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El golpe pudo triunfar

El golpe pudo triunfar. Primero: el teniente coronel Tejero secuestró al Gobierno en pleno y a los diputados en un par de minutos, sin que la numerosa escolta policial del Congreso presentara la menor oposición. Segundo: faltó el canto de un duro para la ocupación de Madrid por unidades de la División Acorazada Brunete. Tercero: la mayoría de los capitanes generales querían "hacer algo", como quedó reflejado en el documento del capitán general de Madrid, Guillermo Quintana, revelado por este periódico el pasado 17 de febrero. Y cuarto: el general Armada estuvo a punto de ser recibido en la Zarzuela en la tarde del 23-F; no lo consiguió porque el Rey, advertido por Sabino Fer nández Campo de que el nombre de Armada era invocado para mover tropas en Madrid denegó a Armada el permiso para acudir a palacio.El golpe de Armada era de carácter palaciego: de eso no hay duda. Pero de poco sirve un golpe palaciego si el Rey no lo respalda. Armada jugó muy fuerte para conseguirlo, pero no logró el respaldo de don Juan Carlos. El Rey, apoyado en su pequeño equipo, tomó varias decisiones de importancia en la tarde del 23-F: la primera, denegar el permiso para que los jefes de las Fuerzas Armadas se hicieran cargo del poder; la segunda, autorizar el gobierno de los subsecretarios y secretarios, presidido por Francisco Laína y asistido eficazmente por Carlos Robles Piquer, a la sazón secretario de Estado de Asuntos, Exteriores, que llevó esa noche la delicada misión de mantener relaciones entre la Junta de Jefes de Estado Mayor y el gobierno civil -no era nada dificil que surgieran roces

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Parar a las masas

Y la tercera -y esta decisión se conoce muy poco, por no decir nada: de la Zarzuela salieron las instrucciones o recomendaciones para que las organizaciones sindicales se mantuvieran quietas durante la noche del 23-F y, sobre todo, en la mañana del 24 de febrero.

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Marcelino Camacho, de Comisiones Obreras, y José María Zufiaur, de UGT, estuvieron pensando seriamente una movilización sindical contra el golpe de Estado: pero desde la Zarzuela se sugirió al PSOE, y concretamente a José María Maravall -único miembro de la ejecutiva socialista que no era diputado y por ese motivo quedó libre- que no se alentara reacción ciudadana de ningún tipo. Ése era el pretexto invocado por muchos capitanes generales, temerosos de verse desbordados por "las masas". El gobierno de subsecretarios dio instrucciones a los gobernadores civiles de realizar la misma labor de convencer a partidos y sindicatos de que no intentaran movilización alguna.

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