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Entrevista:

"La gran aventura moderna es el despliegue de la inteligencia"

Cuando el corresponsal de EL PAÍS entra en su despacho de la Rue de Courcelles, Jean-Jacques Servan-Schreiber está hablando por teléfono. El fundador del semanario L'Express y autor de El desafío americano -ocho millones de ejemplares vendidos en todo el mundo- se queja de la "espantosa mediocridad" de los periodistas actuales. "Hoy ya he recibido a cinco y todos eran increíblemente malos", dice a su interlocutor telefónico. Servan-Schreiber cuelga finalmente y se encara con el recién llegado. Acaba de publicar Passions (editorial Fixot), un libro autobiográfico, que se editará en España el próximo otoño.

Apenas iniciada la conversación, el corresponsal confirma la veracidad de la leyenda de Servan-Schreiber. El hombre que a los 29 años fundó L'Express y renovó así el periodismo francés y europeo, viste, en efecto, traje, camisa y corbata de color azul -"eso me evita perder el tiempo ocupándome de mi vestuario"- y tiene ojos azulísimos que miran con cierta severidad a su interlocutor y sólo se iluminan con incontenible malicia al citar las mujeres que ha amado o recordar las anécdotas más vibrantes de su vida. Servan-Schreiber tiene 66 años, ríe poco, parece tener una prisa extraordinaria y transmite enseguida la impresión de que el lugar donde él está es el centro del universo.Pregunta. En los años sesenta usted fue a dar una conferencia a la Universidad de Madrid y se organizó un escándalo de campeonato. ¿Recuerda aquel incidente?

Respuesta. Sí, claro que sí. Fue exactamente en 1968. Yo presentaba mi libro El desafío americano y un grupo numeroso de izquierdistas comenzó a gritar: "España, socialista", y a acusarme de agente del imperialismo norteamericano. Recuerdo que todos los profesores se escaparon y me quedé solo frente a los alborotadores.

P. Me han contado que en un momento dado usted se subió a la mesa, se quitó la chaqueta y desafió a los izquierdistas...

R. Les dije que si tenían arrestos vinieran a atacarme. No se movieron.

P. Michele Cotta, una de las periodistas que usted formó en L'Express, dice que la pasión de Jean-Jacques Servan-Schreiber nunca ha sido la búsqueda de la felicidad, sino la voluntad de tener un destino. Usted creía que su destino era cambiar Francia y el mundo. Es evidente que no lo ha conseguido.

R. Mi primer encuentro con un hombre político fue el que por azar tuve en Múnich con Hitler, cuando yo sólo tenía 13 años. A partir de ahí mi vida ha sido la de una generación que conoció la guerra de España, la II Guerra Mundial, la guerra fría, las absurdas guerras de Indochina y Argelia... Durante mi infancia, mi juventud y la mayor parte de mi vida adulta el mundo fue el mero resultado de batallas militares, medio siglo de historia perdidos para toda Europa. Durante todo ese tiempo yo no cesé de repetir que la gran aventura moderna es el despliegue de la inteligencia de todos los seres humanos con el objetivo de crear nuevas riquezas. Y que para eso, en vez de concentrar todos los esfuerzos en armarse hasta los dientes y reforzar y centralizar el Estado, lo que hay que hacer es invertir en la formación y educación. Pero no doy la batalla por perdida. Por eso he escrito mi libro, para que los jóvenes de hoy comprendan los errores de mi generación.

P. Usted considera, pues, que la clave del éxito de un país o un continente es la formación, la educación.

R. La formación y la educación permanentes. Hay que empezar muy fuerte desde la primera edad y no detenerse nunca. Ésa es la gran lección de los asiáticos, su único gran secreto: continúan aprendiendo toda su vida.

P. Quizá uno de los grandes errores de su generación es la importancia acordada a las ideologías.

R. Absolutamente. La dictadura de las ideologías. Todas, totalitarias: el nazismo, el comunismo, el socialismo... Todas, contrarias a la vida.

Ideologías

P. ¿Usted nunca ha tenido una ideología?

R. Eso es lo que me reprochaban los izquierdistas madrileños de 1968. Eso es lo que les molestaba. En Passions cito dos artículos que escribí en Le Monde a comienzos de los años cincuenta explicando por qué yo no era marxista. Gracias al estudio de las ecuaciones de Einstein sabía de antemano que el marxismo y el comunismo estaban condenados al fracaso.

P. Usted ha sido uno de los primeros editores de Prensa europeos en incorporar masivamente a mujeres a puestos de responsabilidad. Y suele repetir que el siglo XXI será el de las mujeres...

R. Estoy convencido. Una constante de mi vida ha sido la lucha por la descolonización. La descolonización es una de las grandes cosas de nuestra época. ¿Y cuál es la población que sigue colonizada? Las mujeres. Hoy ya no prima la fuerza física y las mujeres tienen las facultades de comprensión de la belleza y la armonía, los valores de la valentía, la generosidad y el perfeccionismo; es decir, todo lo que va a crear la nueva economía del mundo.

Una familia de escritores

J. V. Schreiber, afirma el fundador de L'Express, significa "escritor" en alemán. El abuelo de, Jean-Jacques no era periodista o novelista, pero, como secretario personal del canciller Bismarck, podía ser considerado un hombre de letras. En 1870, el abuelo dimitió de su puesto y abandonó Alemania en desacuerdo con la decisión del canciller de declarar la guerra a Francia. "Mi abuelo", dice Jean-Jacques Servan-Schreiber, "calificó ese conflicto de 'guerra civil europea', y se instaló en el país agredido.

Emile, el padre de Jean-Jacques, nació en Francia, donde fue oficial del Ejército y fundó el diario económico Les Echos. Emile añadió al apellido Schreiber el prefijo francés Servan.

Hoy hay tres Servan-Schreiber conocidos en el mundo de la prensa y la literatura francesas. Jean-Jacques, su hermano Jean-Louis, que dirige el grupo de prensa económica Expansion, y Madeleine Chapsal, la ex mujer de Jean-Jacques, que escribe cuentos para niños. Madeleine Chapsal, dice Jean-Jacques Servan-Schreiber, "tiene mucho talento. Era responsable de las páginas culturales de L'Express y hoy escribe libros de éxito popular. Nos separamos sin drama, porque ella no podía tener hijos y yo quería tenerlos".

En 1960, Jean-Jacques se casó con Sabine, con la que tuvo cuatro hijos varones. Todos ellos se han formado en Estados Unidos, donde los dos mayores trabajan como psiquiatra y psicólogo. El tercero vive en Tokio y ejerce la dirección de una empresa japonesa; el cuarto hace su servicio militar en los comandos de la Marina francesa y luego continuará sus estudios de economía. Si el nieto del secretario de Bismarck no ha conseguido cambiar el mundo, al menos ha aplicado sus propios principios en su familia.

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