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Tribuna
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Los koljoses y el pan nuestro de cada día

Hace ya 27 años que por el estrecho de Gibraltar pasa el grano hacia Rusia. Hecho éste totalmente antinatural: de las estepas que se extienden a orillas del mar Negro ya en tiempos de Pericles y Fidias exportaban el trigo que sobraba. ¿Cuál es, pues, la causa de este fenómeno antinatural? La causa es simple: el experimento político que se ha hecho. En este gran país agrario, donde se encuentran los centros de origen del trigo y de la vid, se estatizó la tierra. Durante siglos la tierra no alcanzaba para todos y valía muchísimo; hoy tenemos tierra de sobra y no vale nada. El campesinado fue una clase que se sacrificó a la idea de la dictadura mundial del proletariado. Hace tiempo que se decretó que el mujik, siendo un pequeñoburgués, hace surgir el capitalismo constantemente y en todo lugar. A las ciudadelas del imperialismo mundial nuestros proletarios no llegaron, pero lo hicieron fácilmente a las aldeas donde trabajaba su aliado el mujik: miles de localidades campesinas simplemente desaparecieron. La hoz corrió tras el martillo para ocultarse en la sombra industrial; la urbanización se volvió obligatoria.Pero en el campo aún quedaban muchos: más de la tercera parte de la población. Según las normas occidentales, es demasiado y deberían alimentar sin problemas al país. Pero las tiendas de comestibles están vacías. Los aldeanos compran de comer en Moscú. Si a las puertas de Berlín los comisarlos les hubieran dicho a nuestros soldados que los países derrotados medio siglo más tarde alimentarían a sus hijos, mujeres y estudiantes muchísimo mejor, más variado y sabroso que nosotros, no sé cómo hubieran luchado los regimientos...

¿Qué hacer?

Hace más de un año que en la Unión Soviética se desarrolla la única discusión sería que he visto en toda mi vida: ¿qué hacer, quién es el culpable, cómo sacar al país de la crisis alimentaria? ¿Dónde está el problema: en la relativa pobreza de los koljoses en comparación con el granjero occidental o en la agricultura obligatoria; son culpables la maquinarla obsoleta, los malos caminos y las sequías, o la culpa la tiene el monopolio de los koljoses y sovjoses? ¿Se puede tener la glásnost y la democratización en un extremo del balancín y el dictado koijosiano en el otro? ¿No destruirá esto a la perestroika?

Cantor de la lealtad a la vía koljosiana ha resultado ser el miembro del Politburó Yegor Ligachov, que hasta que fue nombrado responsable de agricultura los especialistas del agro no le conocían: encabezaba una provincia en el norte de Siberia donde no siembran mucho trigo... Sus oponentes son los economistas, los comentaristas agrícolas, los miembros del Grupo Interregional de Diputados. ¿Por qué no los campesinos? Porque no hay un partido campesino y sí existe la dictadura de los presidentes de los koljoses y de los directores de los sovjoses. Después de la muerte de Stalin, el régimen koljosiano absoluto comenzó a retroceder y ha cambiado mucho. Pero la esencia estaliniana de la situación en el agro se ha mantenido: la tierra la gobierna el aparato (de distrito, provincial, moscovita, poco importa) y el producto del trabajo se paga a precios establecidos desde arriba En cuanto se liberó al koljosiano de la clandestinidad jurídica y se le dio pasaporte, el derecho a irse de la hacienda, etcétera, de inmediato quedaron a la vista por lo menos tres rasgos del sistema koljosiano, que le son tan propios como las rayas al tigre.

1. Inmunidad a las novedades científico-técnicas. Desde lejos se ve este rasgo en la cosecha, que casi no aumenta (en 15 años ha aumentado en 0,6 quintales métricos, mientras que Holanda por ejemplo, casi duplicó la cosecha de granos y ahora se acerca a los 70 quintales métricos como promedio en el país). Es costumbre copiar la maquinaria y los métodos ajenos: Stalin compró a EE UU fábricas de cosechadoras y Jruschov sembró maíz desde el mar Negro hasta el Blanco... No podemos usar ordenadores, incluso si los fabricáramos: no puede haber variantes de soluciones pues todo lo dice desde arriba el comité de distrito del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y los precios también los establecen arriba. Por lo demás, la tecnología de los tiempos de Catalina II la Grande que se usaba en las parcelas privadas (la pala, la horca, el saco de patatas) puede dar por unidad de tierra, si uno se esfuerza, 13 veces más ganancias que un campo koljosiano con una cosechadora de Rostov; y las da.

2. La capacidad genética de perder la cosecha y lo cultivado. Hasta ahora la gente sigue la mentándose y asombrándose ¡Cómo! ¿La URSS pierde la misma cantidad de trigo que compra? ¿De las patatas que traen en otoño a Moscú, a la mesa llega apenas el 20%? Pero no quieren enterarse que eso los campesinos de Tambov ya se lo habían dicho a Lenin en 1920: la Cheka quita las patatas, pero se pudren...

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3. El papel destructor de la naturaleza del monopolio ko1josiano y sovjosiano seguirá influyendo incluso después de que nos olvidemos de la dictadura. En el continente europeo no había desiertos, pero ahora el desierto antropógeno de Kalmikia crece cinco héctareas por hora. El mar de Aral se ha secado, desaparecieron como importante categoría económica los prados rusos anegadizos, las valiosas tierras negras están agotadas y llenas de barrancos. No hay peces en el mar de Azov: los envenenaron. Y al mismo tiempo -¡oh milagro agronómico!-, en los 60 años que han encerrado a la gente en koljoses, en las pequeñas parcelas tras el cobertizo siembran de una en una las patatas, y esta monocultura en millones de parcelas no daña la tierra ni al presupuesto familiar.

