Los toros y la Casa de Misericordia
Pamplona tenía una plaza de toros muy del siglo pasado, con sabor a fiesta brava y caballos sin peto, que ardió el día de San Lorenzo de 1921. Los buenos pamploneses de aquella época se preguntaban qué iba a pasar con los encierros y las corridas del año siguiente. La verdad es que estaba todo más o menos preparado, lo que hace pensar que el incendio fue provocado. Hay que tener en cuenta que el Ayuntamiento pamplonés tenía proyectado el segundo ensanche de la ciudad y la plaza de toros constituía un obstáculo.El 5 de agosto de aquel año, la comisión municipal de Beneficencia, en una sesión de la Casa de Misericordia, lanzó la idea del proyecto de una nueva plaza de toros. El Ayuntamiento se desentendía de afrontar la construcción y tampoco deseaba que la plaza de toros cayera en manos de una empresa especuladora. La junta de la Casa, con impresionante visión de futuro, aceptó el reto. El Ayuntamiento cedió gratis el terreno para la construcción y se llevó a cabo una emisión de obligaciones. Tras no pocas dificultades, se inauguró la actual plaza con el encierro del 7 de julio de 1922. Se corrieron toros colmenareños de Vicente Martínez, y quizá el desconocimiento del recorrido en el último tramo ocasionó el primer montón en la entrada del coso. Por la tarde lidiaron esos toros Saleri, Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda. En 1972 se conmemoró el cincuentenario de la plaza y estuvo presente Lalanda, único superviviente de aquella tema.
La explotación de la plaza de toros ha supuesto para la Casa de Misericordia disfrutar de una situación económica que le ha permitido no depender de presupuestos oficiales y llevar una vida digna, con continuas mejoras, lo mismo en la estructura del edificio que en los servicios asistenciales. El edificio, que se inauguró en 1932 y fue en su tiempo modelo de asilo, se ha convertido en una residencia con 403 habitaciones individuales y 148 de enfermería y, lo que es peor, con una lista de espera de 283 personas.
En Pamplona, hasta hace muy poco, era más fácil identificar a la Meca como empresa de toros que como beneficencia (aquí se le llama cariñosamente Meca, porque la palabra misericordia se escribía Mca.). También que la empresa taurina sea una institución de la localidad, ha contribuido a que se miraran todos los detalles relativos a las fiestas y, sobre todo, a los encierros, con especial atención. La misma organización taurina se empeña en mantener el prestigio torista, pues los aficionados navarros se inclinan más por la emoción que por la exquisitez de los artistas. Desde 1959, la Feria de San Fermín se denomina Feria del Toro. Fue una iniciativa de Sebastián San Martín, que se distinguió por su afición a la causa de la Casa de Misericordia. Feria del Toro significa menos actualmente que en los años sesenta, pues entonces era habitual que se lidiaran utreros como toros, y la Meca premiaba con 10.000 pesetas, de entonces, cada toro que tuviera la boca cerrada, es decir, todos los dientes, garantía de que había cumplido los cuatro años. Y puedo dar fe de que se pagaban al 99% de los toros lidiados en Pamplona. Esta vocación torista ha traído más de una complicación, ya que en algunas ocasiones alguno de los mandones del toreo no se sentía cómodo en esta plaza y resultaba difícil su contratación. Pero lo cierto es que, desde hace muchos, está abonada la totalidad del coso.
La conclusión es que, gracias a los toros, una institución benéfica se ha convertido en residencia para ancianos con la asistencia y dignidad que merecen, la Feria de San Fermín ha adquirido fama internacional y todos los años nos visitan cientos de amigos de otros países que hacen más fácil el entendimiento entre los pueblos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.