Una moneda al aire
La crisis energética empeoraría la inflación y el déficit exterior, puntos flacos de la economía española
El fantasma de una recesión económica ha reaparecido estos días. Los expertos empiezan a alertar sobre el peligro de que se pueda repetir la depresión provocada por las dos crisis energéticas de los años setenta. Sin embargo, a la tercera puede ir la vencida, porque las economías occidentales han agudizado sus defensas. Todo está pendiente de un hilo, el conflicto armado. De la duración y extensión de la crisis depende la gravedad de la herida. Para la economía española, una crisis aguda azotaría de lleno en sus dos puntos débiles, la inflación y el déficit exterior. Si no va mucho más allá, sería como retroceder en los escasos avances tras un año de ajuste suave. Si se prolonga, España cuenta con un potencial de crecimiento económico que todavía puede dar de sí, aunque se muestra vulnerable porque su dependencia del petróleo es elevada.
La sugestión y el miedo ante una tercera recesión económica y la conciencia de lo sensible que es la economía, se adueñaron la pasada semana del mundo del dinero. Las bolsas se derrumbaron y el petróleo dobló su precio. Mientras, el silencio oficial se hacía notar y en círculos económicos se echaba de menos algún mensaje tranquilizador. Pero el Ministerio de Economía pemanecía cerrado por vacaciones.Las imprecisas y a veces contradictorias opiniones oficiales, realizadas al principio del conflicto, -Carlos Solchaga desde Bogotá y Felipe González en Austria- apuntaban a un ligero aumento del déficit comercial, un crecimiento económico algo menor y una inflación un poco más elevada. Todo ello, con un barril de petróleo a 25 dólares -la pasada semana se situó en los 32 dólares- y un tipo de cambio para la divisa norteamericana de hasta 107 pesetas -esta semana bajó hasta las 96 pesetasEl bolsillo se resienteEl bolsillo de los inversores en bolsa y el de los automovilistas, que cada quincena pagan la gasolina más cara, han sido los primeros en resentirse de la sacudida mundial que durante las tres últimas semanas ha provocado la crisis del golfo Pérsico.
Si la situación no se desborda, el precio a pagar por la crisis consistiría en un retroceso de los lentos avances conseguidos en la lucha contra la inflación y el déficit exterior. Tras un año de restricciones económicas, que ya que están reflejando en un menor ritmo en la creación de empleo, la esperanza era que hacia finales de año pudiera relajarse la política monetaria y conseguir algún acuerdo en materia salarial que permitiera controlar la inflación.
Pero las aguas se pueden salir de su cauce si se desata un conflicto armado y la crisis se prolonga. España cuenta a su favor con un potencial de crecimiento económico superior al del resto de los países occidentales. Pero juega en su contra con una inflación todavía elevada y una dependencia energética del petróleo por encima de la media comunitaria. Ello agravaría el déficit exterior, el otro punto débil de la economía española, efecto que puede suavizarse si el dólar continua a la baja.
Las previsiones realizadas por los organismos internacionales, antes de la crisis del Golfo, apuntaban que este año y 1991 serían periodos de reajuste en las economías occidentales, con crecimientos económicos moderados y la inflación bajo control , para afrontar en 1992 un nuevo relanzamiento. La misma perspectiva que existía para España.
Sin embargo, estas previsiones, efectuadas con un precio para el barril de petróleo de 17 dólares, ahora están puestas en cuestión. Los expertos de la OCDE y del Fondo Monetario Internacional trabajan durante estos días con la nueva hipótesis de que el barril de petróleo se estabilice en los 25 dólares. Según sus primeras conclusiones, el impacto se notaría más en el crecimiento económico -un punto por debajo de lo previsto, en torno al 3%- y menos en la inflación -medio punto más sobre una media del 4%-
Los países industrializados afrontaron las dos anteriores crisis energéticas con tasas de crecimiento económico elevadas y una inflación también alta. Tanto en 1973 como en 1979, la recesión se tradujo en un PIB por los suelos y unos precios por las nubes. Ahora, la situación es diferente. En los últimos ocho años se ha conseguido mantener un ciclo expansivo sin saltos en el vacío. Las economías occidentales, que han vuelto la espalda a EE UU como locomotora del desarrollo económico para poner sus ojos en Japón y Alemania, se afanan en corregir los excesos de un crecimiento prolongado.
Según el último informe de Analistas Financieros Internacionales, "el impacto de una elevación en los precios del petróleo podría presentar ciertos paralelismos cualitativos, en términos de crecimiento económico y precios, a los de las dos crisis energéticas de los años setenta, aunque difícilmente de igual magnitud e intensidad".Mecanismos de defensa ,Las razones son que los países occidentales han desarrollado durante los últimos años mecanismos de defensa contra la inflación y existe una mayor coordinación de las políticas monetarias. Además, las enseñanzas de las dos crisis anteriores se han traducido en la búsqueda de alternativas frente a la energía derivada del petróleo y en una menor alegría en el consumo.
Por último, "los enormes esfuerzos de inversión en bienes de equipo realizados en los últimos años por las economías europeas y por Japón, que son en la actualidad las dinamizadoras del crecimiento económico mundial, permiten pensar que una parte importante del impacto inflacionista pueda ser absorbido vía productividad".
Los países industrializados han desarrollado, pues, sus propios antídotos para prevenir sacudidas bruscas. Además, el mercado del petróleo no está en las mismas condiciones que en las dos crisis anteriores, en las que el precio del barril se multiplicó por cuatro y por tres, respectivamente. "En aquellos momentos los países productores tenían superávit por cuenta corriente y ahora necesitan dinero", explica José Luis Feito, de Asesores Bursátiles. A ello hay que añadir el nivel de reservas y que la capacidad de producción sobrepasa la demanda, todo ello en condiciones normales.
Ante esta situación, la economía española tiene puntos a favor y en contra. Para Feito, "es verdad que la economía española es algo más frágil a corto plazo, pero a medio plazo, si se producen los resultados esperados tras las medidas de enfriamiento económico, no hay que pensar que estamos mucho peor". Las claves, en su opinión, están en que la política fiscal sea más rigurosa y que los salarlos no presionen al alza los precios, para que la política monetaria pueda relajarse.
En cuanto a la inflación, tampoco la situación ha empeorado, aunque más por el mal de muchos que por una reducción efectiva. En julio pasado se registró el mínimo histórico -seis décimas- en el diferencial de inflación con la CE. El crecimiento económico español es, por otra parte, superior. Por ello, según José Folgado, director del departamento de Economía de la CEOE, "tenemos cuerda para rato siempre que el comportamiento de los sindicatos y del sector público lo permitan".
Precisamente en el próximo mes de septiembre se presentarán los Presupuestos Generales del Estado para 1991. En el cuadro macroeconómico que presente el Gobierno se adivinará cómo se piensa afrontar una posible crisis. Por el momento, la moneda sigue en el aire.
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