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POSGUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

El éxodo de los miserables

Miles de kurdos iraquíes terminan una semana de penosa marcha hacia Irán por zonas nevadas

LAURENT MAILLARD (AFP)Bajo la mirada resignada de sus padres y de sus hermanos mayores, que tratan en vano de hacerla avanzar, la pequeña grita de angustia, los pies desnudos en el fango, entumecida por el frío dentro de su tenue chaqueta de algodón mojado por las ráfagas de lluvia mezclada con nieve. En la garganta de Tchili, a 1.600 metros de altitud, que marca la frontera entre los dos países, la huida de los kurdos de Irak hacia Irán parece el éxodo de los miserables. Pocos coches venidos de las localidades cercanas, en medio de centenares de campesinos, manifiestamente muy pobres, que avanzan sobre este camino malo que une la región de Suleimanía, en el Kurdistán iraquí, con la ciudad de Sardasht, al noroeste de Irán.

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El mal tiempo de los últimos días ha transformado este camino en un barranco. Algunos refugiados han cargado sus mulas con sus magros objetos: algunas mantas, objetos de cocina, una cuna, alguna nevera que aparece incongruente en este paisaje salvaje y desolado, en el que aún está esparcida la nieve. Pero la mayor parte de los refugiados no tienen más que su espalda para transportar un hatillo o a los niños pequeños en su huida.Las imágenes terribles se suceden: tambaleándose en el barro, un hombre lleva a una anciana vestida de negro, arrugada como un bebé. Pocos metros más atrás, los sigue un viejo que avanza penosamente con un gran radiador eléctrico envuelto en un bolso sobre sus espaldas. Dice algo en kurdo al pasar delante de los periodistas presentes. "Dice que querría arrancarle los ojos a Sadam Husein", traduce otro refugiado.

Niños muertos

Hay en esta huida numerosos niños, todos golpeados por el frío. Los más pequeños han muerto a decenas sobre la ruta en los últimos días, afirman íos refugiados. "Mirad bien, todo esto es por culpa de Sadam", dice un padre que lleva a un hijo a las espaldas y a un bebé que llora en sus brazos.El camino ha sido largo. Generalmente, una semana caminando de día y pasando la noche en lucha contra el frío, en un despeñadero, en un repliegue del terreno, al abrigo de un peñasco. Como en otros sitios, casi todos los refugiados han estado, al comienzo de su viaje, atacados por helicópteros del ejército iraquí, que habrían causado numerosas víctimas. Pero es imposible hacer una evaluación. En todo caso, no se ven heridos entre los refugiados.

Todo dice que la inmensa mayoría de la población kurda ha tomado el camino del éxodo. Muchos de los campesinos no pudieron llevarse en su huida más que un trozo de pan. Familias enteras que atiborraron coches, camiones o tractores, bloqueados en un embotellamiento de varios kilómetros por el barro y atascados, son apenas más afortunadas.

Son necesarios de cinco a seis días para pasar el collado, y en este enclave de difícil acceso ninguna ayuda ha podido, aparentemente, ser distribuida por la Media Luna Roja iraní, como en otros puntos de la frontera.

Del lado iraní, los militares son omnipresentes en esta zona, que ha sido escenario de violentos combates durante la guerra iraní-iraquí. Pero ellos no intervienen más que para evitar que los refugiados se aparten de la ruta. La zona está minada.

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