Gorbachov se va de Tokio sin soltar las Kuriles
Mijaíl Gorbachov y Toshiki Kaifu se enzarzaron ayer en un mano a mano dialéctico, en busca de un compromiso que pudiera salvar la histórica visita del presidente de la Unión Soviética a Japón. Los graves problemas secesionistas que afronta su país impidieron que el dirigente del Kremlin concediera a un sorprendentemente coriáceo primer ministro japonés no mucho más allá que el reconocimiento del contencioso de las cuatro islas del sur de las Ku¡les como elemento frenante en la normalización de relaciones entre ambos países.
La tercera jornada de Gorbachov en Tokio enloqueció a todo el protocolo nipón. Varios de los actos que tenía previstos fueron siendo aplazados conforme pasaban las horas y trascendía que los dos mandatarios decidían celebrar un cuarto, un quinto y hasta un sexto encuentro, este último a las diez de la noche, hora local (tres de la tarde, hora peninsular española), que añadir a los tres mantenidos los dos días anteriores, para encontrar alguna fórmula que permitiera una salida airosa a las dos partes.La situación fue tan tensa que, en ciertos momentos, el Gobierno japonés advirtió que no firmaría el comunicado conjunto previsto si los soviéticos no hacían una clara referencia al litigio de las islas Etorofu, Kuriashiri, Shikotan y los islotes de Habomai, enclavadas a poca distancia de Hokaido, la isla más septentrional del archipiélago de Japón. Ocupadas por los soviéticos al término de la II Guerra Mundial, Japón reclama su soberanía por razones históricas y con el argumento de que así fue refrendado en tres tratados suscritos con la Rusia zarista en la segunda mitad del siglo XIX.
Uno de los pocos resultados tangibles de la visita ha sido que el líder soviético ha entregado una lista de fallecidos en la última gran contienda y de cementerios donde se encuentran enterrados los prisioneros japoneses.
Kaifu, cuyo poder dentro del partido liberal es muy frágil por pertenecer a la facción más débil, recibió la noche anterior instrucciones de la cúpula dirigente de arrancar a Gorbachov algo más que vagos compromisos para solucionar los problemas territoriales que imposibilitan la Firma de un tratado de paz y bloquean la asistencia económica japonesa a la perestroika.
En concreto, el punto de mira del primer ministro fue que el presidente aceptara una declaración conjunta de 1956, con la que ambos países establecieron relaciones diplomáticas, como arranque para resolver en el futuro el contencioso de las Kuriles. Mediante esa declaración, Moscú se comprometió a devolver a Tokio Shikotan y Habomai una vez que se firmara un tratado de paz, e insinuó la posibilidad de negociar la entrega de las dos restantes en el futuro.
La URSS decidió archivar ese compromiso cuando, cuatro años después, japoneses y norteamericanos suscribieron el tratado de seguridad militar que perpetuaba la presencia de tropas estadounidenses en el archipiélago de Japón.
Gorbachov hizo ver ayer a Kaifu que la grave situación interna de la URSS, con la incontrolable ebullición de independentismo en varias de las repúblicas, le impedía por el momento ir más allá de reconocer que las cuatro islas en cuestión son un elemento perturbador para normalizar las relaciones.
El dirigente del Kremlin prometió también la desmilitarización de las islas. Se estima que hay en ellas cerca de 10.000 soldados, desplegados en Kunashiri y Etorofu. El total de residentes civiles se cifra en alrededor de 30.000. La URSS redujo al mínimo la presencia de tropas en las Kuriles, llamadas por los japoneses "territorios del norte", poco después de establecer relaciones con Japón. Pero volvió a incrementarla cuando éste firmó en 1978 un tratado de paz y de amistad con China.
Más sonrisas que resultados
minutos antes de la medianoche, Kaifu y Gorbachov, flanqueados por sus ministros de Asuntos Exteriores, Taro Nakayarna y Alexandr Besmértnij, entraron en la sala del palacio que ha sido residencia estos días del presidente soviético y salvaron con sonrisas y breves discursos la primera reunión al más alto nivel entre la URSS y Japón. Después de firmar 15 acuerdos de cooperación política, comercial, cultural y humanitaria, Kaifu debió de recordar las cumbres soviético-norteamericanas y le pidió a su invitado que intercambiaran sus estilográficas y se saludaron entrelazándose los meñiques. Ninguno de los dos citó en sus intervenciones el tabú territorial, las Islas en litigio, pero Tokio ha logrado que al menos sean mencionadas por su nombre en el comunicado final, en el que se especifica que ambos Gobiernos están de acuerdo en que para resolver el contencioso y facilitar la firma de un tratado de paz deben iniciar negociaciones, pero no se especifica cuándo. Hay una triquiñuela con la que los japoneses estiman que ha habido progresos en el problema al señalar el comunicado que Moscú respetará sus compromisos internacionales, lo que puede iriterpretarse como una puerta abierta a la declaración que ambos firmaron en 1956 y con la que el Kremlin expresó la disponibilidad a devolver dos de las islas. Pero, al mismo tiempo, Tokio subraya su deseo de no poner en peligro la estabilidad interna de la URSS.
"Sentimos que hoy ha comenzado una fase de nuevas relaciones entre Japón y la URSS (...); es el primer paso de un largo camino", manifestó Gorbachov antes del brindis, en una referencia a que el camino no está, ni mucho menos, allanado. El dirigente del Kremlin tuvo aún luego fuerzas para celebrar una conferencia de prensa de dos horas de duración, en la que manifestó que los dos Gobiernos "tienen ya el 80% acordado para firmar un tratado de paz", y que, pese a las dudas que muchos puedan tener con el resultado de las maratonianas negociaciones, él personalmente se sentía muy satisfecho. Gorbachov dijo también que la declaración de 1956 contenía elementos positivos e insinuó que podría servir como base para resolver el el futuro el problema de las Kuriles.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.