¡Pero si los diputados en el Kremlin han aprobado la ley de la tierra! Y ella ha inaugurado la época de las reformas agrarias, ¿no es verdad?, dirá usted.

Sí, y esta conquista es algo que muchos no pueden perdonar al presidente Mijaíl Gorbachov. Se ha declarado la igualdad de todas las formas de tenencia de la tierra -estatal, cooperativa, granjera- y el derecho a los ciudadanos a usufructuar la tierra de por -vida y a heredar dicho usufructo. Por primera vez en los años de poder soviético se habla del ciudadado de la URSS como de un poseedor de tierra.

Verdad es que no se ha declarado la propiedad sobre la tierra porque no existe el derecho a su compraventa, sólo a su usufructo. Las encuestas testimonian que el 70% de los campesinos piensa que después puede venir una nueva expropiación, como en los tiempos de la colectivización.

La búsqueda del competidor

Los ayuntamientos no tienen tierras, por lo que sólo se puede pretender a los campos abandonados de los koljoses o soljoses, pero primero hay que obtenerlos Es decir, que el presidente del koljós debe permitir voluntariamente que a su lado surja un competidor que no holgazanea, no roba, no bebe y que desea pagar los créditos al banco y trabajar para llevar una vida como la de un granjero occidental medio. ¿Pero para qué necesita un presidente de koIjós a semejante competidor? En el último de los casos, tomará a un peón medianero, le llamará arrendatario y le obligará -por un acuerdo y con otras palancas- a servir al florecimiento de la economía de su sistema koljosiano progresista, aunque temporalmente decadente, según él.

¡Lo que no necesita por ningún motivo es un competidor! La carrera es con un solo participante, y el lema, ideológico: "¡No permitiremos desmembrar los koljoses!". Estoy convencido que a los buenos koijoses no los amenaza nada, a no ser la conversión en una auténtica cooperativa de campesinos- socios. Las grandes haciendas en los próximos años continuarán siendo los principales suministradores. Por lo de más, es una estupidez destruir los koljoses sólo porque eran una máquina esclavizante.

Pero cuando el funcionario provincial paga a un koljós que trabaja a pérdida siete rublos por el kilo de carne de res y al granjero principiante sólo 2,40 rublos, este funcionario está dividiendo la subvención estatal de la carne de acuerdo a principios ideológicos: "El koljós es mi hermano de clase; el granjero, un burgués. Que la sude y quiebre".

La ley de la tierra por el momento es un auto sin motor. Sin leyes republicanas que permitan desarrollar las bases de la ley aprobada por el Parlamento de la URSS, ésta no será obligatoria para los funcionarios.

El Domingo de Resurrección llegó a verme inesperadamente un campesino de la provincia de Lípetsk. "Se terminan los últimos días de la primavera, estoy desesperado, ayúdeme", me dijo. El campesino, de apellido Súslov, creyó al Soviet Supremo y en el invierno pidió 140 hectáreas de tierras abandonadas al koIjós local, que estuvo de acuerdo en concedérselas.

Súslov compró a crédito un colmenar y varios sacos de semillas de plantas melíferas, que en la URSS son sumamente caras. Pero en las instancias superiores no han movido un dedo y las abejas pueden morir. Entonces Súslov fue a ver a los jefes de siempre y tocó a las puertas del comité provincial del PC S. Allí decidiron llamar a un jurista. El nuevo Salomón, recordando dónde se encontraba, dijo:

-Si damos a Súslov esas tierras, los ko1josianos se Irán a la ciudad, y si no se las damos, serán sus peones. ¿Necesita esto el pueblo?

-¿Ves? -le dijeron al colmenero- El jurista tiene razón.

Este caso es típico. Miles y miles de personas que como el colmenero de Lípetsk cambiaron de vida e invirtieron todo lo que tenían, ahora están bajo el fuego del aparato, que defiende su poder.

Bueno, yo soy un diputado agrario: ¿qué cambios habrá, qué cambios se pueden esperar? Le diré, y conste que no estoy loco: tengo un certificado de cordura, que me dieron cuando pasé los exámenes para obtener licencia de conducir.

En la URSS hay decenas de millones de hectáreas de desiertos. Pero no son desiertos de arena, sino de hierbas y arbustos: campos abandonados. Regiones enteras en el centro industrial dan 10-12 quintales métricos de trigo por hectárea y 70 de patatas. Según las normas de finales del siglo XX, éstos son desiertos agrarios, que habría que repartir entre el pueblo. Incluso un 10% de tierra en usufructo privado (alrededor de 23 millones de hectáreas) cambiarían radicalmente la situación alimentarla. Y luego el centro de la producción de granos en Eurasia se trasladará a las estepas ruso-ucranio-kazajas. Las potencialidades de exportación de la URSS -ante todo de granos, pero también de lino, algodón, patatas y viticultura- comenzarán a concretarse este siglo y sin lugar a dudas influirán en el balance económico de la Europa unida. Por supuesto, no se trata de competir con los olivares españoles, los quesos franceses o los jamones alemanes.

Pero la perestroika hará que la URSS se convierta en miembro del club de exportadores agrícolas. Verdad es que para ello necesitamos un clima político estable, sin simunes ni heladas.

Yuri Chernichenko es diputado de la URSS y experto en agricultura.

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