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Tribuna:LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO
Tribuna
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Reconozcamos a los Estados bálticos

El golpe ha fracasado. Los golpistas no tuvieron en cuenta el poder del pueblo, que con una sola voz insistieron en que su intento de dar marcha atrás no triunfaría. He felicitado personalmente a Borís Yeltsin.A lo largo de mi presidencia trabajamos para defender la libertad y la democracia. Esto nos condujo a una larga relación con Mijaíl Gorbachov, a medida que se mostraba más partidario de la libertad.

Más recientemente, me he convertido en un admirador del presidente Yeltsin, el primer líder ruso elegido democráticamente. Yeltsin defendía en Rusia una rápida transición a una economía de libre mercado, el mayor motor de progreso y prosperidad. Y reconocía el derecho de los diferentes pueblos de la Unión Soviética a gobernarse. Ha extendido el reconocimento diplomático a los Gobiernos elegidos de Lituania, Letonia y Estonia, un paso que haríamos bien en imitar.

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Son los pueblos de la Unión Soviética, no las autoridades de Moscú, quienes tienen que determinar qué lazos de la sociedad civil deben desaparecer. Si la gente de Ucrania, Armenia y Georgia votan a favor de abandonar la Unión Soviética, hay que permitírselo. Nada hay más importante para la paz mundial que el que se permita elegir libremente a los Estados bálticos y a las otras repúblicas no rusas el tipo de relación que quieren tener con Rusia.

Una vez que la Unión Soviética se haya disuelto en una confederación libre, ¿qué pasaría entonces con Rusia? Liberada de las cargas del imperio y del comunismo, el pueblo ruso reafirmará su grandeza. Su territorio se extenderá desde San Petersburgo a Vladivostok. Será una nación de 160 millones de habitantes.

Si son capaces dé alimentar las semillas de la democracia y del libre mercado que han plantado -y nosotros deberíamos animarles-, pueden conseguirlo. En cinco años, sus granjas familiares no sólo les alimentarán a ellos, sino también a muchas de las naciones que les rodean. En 15 años, aprovechando los grandes recursos de Rusia y las inversiones, que entrarán a raudales, se encontrarán entre las mejores del mundo.

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Para entonces, las colonias soviéticas habrán desaparecido. Los envejecidos dictadores comunistas de Cuba, Angola, Afganistán, Vietnam y Corea del Norte habrán desaparecido, sustituidos por líderes que gobernarán según la voluntad del pueblo. China también formará parte del campo democrático. El mensaje del frustrado golpe de Estado en Moscú está teniendo ya sus reflejos en Pekín. No se puede matar la esperanza con los tanques.

Rezo para que la iniciada transición esté caracterizada por el perdón, y no por la revancha y la violencia. Dado que el comunismo ha tenido un enorme coste humano, la tentación de vengarse es grande. Hay unos cuantos marxistas-leninistas cuyos crímenes son tan recientes e infames que es necesario pedirles, cuentas. Pero confiemos en que el castigo esté controlado por la cautela. El pueblo ruso fue la víctima, no el verdugo. Permitamos que el círculo vicioso de la violencia y del odio generado por el comunismo termine con su desaparición.

Nos encontramos en la encrucijada de un nuevo mundo, no definido por el orden, sino por la libertad. El gran esfuerzo por la libertad humana que empezó en Estados Unidos hace 200 años está comenzando su etapa final.. Este grande y noble esfuerzo no es muy diferente a la construcción de una magnífica catedral. El mundo es esa catedral. Y nuestros niños, e incluso nosotros mismos, verán la obra completada -el triunfo global de la libertad humana bajo la protección de Dios-.

Ronald Reagan es ex presidente de Estados Unidos. Copyright Los Angeles Times

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