fuerza profesional, si bien algunos puestos nunca serán cubiertos por militares de carrera. No obstante, el general ha puntualizado que las fuerzas republicanas nunca serán "eJércitos nacionales" y que las armas nucleares deben permanecer "bajo la autoridad exclusiva del poder supremo del país".

El coronel Bastanov hace notar que su regimiento está dirigido por un moldavo, un alemán, un ucraniano y sólo un ruso. "Nuestro Ejército es internacional. No hay república en laURSS capaz de organizar sus propias Fuerzas Armadas. Pueden luchar contra campesinos desarmados, pero contra un ejército moderno estarían perdidos".

Además, la división existe incluso en el interior de las Fuerzas Armadas: algunos oficiales son partidarios de castigar a los soldados que desobedecieron las órdenes durante el golpe de Estado; otros creen que deben ser purgados los que lo apoyaron. El coronel Nikolái Petrushenko,diputado del ala conservadora del Parlamento oviético, ha comentado que las flotas de submarinos y buques del Pacífico

adoptaron posiciones opuestas, aunque no hubo enfrentamiento.

The Washington post

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