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UN ÉXODO DRAMÁTICO

"Sadam Husein es como una flor"

La policía iraquí en la ciudad de Zajo dice que se irá de allí cuando se lo ordene Bagdad

Juan Jesús Aznárez

"Sadam es como una flor". El policía iraquí, de patrulla por las calles de Zajo, aspira la fragancia de una de las rosas que en la primavera del Kurdistán adornan sus valles y laderas y remata la reflexión sobre su presidente con otra esnifada: "También es muy fuerte e inteligente".

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En esta localidad kurda, que sobrevuelan altaneros los cazas y helicópteros estadounidenses y con encrucijadas controladas por soldados británicos, los policías desplazados por Bagdad dicen no saber nada sobre un eventual repliegue. "Cuando nos lo ordenen nos iremos". Todos sin embargo se felicitan por el acuerdo suscrito entre Sadam Husein y el líder turco Jalal Talabani, aunque no saben mucho sobre su contenido.Algunos policías rechazan cualquier tipo de diálogo y espantan al periodista con una mirada de desprecio. Otros, corteses, aceptan compartir un té en las solanas de los pocos cafetines abiertos de esta ciudad que despobló el miedo y niegan que las intenciones del Ejército iraquí sean brutales y rencorosas. Marwan, de verde oliva y con pistola al cinto, dice que los refugiados que se mueren y sufren en las montañas turcas nada tienen que temer a su regreso.

Adel, con otros tres policías armados, defiende la vigencia del liderazgo iraquí mientras juguetea con la rosa que inspiró su definición. "No somos 200 como se ha dicho en las emisoras de radio extranjeras sino 700 y hemos vecino a Zajo a proteger a su gente y a evitar robos e incidentes". Los policías iraquíes, entre los 20 y los 40 años, parecen haber recibido instrucciones de no polemizar sobre la presencia en su país de los soldados norteamericanos, británicos u holandeses que, arrogantes y guerreros, patrullan en camionetas artilladas o en fila india.

Tomando el té

Marwan, mientras tomamos el té que él mismo paga, considera que los efectivos militares de la coalición multinacional están de más en Zajo. "Nosotros mismos nos bastamos para proteger a sus habitantes". La contundencia de sus palabras no va más allá de esta tímida recomendación.

Tarek, Samur e Ibrahim, que se lavan en la fuente de una mezquita de Zajo tras cumplir con el precepto musulmán, preguntan a su vez sobre los plazos de su estancia en Zajo. A ellos sus mandos nada les han dicho y la oficialidad iraquí se mantiene reservada y distante. Es mentira que el pueblo esté contra Sadam Husein, aseguran los tres.

Varios jóvenes se acercan denunciando miedo y represión, amenazas de la policía secreta, arbitrariedades y dudan también en cuanto a la posibilidad de que recobre la normalidad ciudadana esta población en la que la mayor parte de sus moradores escrutan al visitante occidental con ojos verdes y cansinos, charlan horas y horas, se apuntan en las listas de distribución de alimentos o juegan al billar o con las cuentas del rosario árabe entre sus manos.

Cuadros del partido Baaz en el poder han acompañado a los policías y la mayoría visten de civil; quienes lo hacen de uniforme no quieren hablar. Marwan señala que no se lo pensó dos veces cuando en Bagdad le ofrecieron venir a ayudar al pueblo de Zajo Tarek, Samur e Ibrahim aseguran no haber llegado a esta ciudad a detener o encarcelar a sus habitantes y declaran no estar molestos sobre su forzada convivencia con un Ejército que sometió a Bagdad y a las fuerzas desplegadas en Kuwait a un intenso bombardeo y que todavía tiene bajo control una porción de su territorio nacional.

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