Un presidente puesto por el Ayuntamiento
El quinto toro llegó a la muleta pastueñito y facilón, eso era evidente. Lo ya no tan evidente es que fuera bravo. Sin embargo, como en Vista Alegre preside uno que parece puesto por el ayuntamiento, pues lo consagraron como bravo bravísimo, premiándole con la vuelta al ruedo.La bravura de un toro no es cuestión baladí. La bravura de un toro se mide por su comportamiento desde que salta a la arena hasta que rinde la vida -cómo salte, cómo rinda, tiene su importancia- y sobre todo por sus reacciones en varas, a lo largo de tres puyazos en regla. La norma no es en absoluto caprichosa, pues hay toros aparentemente bravos en el primer puyazo que a lo mejor se acobardan luego.
Con el quinto toro de la corrida de ayer, no había caso: tomó una sola vara y aún esa, con la salida tapada, de manera que el picador pegaba leña por el terreno de fuera, el toro la recibía por el de dentro, acorralado contra la barrera, y si pretendía huir, no podía saberse. Es decir que, concluído el tercio de varas, la bravura del toro pertenecía al terreno de la hipótesis, y lo más probable es que no la tuviera, menos aún para merecer la vuelta al ruedo. Todo lo cual es válido para la tauromaquia aplicada en cualquier parte, excepto para la plaza bilbaína de Vista Alegre, que si tiene un presidente puesto por el ayuntamiento será con algún fin concreto. Por ejemplo, para premiar con vueltas al ruedo a los toros, para regalar orejas, para no dar avisos así caiga la noche negra y el torero se esté poniendo pesadísimo pegando derechazos.
Buendía / Muñoz, Espartaco, Joselito
Toros de Joaquín Buendía, discretos de presencia, inválidos y manejables; 5º premiado con vuelta al ruedo. Emilio Muñoz: bajonazo (ovación y salida al tercio); estocada caída (ovación y salida a los medios). Espartaco: dos pinchazos, media estocada caída, rueda de peones y dos descabellos (silencio); estocada caída, rueda de peones y dos descabellos (oreja). Joselito: pinchazo y bajonazo; rebasó en minuto y medio el tiempo reglamentario sin que sonara el aviso (oreja); estocada y rueda de peones; la presidencia le perdonó otro aviso (oreja). Plaza de Vista Alegre, 20 de agosto. Tercera corrida de feria. Cerca del lleno.
Se sospecha que no es exactamente el ayuntamiento el que ha subido al palco al inefable presidente de la plaza bilbaína de Vista Alegre. Se sospecha que su irresistible ascensión al palco aurífero y larga permanencia en él, obedece a un interés generalizado de que todo cuanto ocurra en este importante coso, parezca divino. Si durante la feria no hay avisos para nadie (se exceptúan novilleros), pero sí orejas muchas, toros bravos varios, resultará que es un éxito. No como en otros pagos -Madrid (que queda al sur) sin ir más lejos-, donde todo es un fracaso porque allí avisos sí hay, orejas pocas, toros de vuelta al ruedo ninguno. En conclusión, si el balance de la feria bilbaina es triunfal, según empieza a perfilarse, el principal responsable será ese presidente que tienen puesto allí. Se llama Carmelo Sánchez-Pando, el hombre.
Al margen del presidente, la corrida transcurrió sin excesivo interés. Los toros eran flojuchos. Espartaco no pudo dominar uno que se distraía y al pastueño de la vuelta al ruedo le toreó en su estilo, fuera-cacho cuando el toreo de pie, abundoso en circulares y rodillazos. Joselito hizo faenas interminables, abriendo exageradamente el compás, en las que intercaló algunos naturales de bella factura, remates y adornos de alta escuela. Emilio Muñoz estuvo esforzado con toros de corta embestida y, buen torero que es, pudo lucir más si hubiera puesto en la tarea naturalidad en lugar de afectada pinturería. Pero a estas alturas todo esto da lo mismo. A estas alturas sólo queda que la corrida fue un éxito y si se debió a un presidente que parecía puesto por el ayuntamiento, eso no consta en acta y además es necesario explicarlo. O sea, una lata.
Babelia
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