Thatcher contra Europa
La primera ministra británica se opuso tenazmente a las reformas para el futuro del Viejo Continente
Margaret Thatcher, con su tenaz oposición a las reformas para el futuro de Europa, construyó la CE de 11 contra 1. Martuvo su veto a la Carta Social europea en la cumbre de Madrid, celebrada en junio de 1989, y seis meses después, en Estrasburgo. El veto de la primera ministra británica se repitió con vistas a la unión política y a la unión económica y monetaria, corroboradas por el Consejo Europeo de Roma el 28 de octubre.
Ante la dimisión de la primera ministra británica, la Comisión Europea guardó institucional mente silencio, pero, en opinión de un alto funcionario comunitario, "no ha sido la poll tax, sino Europa lo que ha derrotado a Thatcher, porque su oposición a la CE es la clave de la división del partido conservador británico". "Ahora se abre la esperanza", añadió, "del fin del once contra uno".La construcción de la Europa unida ha encontrado el escollo de Margaret Thatcher, pero ha sido también la roca contra la que finalmente se ha estrellado a carrera política de la primera ministra británica. Las sucesiva dimisiones de Michel Heseltine Nigel Lawson o Geoffrey Howe como miembros de su Gabinete tienen la CE como telón de fondo. El presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, se limitó ayer en Estrasburgo a expresar su "alta estima por Thatcher pese a los desacuerdos sobre el futuro de Europa". El vicepresidente Leon Brittan, antiguo ministro de su Gobierno, señaló que "ha contribuido a su manera a la construcción europea".
Tlatcher inició en 1979 su andadura comunitaria con la disidencia. Primero fue el llamado cheque británico su campo de batalla, que no abandonó hasta que al Reino Unido le devolvieron los 280.000 millones de pesetas en que fue estimado el exceso de su contribución a la CE. En junio de 1985 se opuso al Acta Única pero meses después la acabó admitiendo y pasó a convertirse en la más fervorosa defensora de algunos de los aspectos del mercado único de 1993.
Ese gusto de enfrentarse a lo demás jefes de Estado o de Gobierno fue lo que llevó al presidente francés, François Mitterrand, a comentar el pasado día 28 en Roma que no le preocupaba su rechazo a la unión política y monetaria. Del enconado tono que a veces adquirían las disputas de la única mujer del Consejo Europeo con sus colegas es buen ejemplo la frase que lanzó en la cumbre de Copenhague, en diciembre de 1987. "No hay bastantes agallas aquí", dijo, y empleó el término inglés guts, que puede indicar también los atributos masculinos. "De eso hay de sobra bajo esta mesa", le respondió Andreas Papandreu.
Crecida de poder en su país, Thatcher enarboló siempre la soberanía nacional como contrapunto a la integración europea. En septiembre de 1989 eligió la cuna del europeísmo, el Colegio de Europa de Brujas, para lanzar su espíritu de Brujas. Propuso entonces "una CE a la inglesa", en la que destacaba la necesidad de abandonar "políticas equivocadas o ineficaces como la agrícola" y el rechazo a "concentrar más poder en Bruselas".
Cualquier aumento del presupuesto comunitario o la adopción de medidas que no eran de su agrado eran una excusa para desatar su crítica a los eurócratas de Bruselas. Hace menos de un mes envió una airada carta a Delors para oponerse a la adopción de decisiones "sin una preparación adecuada". Thatcher jugó siempre a ganar tiempo.
España, con la propuesta de retrasar la unión monetaria, le echó una mano que ella rechazó en la cumbre de Roma sin miramientos.
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