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El 'caso Christa Wolf'

Polémica en la RDA por un libro en el que la escritora se presenta como víctima del régimen

La chispa del cuestionamiento en la República Democrática Alemana (RDA) del sistema literario y de sus líderes, en un mimetismo casi perfecto de lo sucedido en la política, ha saltado por un hecho hasta cierto punto casual: la publicación por la celebrada autora de la RDA Christa Wolf de un pequeño libro titulado Was bleibt (Qué queda), escrito en 1979 y publicado por primera vez ahora, 11 años después de haber sido escrito. El libro cuenta cómo a finales de 1979 la escritora fue observada durante semanas por agentes de la seguridad del Estado que la vigilaban día y noche. El libro narra los traumas de esa observación.

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Estaba claro que la desaparición del muro acabaría causando en la vida cultural interalemana las mismas convulsiones que en la política. Lo que acaba de suceder ahora con Christa Wolf -que en septiembre llegará a Barcelona, como autora invitada durante tres meses por la Generalitat- no es más que lo que pareció ya inevitable, y la reacción de la crítica fue casi instantánea y demoledora.En dos recensiones, publicadas casi simultáneamente, los jefes de dos feuilletones especialmente importantes -Ulrich Greinert, en Die Zeit, y Frank Schirrmacher, en Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ)- le hacen a la escritora fuertes reproches políticos y personales.

Esas reacciones críticas generaron a su vez una polémica inusualmente virulenta, en la que no sólo tomaron parte nombres muy conocidos de la crítica y la producción literaria, sino casi toda la prensa importante. El libro deja de ser ¡in libro para convertirse en un caso -el caso Wolf-, y el caso, en disculpa para debates y combates -políticos y publicísticos- de mucho más calado y significación.

Indignación

La indignación más directa de los críticos se debe al momento de publicación: 10 años después de sucedidos los hechos que se narran, y sobre todo cuando ha desaparecido el peligro de publicar algo así. Hace un decenio habría sido una señal de coraje y de resistencia; ahora, un intento de maquillaje: pasar de disfrutadora a víctima del régimen.Para Ulrich Greinert (Die Zeit), esa publicación "habría sido antes una bomba que habría supuesto el final de la escritora y su expatriación"; ahora es sólo una bagatela, penosa y vergonzosa además, tanto como su abandono del partido cuando ya no implicaba riesgo alguno.

Para Schirrmacher (FAZ), "el libro hubiera producido hace 10 años, incluso hace cinco, daños a la Stasi. Ahora carece de significación, es anacrónico y con rasgos ridículos". Estos elementos tienen una cierta tradición en la autora: no dijo una sola palabra en el levantamiento del 17 de junio, aceptó la invasión de Checoslovaquia como necesaria por la amenaza imperialista, y sólo en el caso de la expatriación de Biermann se unió a las protestas, pero -señala Schirrmacher persisten rumores nunca acallados de que se sometió después, en un acto de sumisión, a autocrítica. El libro no es sólo literariamente apócrifo, es también una acción de resistencia apócrifa. "Es un libro de mala conciencia", de complejo de culpa, y un intento de lavar el propio pasado. Lo principal no es, para Schirrmacher, cuánto hay de personal, sino de paradigmático de las dudas de los intelectuales comunistas en el caso de esta poetisa estatal por excelencia.

En el frente opuesto, el conocido crítico y catedrático Walter Jens habla de que "en Francfort y en Hamburgo se ha abierto la veda; la pieza está lista para que le disparen, y el botín promete ser respetable". "No, amigos, nada de ese tono, un poco más de sensibilidad en vez de ese estilo de tribunal de desnazificación (X: colaborador; Y: no tan manchado; Z: culpable en todos los puntos)". Se recomienda praxis pietatis y delicadeza, y no ese instinto cazador de críticos "que se presentan como si fueran, al mismo tiempo, probados resistentes y teólogos morales".

Y Günter Grass habla de que a él le resultan conocidos "esos preparativos de ejecución como rituales de la escena cultural; unas veces es uno, otras otro. Esta vez había que acabar con Christa Wolf".

Steplian Heim dice que él ha sido oficial de espionaje de las tropas norteamericanas y sabe cómo se organizan esas "campañas de difamación". Maus Podak argumenta contra esos "métodos de difamación" por medio de "trompetas morales desafinadas". La misma Christa Wolf habla de "un derribo preparado y consciente" y de que "tal violencia, agresión, odio y porquería" le resultan aterradores; "una campaña de odio" que sólo ha conocido en la prensa del viejo régimen comunista.

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