Malos 'Moleros'
Los toros de los hermanos Molero no eran de fiar. Sericcitos cuajaditos, variopintos y todo lo guapitos de cara que se quiera, pero, de fiar, nada, Irrumpían en la arena los Moleros bellísimos de capa, e iba la afición y se enamoraba de ellos. Hay amores que matan, dice la sabiduría popular. Y así fue, porque el enamoramiento de algunos espectadores mataba su objetividad en el juicio crítico de los toreros. Hubo quien., por ser los toros guapos, los creía bravos, y a los toreros les exigía esas cosas que se suelen exigir cuando los toros son bravos, como arrímate, o dale unas chicuelinas.Eso desde el tendido, porque desde el burladero los peones no paraban de gritar "¡pónsela!", "itócale!", y "¡sigue, sigue, sigue!". Es admirable esta ciencia de los banderilleros que, como el aceite tres-en-uno, sirve para todo. Lo mismo le dicen al torero "sigue", "tócale", pónsela" si el toro resulta bravo, que si resulta manso. "¡Tócale...!". El día anterior, estaban gritando eso a Victor Mendes sus peones en plena faena, cuando levantó la vista hacia ellos y preguntó: "¿Se puede saber qué pasa ahí? ".
Toros de Molero hermanos, bien presentados, variopintos, descastados
Manolo Sales: metisaca bajo, pinchazo y rueda de peones (silencio); medía trasera caída, rueda de peones y descabello (silencio). Soro II: pinchazo y metisaca bajísimo fulminante saliendo trompicado (algunas palmas y también protestas cuando saluda); pinchazo y estocada trasera atravesada (silencio). Víctor Manuel Blázquez: estocada (minoritaria petición y vuelta al ruedo); estocada (vuelta). Plaza de Valencia, 16 de marzo (mañana). Corrida fallera aplazada el día 13. Media entrada.
Los burladeros pareceri un gallinero alborotado mientras el matador intena lucirse, y menos mal si se luce, pues las ovaciones, los olés, los "¡Eres el más grande'.", que se suelen decir en estos casos desde el tendido con evidente incontinencia verbal, impiden oir sus voces; pero si no se luce, se oyen, y ponen nerviosísimo al diestro, que tiene las sienes moraítas del martirio que le supone quitarse de encima al toro fiero. "¡Pónsela!", le conminan, y se preguntará: "Sí, pero 6dónde?". Eso quisiera el diestro que tiene las sienes moraítas del martirio: ponérsela, tocarle, seguir...
Berrendo en colorao, lucero. rabialbo y calcetero uno, igualito todo mas en negro teléfono otro, sólo berrendo en negro noche zaína el tercero, coloraos absolutos los restantes; y además con trapío todos, y armonioso en su musculada estampa el quinto: así lucían por fuera los Moleros. Por dentro, en cambio, llevaban casta aguada y eran incapaces de dar dos embestidas seguidas, santas ni una, mientras endemoniadas las daban casi todas, parándose en medio del viaje y buscando el bulto.
Mal asunto para los toreros, este ganado infiel. Manolo Sales y Soro II padecieron sobresaltos diversos en sus pundonorosos intentos de ponerla, tocar, seguir -siguiendo los ruidosos dictados del peonaje-, y Víctor Manuel Blázquez tambien, con la diferencia de que estuvo eficaz en banderillas, aderezó los trasteos con porfías y rodillazos, y mató de sendas estocadas apuntando a las agujas. La última coincidió con la mascletá. Es decir, que no bien hubo entrado el acero por el oyo de las agujas, toda Valencia empezó a retemblar con la descomunal petardada, y ese pareció un homenaje al torero de la tierra que había sido capaz de abatir a los toros malos con galanura y valentía. Y si no fue así, lo tenía merecido.
Babelia
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