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NACE LA NUEVA ALEMANIA

Bush , abanderado de la unificación

Cuando George Bush manifestó el lunes ante los ministros de Asuntos Exteriores de la Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), reunidos en Nueva York, que le había "conmovido" la ceremonia celebrada momentos antes, en la que los cuatro vencedores de la Segunda Guerra Mundial en el frente europeo devolvían a partir de hoy la soberanía total a Alemania, el presidente norteamericano estaba hablando con el corazón y no sólo pronunciando una frase de circunstancias. Porque sin su tesón y su ayuda la unificación germana no se hubiera conseguido en el corto plazo que se ha logrado.El presidente norteamericano, un veterano de la última conflagración mundial aunque su teatro de operaciones como piloto naval fuera el Pacífico y no Europa, ha sido sin duda el abanderado de la unificación.

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Bush abrazó la causa de la unificación germana cuatro meses ' después de haber jurado como 412 presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 1989. Después de unos meses de vacilaciones, Bush inició una serie de discursos en varias universidades defendiendo la unidad alemana "dentro de una Europa libre y total".

A sus llamadas públicas en pro de esa unidad siguió una intensa actividad diplomática, dedicada a convencer primero a los aliados europeos de Estados Unidos, principalmente pero no sólo al Reino Unido y a Francia y, posteriormente, a los países de Europa oriental, que, encabezados por Polonia y Checoslovaquia, tenían el comprensible repelo, herencia de la guerra, hacia un resurgimiento de¡ poderío alemán en el centro de Europa.

Polonia, destrozada y dividida como consecuencia del Pacto entre Adolf Hitler y Iósif Stalin del 23 de agosto de 1939 y la consiguiente ocupación nazi y soviética, fue un hueso difícilmente duro de roer.

La resistencia polaca no se venció hasta que el Parlamento de Bonn se comprometió formalmente a respetar las fronteras actuales y Bush ofreció la garantía de Estados Unidos para la inviolabilidad de las líneas de demarcación establecidas en abril de 1945.

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El tercer obstáculo fue la Unión Soviética, país que sufrió la máxima sangría humana como consecuencia del enfrentamiento con la Alemania nazi.

Dos cumbres entre el presidente estadounidense Bush y el presidente soviético, Mijaíl Gorbachov, en Malta y en Washington, y una serie de encuentros sucesivos entre los responsables de política exterior de los dos países, James Baker y Edvard Shevardnadze, produjeron al fin la aceptación soviética.

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