El cineasta Jean Negulesco afirma que en el Hollywood clásico "era muy fácil hacer cine"
El certamen rindió ayer homenaje al nonagenario director de 'Belinda'
M. TORREIRO Tiene 90 años y una vitalidad arrolladora. Uno de los últimos supervivientes del Hollywood clásico, el director de Humoresque, Belinda, Las lluvias de Ranchipur, Creemos en el amor o El hundimiento del 'Titanic' está estos días en Barcelona, invitado de honor de la cuarta edición del festival de cine. De origen rumano y de profesión pintor, este aventurero, que fue antes gigoló danceur y más tarde también escritor, guionista y director de cine, llegó a EE UU en 1927 y comenzó desde entonces una carrera cuya importancia relativiza él mismo cuando dice: "En el Hollywood clásico era muy fácil hacer cine".
"Mi primera vocación fue la de pintor, pero siempre tuve claro que sólo un arte integraba la imagen, la palabra, la poesía y el movimiento. Y por eso quise hacer cine", confiesa Negulesco. Director a sueldo de la Warner en sus primeros años, obtuvo para tal estudio un gran éxito con su primera película importante, Humoresque, ampliado aún más con Belinda (1948). "La película tenía todas las virtudes del cine norteamericano de entonces: buenos actores, una historia con fuerza. Con ella logré lo que cualquier artista ansía, que el problema de un ser humano se haga problema de todos", afirma. Pero fueron más los problemas que le ocasionó el filme que los reconocimientos que obtuvo por él. "A Jack Warner, entonces el patrón del estudio, no le gustó nada el filme. En opinión de Jack, era una deshonra: 'Es el colmo; hacéis una película sordomuda en el estudio que "inventó el sonoro', decía, muy serio".Bárbaros y valientes
A pesar de estos percances y de que tras discutir con Warner abandonó momentáneamente la profesión para volver a la pintura, no guarda rencor a los viejos patrones de los estudios, sino más bien lo contrario: "Todo tycoon, todo gran productor de la vieja escuela era un bárbaro mal educado y vulgar. Pero cada uno de ellos era también un valiente, y tenían una intuición sencillamente genial", afirma.
Sobre las películas elegidas para su homenaje, dice guardar un especial recuerdo de La máscara de Dimitros, adaptación de una novela de Eric Ambler. "Se trata en realidad de la primera película que hice enteramente solo. Fue la primera vez que me sentí Dios, que pude gozar del lujo de crear", explica.
Los trucos de su oficio son, a su entender, muy pocos. "En realidad, en el Hollywood de mi tiempo eso de ser director era muy fácil. Contabas con un equipo estupendo de profesionales, con buenos actores, y tú lo único que tenías que hacer era colocar su nombre en los títulos de crédito", afirma socarrón. Pero también es cierto que su fama de buen director de actores se asentó en otros factores: "Siempre me he enamorado de mis actores y, desde luego, de mis actrices. También me ayudó mucho el hecho de haber sido pintor: así como hay un toque Lubitsch o Wilder, me gustaría creer que hay un toque Negulesco, dado por una mirada adaptada a la pintura", concluye.
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