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Miguel Hernández y García Lorca, unidos en Granada

Acto simbólico de confraternización en Fuentevaqueros

"Subía a la sierra a las tres de la madrugada, casi desnudo. Los diez minutos que faltaban para servir la sopa los aprovechaba para brincar por la sierra. Un 1 de mayo, en Madrid, la Guardia Civil le dio una paliza porque iba indocumentado". Son recuerdos de la hermana menor de Miguel Hernández, Encarnación, que ayer asistió en Fuentevaqueros (Granada) al acto simbólico de confraternización entre el poeta alicantino y Federico García Lorca.

"No fue víctima de un destino trágico, sino de una situación injusta", defendió el antólogo de Hernández, Leopoldo de Luis.El hambre, el pan, el cocido, el hijo vivo y el recuerdo del muerto fueron las preocupaciones del poeta en las cartas y tarjetas postales que escribió a su esposa, Josefina Manresa, desde cada una de las 13 prisiones donde consumió sus últimos años de vida. Hernández se unió a Josefina en 1937; en 1939 fue encarcelado cuando pretendía huir a Portugal y falleció el 28 de marzo de 1942. "He recibido la manta, tan limpia de la suciedad que había recogido por las cárceles en dos años. Trabajo te habrá costado lavarla", escribe a su esposa en una de las tarjetas que la nuera de Hernández, Lucía Izquierdo, ha cedido para su exhibición en Granada.

El autor de Nanas de la cebolla -"la canción de cuna más trágica de la literatura española", según Concha Zardoya-, hace frecuentes referencias a la escasez de alimentos en su última correspondencia. En diciembre de 1939 escribe a su esposa y a su hijo Manuel Miguel -el primero, Manuel Ramón, falleció en 1938 a los diez meses- desde la cárcel de Madrid: "Estoy muy bien. Vosotros que estéis tan bien como yo de pan y de comida (...) Pan, bastante pan y alguna vez se pueden comer galletas y patatas fritas. En fin, que me voy a quedar aquí para siempre como siga así".

"Éstas serán las más alegres [Navidades]. Aún es posible que me veas llegar en un pavo de diez metros de cuerpo y medio de barba por esa calle de trapos a esa casa de ídem. Yo no pierdo la esperanza", continúa la carta. "Duermo con mis dos niños a mi lado, niña. Y tú con uno, el que te da más trabajo. Espérame. Espéranos siempre al otro niño, y a este que no ha dejado de serlo. Iremos pronto. Tú lo sabes. Miguel".

Evocación

"Los Balagueres, una familia rica de Orihuela, decía: 'Si tuviéramos un hijo como tú, tan estudioso". Pero eso no se hace con dineros, sino con talento. Miguel dormía con mi hermano Vicente, que ya trabajaba y se levantaba temprano. Mi padre lo descubría despierto de madrugada y le decía: 'Miguel, duerme', pero siempre estaba estudiando o componiendo versos", evocó ayer Encarnación Hernández."Fue una víctima de una situación injusta. Sufrió la penuria intelectual del medio rural; no pudo formarse no por un destino trágico sino porque existía una enseñanza discriminada. Sufrió la penuria económica y para ir a Madrid sus amigos hicieron una suscripción para pagarle un billete de tercera. Sufrió la vida en Madrid hasta que encontró a José María de Cossío. Luego fue víctima de la guerra, y eso no se puede achacar al destino ni a las estrellas", señaló De Luis.

El acto formal de presentación no estuvo exento de cierta tensión. Encarnación responsabilizó a Orihuela del fracaso de los homenajes que compañeros de cautivierio de Hernández organizaron durante el franquismo. Luego, el alcalde de esta población, Luis Fernando Cartagena (PP), dijo que Encarnación tiene derecho al recuerdo, pero que la Orihuela de 1990 no tiene que ver con aquella otra.

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