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Alivio en Medellín tras la entrega de Escobar

La ciudad que vivió bajo el terror del narcotráfico confía en la reactivación económica

"Medellín se ve más tranquilo; la guerra se quedó sola", dice la directora de Instrucción Criminal de Antioquía, Marta Luz Hurtado. Y lo dice con plena convicción. Es que ella ha sido la única mujer que ha estado muy cerca de todo el proceso de sometimiento de los narcotraficantes a la justicia. Desde el pasado 16 de diciembre, cuando recogió a Fabio Ochoa, uno de los grandes del cartel de Medellín, en el atrio de una iglesia, y lo acompañó hasta la cárcel de Itagüí, su actividad ha sido incansable. El pasado miércoles 19 de junio ella también fue testigo del momento en que Pablo Escobar decidió entregarse a la justicia. "Me siento satisfecha de haber contribuido a la paz de este país".

A la oficina de esta juez de 30 anos, que espera su primer bebé, llegaron los primeros mensajes anónimos en los cuales los extraditables hacían consultas sobre la seguridad de los decretos en los que el Gobierno ofrecía no extradición a cambio de entrega voluntaria. En su despacho también se adelantaron las "negociaciones" con los abogados de Pablo Escobar. "Jamás se habló de asuntos jurídicos. Esto no era objeto de acuerdo. Sólo se plantearon temas que tenían que ver con las medidas de seguridad para la cárcel de Envigado: construir una malla aquí, correr otra más allá...".El martes pasado, cuando EL PAÍS visitó: a Marta Luz Hurtado, estaba preocupada. "Este proceso tiene muchos enemigos", confesó. Y habló del asesinato de narcotraficantes arrepentidos que estaban a punto de entregarse y de la detención de familiares de los que ya están en la cárcel. Estos hechos motivaron la suspensión indefinida de las entregas. A pesar de esto y a pesar de que Marta Luz recibe a diario amenazas -"son tantas que ya no me preocupan"-, ella cree profundamente en el proceso. "Los que se han entregado a la justicia están convencidos de lo que están haciendo. Pablo Escobar tiene el propósito firme de cumplir lo que ha prometido. Él no quiere utilizar el teléfono, y pidió que se revise toda su correspondencia, como prueba de la seriedad de sus intenciones", cuenta la funcionaria.

En la noche de la entrega del capo de la cocaína, Medellín volvió a vivir. Los restaurantes y las discotecas estaban a tope. Justamente hace un año, esta ciudad vivió uno de los peores momentos de la narcoguerra.Desde 1980, cuando todos se peleaban por ser amigos del nuevo magnate Pablo Escobar, esta ciudad vivió bajo el impacto del narcotráfico. Muchas cosas cambiaron en la segunda población más importante de Colombia, la capital industrial del país. "Medellín se vio inundado de fenómenos estrafalarios", contó a este periódico Ignacio Bravo, presidente de la Asociación Regional de Comerciantes de Antioquia. Medellín está hoy repleto de apartamentos suntuosos, de centros comerciales donde se vende todo tipo de contrabando, y es la ciudad con mayor número de distribuidores de automóviles y motocicletas.El negocio seguirá

Toda esta economía ficticia se vino abajo con la guerra contra el narcotráfico. Las cifras de ventas lo revelan. En 1986, el crecimiento del comercio fue del 10%; en 1989, decreció en 1,1%, y en marzo de este año, llegaba al -6%. "Este año ha sido el más crítico", afirma Bravo. No hay inversión, la gente se ha ido de la ciudad por el problema de los secuestros. El comerciante consultado, al igual que muchos dirigentes de gremios económicos, piensa que la entrega de Escobar significa una reactivación de la economía, el renacimiento de la inversión.

Pero la entrega de Pablo Escobar no significa el fin del negocio de la cocaína en Medellín. "No es exagerado decir que en cada barrio de este país hay un pequeño narcotraficante. Ellos probablemente van a continuar", según un conocedor de ese negocio ilícito.

Triste y alegre

En las comunas pobres de Medellín, donde Pablo Escobar es una especie de mesías y de héroe, hay una nueva esperanza. Entre los habitantes de estos barrios, agarrados a las lomas que rodean a esta ciudad, existe la esperanza de que Pablo Escobar vuelva a ser el apostol de los pobres.

Uno de estos barrios, que tiene problemas de deslizamiento de tierras, ya está organizando un comité para solicitar ayuda a "Pablo". EL PAÍS habló con un grupo de mujeres que maneja un comedor comunitario. "Estamos esperando unos días para enviar a Pablo un mensaje en el que pedimos ayuda, porque este comedor está en déficit". Y María, la más espontánea del grupo, confiesa: "Yo estuve entre triste y alegre por la entrega de Pablo Escobar. Triste porque me da miedo que lo maten. Alegre porque creo que bajará la violencia". Luego dice que Pablo Escobar es bueno. "Hace varios años lo conocí cuando estaba repartiendo casas a los pobres. Y le di esta mano", agrega haciendo el ademán de estar dando un fuerte apretón.

En los muros de estos barrios, testigos de tantos días de violencia, se ven aún pintadas que dicen: "Extraditables=comida". Las pintaron hace un año, cuando, en un operativo militar, se estuvo a punto de dar captura a Pablo Escobar. "Lo más importante de la entrega de Pablo", dijo a esta enviada el sacerdote Javier Tobón, párroco de una de las comunas, "es que sirve para hacer claridad. Si él habla, el país se dará cuenta de que él no es el único que ha hecho mal a Colombia". Para este sacerdote que a diario escucha confesiones de muchachos asesinos y lamentos de las madres, la entrega de Escobar no significa el fin de la violencia.

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