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El Gobierno chileno declara ilegal la Colonia Dignidad

El Gobierno chileno de Patricio Aylwin puso fin a la existencia legal de la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, más conocida como Colonia Dignidad -el enclave de alemanes acusado de violaciones a los derechos humanos-, al cancelar la personalidad jurídica de esta entidad y ordenar que sus bienes pasen a una corporación metodista. Unos 200 colonos iniciaron una huelga de hambre.

El Gobierno fundamentó la medida por las graves y reiteradas infracciones de la sociedad a nor mas tributarlas, de salud, labora les, educacionales y de recluta miento, y por no ceñirse a las unciones de beneficencia. Al amparo de las exenciones aduaneras y de impuestos, por su estatuto de sociedad benéfica, la colonia formó un patrimonio de 15.000 hectáreas, complejos industriales, comerciales y mineros y numerosas propiedades.

El término de la personalidad jurídica "pone fin a un enclave que durante 29 años ha intentado constituirse en un Estado dentro de otro Estado", señaló una declaración de los ministros de Interior y de Justicia, al anunciar el decreto. El Gobierno prefirió una vía administrativa para intentar eliminar la colonia, al más dificultoso camino de probar en la justicia. las violaciones a los derechos humanos cometidas en Villa Baviera, la finca principal de los colonos, situada 400 kilómetros al sur de Santiago,que sirvió como centro de detención y torturas durante la dictadura militar, según los testimonios de las víctimas.

La medida no implicará el inmediato cierre del enclave. Previendo que tendrían problemas con el Gobierno democrático, los líderes de la colonia traspasaron los principales bienes de la sociedad benefactora a otras sociedades, formadas por ellos mismos. Por orden del Gobierno, el Servicio de Impuestos Internos está investigando estas operaciones.

Las primeras reacciones del Gobierno federal en Bonn fueron favorables a la medidas y en Chile sólo la derecha adoptó una actitud crítica. Pero Dignidad tiene recursos y amigos para defender su existencia. Los colonos anunciaron que recurrirán a todos los caminos legales y el sábado dejaron entrar a la prensa para que ésta tomara fotos de quienes dicen estar en una huelga de hambre indefinida.

El testimonio de Erick Zott

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Erick Zott, de 43 años, se ha pasado la mitad de su vida reviviendo los 12 días de interrogatorios que pasó en Colonia Dignidad. Es un hombre pudoroso que prefiere el silencio, y sólo cuando es absolutamente necesario relata minuciosamente, con voz firme y lenta, ayudándose de innumerables cigarrillos, lo que vivió en la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad.Durante el Gobierno de Salvador Allende, Zott era uno de los dirigentes de la izquierda entre los estudiantes de la Universidad de Concepcion, y pocos días después de] golpe de Estado de 1973 escapó de esa ciudad y vivió clandestinamente durante dos años, hasta que fue detenido por el servicio de inteligencia de la dictadura de Pinochet en 1975. Pasó por los peores campos de concentración instalados por el régimen, como Villa Grimaldl, Colonia Dignidad y el Campo de Detención Tres Álamos. Fue acusado por la ley de seguridad interior del Estado y condenado por un tribunal militar a 12 años de cárcel, pena que le fue conmutada por el exilio en 1976. Desde entonces vive en Viena.

Zott, que trabaja en las Naciones Unidas, ha sido uno de los principales testigos en el juicio de Colonia Dignidad contra Amnistía Internacional, que se inició en Bonn en 1977, cuando los alemanes se querellaron en contra de la organización de derechos humanos por calumnias e injurias. Regresó a Chile en agosto del año pasado después de 15 años de ausencia para declarar durante siete horas ante la comisión Verdad y Reconciliación, del Gobierno de Aylwin.

Zott permaneció amarrado a una litera de campaña con correas de cuero en los pies, brazos y cuello, en una de las casas habilitadas para interrogatorios.

El rastro de muchos desaparecidos durante la dictadura chilena se pierde en Colonia Dignidad. Zott recuerda ahora que creyó que era el fin. No le dejaban dormir y perdió la noción del tiempo. Oía los gritos de los verdugos, sentía el dolor de las correas de cuero incrustradas en la piel, la inconsciencia después de sufrir un electrochoque.

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